Un jardinero que había llegado al parque muy temprano, como era costumbre, encontró a Flor durmiendo plácidamente en una de las bancas centrales. Ya estaban por abrir y si la gente se enteraba que la muchacha se encontraba en ese lugar, sería el fin del parque. El hombre tenía muy buen corazón como para golpearle o retarle, él era de los pocos que conocían el trágico pasado de Flor. Tomando una varilla, comenzó a picotear delicadamente el rostro de la chica, con el objetivo de despertarla. La muchacha cansada, abrió los ojos y se encontró con el moreno hombre, se notaba cómo el sol y los años habían añejado tanto su piel. Flor se sentó en la banca y lo miró a los ojos. Era un hombre sincero, bondadoso y solitario.
-Por favor vete- habló el señor- que si te encuentran por aquí, van a despedirme, y si eso ocurre, tanto este parque como yo vamos a sufrir.
Flor volvió a mirar al hombre a la cara, era como si ella comprendiera la pena de ese hombre, al que los años le habían jugado una mala pasada.
La chica se levantó del lugar, tomó su bolso y emprendió su camino hacia las afueras del parque, no sin antes voltearse y sonreír al cansado hombre. No era una gran sonrisa, pero tampoco era una sonrisa falsa. El jardinero le devolvió la sonrisa, y sólo ahí Flor salió del parque.
En cuanto estuvo fuera, le atacó el frío. Eran las nueve de la mañana, el sol aún no alumbraba lo suficiente y la chica comenzó a tiritar por el cambio brusco de temperatura que había sufrido su cuerpo.
Era tanto el frío que sentía, y el sueño que aún tenía, que se acomodó en una esquina del parque, se sentó, encogió sus piernas y se dispuso a dormir. De todas formas no tenía idea de qué más hacer.
En el mismo momento, pasaba por ahí un chico, su edad se estimaba entre los dieciséis o diecisiete años. Estaba hablando por teléfono quizás con un amigo, pasó frente a Flor sin percatar que ella estaba ahí. De repente se escuchó un estornudo, al mismo tiempo la señal telefónica del celular se había cortado. El muchacho miró por todos lados a la dueña o dueño de tal estornudo.
Volteó la cabeza y observó un pequeño bulto, al fijarse mejor, se dio cuenta de que era una persona, específicamente una chica.
-¿Estás bien?- preguntó el chico mientras se acercaba.
Flor sabía que le hablaban a ella, así que con un pequeño esfuerzo movió la cabeza como intentando decir “sí”.
Pero el muchacho insistió…
-¿Estas segura? No te ves muy bien, digo, las personas que se encuentran bien no están llorando en un lado de un parque.
-No estoy llorando… -respondió Flor mientras levantaba la cabeza y se encontraba cara a cara con el chico. Éste tenía el cabello negro y sus ojos verde oscuro, su piel era blanca, pero no tanto como la de la muchacha.
Flor se levantó asustada, el chico la veía a la cara y estaba asombrado, no por sus dos ojos de color, sino por la armonía de su rostro. “Que linda” pensó.
Flor salió corriendo, pero fue sujetada por la mano.
-¿Co-cómo te llamas? –preguntó algo atontado el chico.
Flor no lo miró, no sabía qué responder, estaba inmóvil.
-Por favor –insistió el chico- por favor dime tu nombre…
-Flo… Florencia… -Respondió tímidamente la chica, y salió corriendo.
Iba en la esquina opuesta y el chico gritó: -¡¿Nos volveremos a ver?!
No hubo respuesta.
De repente el teléfono del muchacho comenzó a sonar, lo estaban llamando, era la misma persona con la que hablaba al principio. La voz comenzó a hacer preguntas, se escuchaba preocupado, pero cambiando el tema, el muchacho aún atónito y con la vista en la esquina por donde había doblado la chica, preguntó a la voz: ¿Qué sabes de los ángeles?
Mientras tanto, Flor estaba más que perdida. Se encontraba deambulando por un barrio que nunca antes había visto. Las casas eran muy elegantes, y se veían demasiado grandes para las personas. Paseó por todo esos lugares y no vio ni un alma. No había gatos callejeros, tampoco perros perdidos, ni mucho menos personas. La chica se sentía intimidada por tanto silencio, y se apresuró en salir de ahí. Habían pasado ya un par de horas desde que había despertado, no tenía sueño ni frío, al contrario, sentía calor. Caminó sin rumbo fijo a un parque público, en él había una gran laguna con patos y basura. Los animales estaban feos, algunos desplumados, otros estresados, el ruido de la carretera que pasaba por el lado opuesto a la laguna, había causado que las personas no visitaran el parque. Flor rodeó la laguna y se encontró de todo, basura orgánica, patos muertos, ropa destruida, plásticos y bolsas. Lo que no pudo encontrar fue comida para patos. “Pobrecitos” pensó la chica “también se olvidaron de ustedes”.
Flor no acostumbraba a hacer grandes demostraciones de su poder, pero en verdad no podía dejar de ver el sufrimiento de los animales, es que no podía aguantarlo…
-Sean libres –dijo muy decidida.
Rápidamente la basura se reunió en un lugar apartado del lago, las cercas que rodeaban el agua se desarmaron en muchos pedazos, y los patos se curaron. De la nada comenzaron a crecer plumas, plumas hermosas y de muchos colores. Los animales, al ver su nuevo estado, emprendieron el vuelo sin miedo, y felices por volver a ser libres.
-Al menos… -decía Flor muy cansada, mientras observaba como los patos se alejaban- al menos ustedes sí se merecen ser libres. En mi caso, no me está quedando mucho tiempo…
Flor se quedó dormida, hace mucho que no usaba sus poderes en seres vivos, y siempre que los usaba terminaba cansada, pero hoy como nunca se sentía muy mal, muy débil.
La muchacha despertó cuando ya había caído la tarde. Faltaba mucho para la noche, pero aun así el sol estaba alejado del centro del cielo.
Había tenido un horrible sueño, no era el mismo de ayer, era otro, muy distinto. Ella estaba sola en un cuarto oscuro, y sus miedos comenzaban a surgir. Podía ver monstruos aterradores, criaturas deformes, y a lo lejos se escuchaban los gritos de las personas de la ciudad. Le gritaban cada barbarie a la pobre Flor. La chica se tapaba los oídos, pero los gritos seguían ahí, y se estaban volviendo más fuertes. Sin poder aguantar más, corrió hacia donde pudo. Iba con los ojos cerrados, por ello no pudo ver cuando chocó con el hombre de la capucha negra. Flor cayó de sentón, levantó la vista y se horrorizó. Era la muerte misma que venía a llevársela. La criatura de la capucha le apuntó, y levantando su mano izquierda, donde tenía una hoz, y rápidamente la bajó directo a la cabeza de la chica. Ella se salvó, sólo porque despertó. O eso quería creer.
Aún un poco confundida, se levantó y caminó hacia donde fuese. En verdad quería volver luego a su hogar.
Pasaron las horas que debieron de pasar, y el chico no se podía olvidar del supuesto ángel que vio. “¿En verdad podré verla de nuevo?” se preguntaba mientras contemplaba el atardecer desde su ventana. Sus padres aún no volvían, y él sabía que no volverían hasta la madrugada. Eran nuevos en la ciudad y sus progenitores debían encargarse de algunos asuntos antes de comenzar bien su nueva vida.
Volviendo con Flor, eran ya las nueve de la noche y ella seguía perdida, ya no por un barrio alto, pero casi por los mismos sectores en donde estaba el parque en el cual pasó la noche. Aun así no podía dar con tal lugar, y caminando a través del frío y la oscuridad, mientras los focos hacían intento de alumbrarle, rendida a más no poder, se dejó caer en una esquina de una casa.
“No importa” pensaba Flor “Si la persona que vive aquí, quiere matarme, bienvenido sea, que yo ya no aguanto más sufrimiento…”
Se estaba quedando dormida cuando oyó el ruido de la puerta al abrirse, y unos pasos acercándose a ella. La persona ya estaba frente a Flor, y ella pensó que ya sería su hora, se acurrucó aún más en esa esquina, y apretó los ojos esperando lo inevitable…
-¿Florencia? ¿E-eres tú? –preguntaba un chico… no creo que sea necesario explicar cuál.
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Flor Maldita
Mystery / ThrillerFlorencia es una adolescente tímida, reservada, hermosa, misteriosa, sin amigos, sin familia… La gente la odia y le teme con tan solo al verle a la cara, es que ella tiene un pequeño defecto en su armonioso cuerpo: su ojo derecho es rojo. Todo el m...