Capítulo 14: El cambio de planes

49 2 0
                                    

N/A: Recuerden que Jack y Bruno son la misma persona.

-¡Más a prisa! ¡Más a prisa! -gritaba Sofía.

-¡No puedo pedalear más rápido! -se defendía Max.

-La ley prohíbe viajar a dos personas en una bicicleta... y vamos tres -advirtió Flor.

-¡¡Calla!! -gritaron la castaña y el pelinegro al mismo tiempo.

-¡No llegamos! ¡No llegamos! -exclamaba el chico con un tono cansado y desesperado.

-¡Sé que puedes! -Lo animó la deportista -¡Confío en ti!

-¿E-en serio? -se alegró el muchacho.

-Ni tanto -confesó Sofía -¡Pero apúrate!

Estaba por tocar la campana de ese día martes. En la mañana a la castaña se le había ocurrido pasar a buscar a sus amigos en su bicicleta, pero no se dio cuenta de que tendrían que llevarla a cuestas. El problema no fue el pequeño vehículo, sino que en el camino Flor tuvo que pasar a comprar su desayuno, y se les había hecho tarde. A Sofía se le ocurrió usar el transporte que tenían para ir más rápido. Luego de una acalorada discusión entre ella y el chico, tomaron la decisión de utilizar la bici solo por esa vez. Así fue como instalaron sin inconvenientes a la albina en el canasto, mandaron a Max a pedalear (bueno, aquí si hubo algunas peleas, pero nada que no se arreglara con la violencia de Sofía), y la chica iba sentada de lado en el portabultos. Faltaban cinco minutos y seis cuadras. No parecía que lo fueran a lograr.

Y no lo lograron.

En la entrada del liceo:

-Ay, no -dijo Sofía deprimida mientras miraba el portón del recinto. Todas las mañanas estaba abierto de par en par esperando a los estudiantes, pero ahora estaba cerrado con cadenas y candados.

-Tanto esfuerzo por nada -se quejó Max mientras controlaba su agitada respiración.

-¿Esfuerzo? -dijo la castaña en un intento de burla mientras miraba al chico, pero no pudo continuar, dado que, si las miradas mataran, el pelinegro ya hubiera cometido femicidio en contra de la deportista.

-¿Qué tan alta será? -preguntó Flor mientras observaba los barrotes.

No escuchó respuesta de sus amigos, estos ya estaban discutiendo acaloradamente sobre de quién era la culpa. Obviamente no era de importancia, pero no encontraban nada mejor que hacer. De repente se escuchó una voz conocida desde lejos, que había respondido la pregunta de la albina.

-Mínimo dos metros -dijo la voz. Era Bruno, quien se les acercaba desde el lado contrario a un paso lento y tranquilo.

-¿Qué haces aquí a estas horas? -le preguntó Sofía bastante sorprendida y dejando de lado la reciente discusión que tuvo.

-Pues... -dijo el chico algo avergonzado, pero sin perder su confianza -me quedé dormido, jaja.

-Eres un imbécil -sentenció la castaña.

-¿Alguien me ayuda a pasar la bicicleta? -preguntó Flor, y todos voltearon a mirarla.

La chica había lanzado los bolsos y mochilas suya y de sus amigos, y ahora intentaba levantar inútilmente el pequeño transporte de Sofía.

-Yo te ayudo florecilla -dijo calmadamente el rubio acercándose a la albina.

Acto seguido, tomó la bicicleta con ambas manos, y sin control alguno la lanzó por encima de la reja, como si se tratara de alguna pelota de playa. Se escuchó un ruido horrible de fierros chocando con el cemento de la entrada principal.

Flor MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora