Capítulo 4: Primer amigo

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Flor, completamente confundida, abrió los ojos y se sentó. No podía creer que el chico que había conocido en la mañana viviera justo ahí.

-¡¿Qué haces aquí?! –preguntaba asustado el muchacho.

Como siempre no hubo respuesta, la chica sólo bajo la cabeza y no le miró “Tal vez ya sabe quien supuestamente soy” pensó.

-¡Dios mío! ¡Estás toda sucia! ¿Has comido bien? ¿Te duele algo? Debes estar muerta de frío, por favor pasa.

Flor levantó su cabeza y observó los ojos del muchacho. Él no mentía, él no engañaba, él estaba preocupado por ella. Intentó pararse mientras se apoyaba de la pared, pero sentía tanto dolor en sus piernas, por el frío y por el hambre que cayó nuevamente, pero esta vez fue sujetada por los brazos del chico.

-Tranquila, no te apresures… -le dijo mientras intentaba ponerla de pie.

Ella estaba atónita. Nadie, desde que tenía recuerdos, NADIE le había abrazado. Porque, ese era un “abrazo” en el corto vocabulario de Flor.

El chico la condujo hasta dentro de su casa. Era hermosa, modesta y amplia, estaba bien cuidada de no ser por algunos signos de vejez, se notaba que anteriormente había sido ocupada.

-Por favor, siéntete cómoda –le indicó el chico mientras ella se sacaba los zapatos y el abrigo.

-¿Te apetece un baño? Te ves descuidada… -notó el chico.

-Estoy bien. No suelo bañarme en casas ajenas. –Replicó suavemente la chica.

-Es porque estás en la casa de un chico, ¿cierto? –dijo el chico algo ofendido.

-Es porque no es mi casa –dijo ella amablemente.

Se miraron por un rato, a ver quién cedía primero. El muchacho iba a decir que no importaba, que era cosa de ella si quería bañarse o no, pero la chica dijo:

-¿En verdad puedo bañarme?

-¡Pero claro! –exclamó el chico.

Flor fue conducida a un cuarto de baño algo amplio, entró en él, y antes de cerrar la puerta el chico le dejó un pijama.  Era una camisa de dormir de su madre. A esta le quedaba algo pequeña, pero a veces igual insistía en ponérsela.

Pasado unos minutos, la chica salió del baño. Se encontraba cómoda, limpia y tranquila. El frío ya se le había pasado y sus piernas volvían a reaccionar. Bajó las escaleras tranquilamente, sujetándose del barandal y fue a la cocina. Abrió el refrigerador, y sacó un par de huevos y una caja de leche. Buscando por ahí encontró un poco de harina “es suficiente” pensó.

Dejó todo sobre un mesón, y salió de la cocina. Desde la puerta dijo: “Que quede rico”, y sonrió.

De su lugar salió un pote, y una mezcladora. Los huevos se partieron uno por uno depositando su contenido en el pote, las cáscaras fueron dejadas en el basurero y la mezcladora comenzó a batir la yema y la clara, dejando una sustancia uniforme.

Mientras todo esto pasaba, Flor había vuelto a subir las escaleras y estaba buscando al chico. Lo encontró en una habitación casi vacía, con unas cuantas cajas. Éste estaba ordenando unos libros en un estante.

-¿Quieres que te ayude? –se ofreció la chica.

-N-no es necesario… si quieres vas a dormir primero, en mi pieza hay… -decía el chico mientras era interrumpido por Flor quien tomó en sus manos todos los libros restantes de la caja.

-Oye, ¿qué estás haciendo? Tienes que estar más que cansada, por favor, no necesito ayuda –replicaba el muchacho.

-Si te ayudo terminas más rápido –dijo Flor e intentó poner todos los libros al mismo tiempo en la estantería.

Flor MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora