Capítulo 7: Lágrimas de ángel

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-No quiero que te vayas, Max…

Se escuchó una voz casi de ultratumba, era difícil creer que Flor emitía tal sonido.

-Ups, pasé a matar a tu amigo, cuanto lo siento –dijo sarcásticamente el general –pues ahora, ¿te unirás a nosotros o seguirás intentando ganar?

-Muérete –dijo Flor con una mirada de odio mientras lágrimas caían por sus mejillas.

-Lo siento, eso no está en mis planes –dijo tranquilamente el hombre.

-Pero sí en los míos –habló la chica para sí.

De repente el foco cegador, se apagó. Solo ahí Flor se pudo dar cuenta que era la luz de un auto militar.

El vehículo, que según sus dimensiones podía llegar a pesar una tonelada o incluso más, comenzó a levitar.

-Wow –se impresionó el hombre, pero aun con su tono burlón agregó -¿eso es todo lo que puedes hacer?

-Mejor te mueres en silencio –habló la chica. Su voz había vuelto a la normalidad, pero sus emociones seguían dominándola, sus ojos habían perdido el brillo, y se encontraban cubiertos de lágrimas; sin embargo en su rostro se notaba una sonrisa forzada.

El auto que estaba en el aire bajó rápidamente, y en lugar de chocar directamente en el suelo, se detuvo a una pequeña altura y comenzó a “barrer” a los soldados.

A Flor ya no le importaba no hacer daño, es más, aun sabiendo que el vehículo de por sí mataría a más de uno, ella hizo que se prendiera el motor y que las ruedas del auto comenzaran a girar rápidamente.

Solo una persona se salvó del odio de Flor.

-Pa… pagarás… pagarás por esto –decía el hombre en jefe.

Flor tomó el cuerpo de su amigo, y salió corriendo, mientras que a sus espaldas se comenzaba a formar un gran agujero donde todos los cuerpos cayeron, y el vehículo cayó sobre ellos.

-Váyanse al infierno –dijo la chica casi en un susurro.

Y así fue, el auto explotó y comenzó a consumir todo dentro de la zanja.

Ya pasados algunos minutos el fuego se extinguió y la tierra volvía a tapar el agujero. Para ese entonces, Flor se encontraba en una especie de bosque. Tenía a Max tendido en el suelo y ella estaba a su lado llorando.

¿Por qué las personas que son amables conmigo tienen que morir?

Pensaba la chica mientras se acomodaba en ensangrentado cuerpo del muchacho. Puso su cabeza en su pecho y comenzó a llorar cuando… “Su corazón está… ¿latiendo?

Efectivamente, el chico aún no había muerto.

Flor se distanció un poco y comenzó a mirar los impactos de las balas. Había uno en su pierna izquierda, dos en su abdomen, otro en su clavícula izquierda y uno en su pulmón derecho. Ninguno estaba en el corazón ni tampoco en su cabeza, él seguía vivo.

-Voy a curarte –dijo la chica con un tono de esperanza.

Las balas que estaban alojadas en su cuerpo salieron sin mucho esfuerzo, Flor le abrió la boca al inconsciente chico y dejó caer sus lágrimas dentro de ella. Las lágrimas de la muchacha eran especiales, si bien de su ojo azul solo salían lágrimas saladas y normales, de su ojo rojo brotaban de un color gris claro, y al probarlas podías notar que eran dulces.

Flor sabía que tenía el poder de curar las heridas, por graves que fueran, pero también sabía que no podía interferir en la muerte de las personas, porque la muerte es la muerte, y una vez que esta se lleva a alguien, la persona en cuestión nunca más volverá.

Así fue como Flor comenzó a llorar sobre la boca abierta del chico. Aunque ya no lloraba por pena de que hubiera muerto, ahora lloraba por sus propios sufrimientos. Ella había cerrado sus ojos y evocado sus recuerdos más horribles. Estaba tan sumida en esos momentos dolorosos que perdió toda noción del tiempo.

Revivió nuevamente la escena de la muerte de sus padres, la marginación de las personas hacia ella, el odio que emanaba de cada ciudadano al verla. En una situación normal estos actos de desprecio no hubieran importado, pero ahora la chica tenía un conjunto de sentimientos que no la dejaban de atacar.

Estaba tal vez por perder el conocimiento entre los horribles recuerdos, cuando sintió que algo frio le tocaba la cara. Abrió sus ojos sobresaltada y entre su borrosa vista pudo observar a un pálido muchacho, tenía los ojos algo llorosos.

-Así que los ángeles lloran y sufren en silencio –habló.

Flor solamente se puso de pie con cuidado y se lo quedó mirando mientras se secaba las lágrimas.

-¿Estás bien? –preguntó Flor.

-Yo sí, solo me duele la cabeza y siento frío –respondió el chico.

-Perdiste mucha sangre –le aclaró la muchacha.

-Con razón –dijo él intentándose poner de pie.

Flor lo ayudó a pararse.

-No creí que lloraras en frente de las personas, ni que pudieras curar heridas.

-No estaba llorando, te estaba curando, y derramé lágrimas porque estaba lavando mis emociones y pensamientos, no es raro llorar, es más, es lo más normal que puedo hacer en mi estado –dijo la chica mientras le ayudaba a avanzar.

-Si quieres contarme algo… -habló el chico.

-No es el momento –le interrumpió Flor –vamos a casa.

-Si supiéramos dónde queda tu casa… -comentó Max.

Caminaron bastante hasta que dieron con una estación de servicio. La chica encontró una moneda en su bolso y se la entregó al muchacho quien tomando un teléfono público, llamó a casa de sus padres.

La conversación fue algo larga, pero no tanto. Mientras aún tenía el teléfono en su oído, el chico daba rápidas miradas asesinas a Flor, esta solo se le quedaba mirando desentendida.

Cuando las palabras terminaron y el teléfono volvía a quedar en posición de espera, Max se acercó a Flor y le contó que su padre iría a buscarlos y que ya habían encontrado la casa de la chica. Tras esta última noticia, él la tomó de los hombros y comenzó a sacudirla mientras le decía:

-¡COMO NO TE DISTE CUENTA QUE MI CASA ESTABA DETRÁS DE LA TUYA!

Bueno, dijo muchas más cosas, le sacó en cara todo su sufrimiento, incluyendo su muerte y resurrección. Pero Flor no escuchó esto, solo se limitó a pensar: “Así que tengo un nuevo vecino, que es mi amigo”.

Instintivamente sonrió, aunque Max no lo notó porque se encontraba con la vista en suelo mientras seguía sacudiéndola.

Este fue un día extrañamente feliz” pensó Flor y cerró los ojos mientras esperaba al auto que iría por ellos. 

Flor MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora