Después del matrimonio de Marie Antoinette y Louis XVI, Fernanda (la hermana menor de Marie) llega a Francia con el fin de quedarse a vivir en Versalles, conociendo de esa manera a Oscar François, la Comandante Imperial que protegía a su hermana. Es...
Seis meses habían pasado. En la corte de lo único que se hablaba era de la traición de Fernanda hacia su hermana, quien se había negado a ver siquiera a la austriaca menor. Ante el rechazo de Marie Antoinette y los constantes murmullos de las personas de Versalles sobre ella, la joven finalmente tomó una decisión en silencio.
Ante la conmoción que se había creado dentro del Palacio, Oscar decidió que lo mejor era que André no estuviera cerca de la princesa austriaca mientras los rumores continuaran, por lo que le ordenó mantenerse en la Mansión Jarjayes recluido.
Grandier, quien se encontraba recostado en su habitación aburrido esperando a que Oscar volviera de su Guardia para entrenar un rato, fue interrumpido por su abuela, quien tocó a la puerta con insistencia.
-¡André tienes que venir ahora mismo! – Exclamó la mujer desde el otro lado de la puerta.
-¿Qué sucede, abuela? – Preguntó el chico caminando hacia la puerta extrañado de la insistencia de su tutora.
-Una joven te busca. – Respondió la anciana al momento en que el chico la dejó entrar.
-¿Una joven? – Preguntó curioso, era inusual que alguien fuese a buscarlo, y todavía le resultaba imposible creer que fuese una chica.
André salió de su habitación siguiendo a su abuela, quien lo guio a la sala de estar de la pequeña residencia para empleados donde vivían dentro de la Mansión Jarjayes. La abuela se retiró para dejar a solas a los dos jóvenes, quienes ni siquiera se habían visto al rostro aún. Grandier, miró curioso al frente, notando a la chica que le daba la espalda: su cabello y cuerpo eran cubiertos por una capa gris, un vestido rojo sencillo podía apreciarse por debajo de ella, en sus pies habían zapatillas de piso que parecían demasiado lujosas para alguien que lucía semejante ropaje. El castaño, inquieto por conocer la identidad de la chica frente a él, se acercó a ella lentamente.
-¿Y bien? ¿Podría saber quién eres y por qué me buscas? – Preguntó André finalmente parándose justo detrás del chico.
-Necesito pedirte un favor, André. – Respondió la joven sin mirarlo.
-Primero necesito saber quién eres. – Repitió el castaño tomándola del hombro.
-André... - Murmuró la joven girándose a verlo mientras se retiraba la capucha y la dejaba caer al suelo.
Su cabello rubio era atado en una cola con un listón rojo, sus ojos verde esmeralda no tenían ese brillo que los caracterizaban, el rosado de sus mejillas había desaparecido y su piel lucía pálida y opaca. Los ojos de André se abrieron con sorpresa al reconocer a esa dulce joven que, aunque luciera muy diferente, seguía siendo esa persona que conocía a la perfección.
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