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--Después de todas estas pruebas, parece que lo que ocurre es que has perdido el sentido del tacto, Seungmin.-- Comunicó la doctora que llevaba horas atendiéndole.

--¿Eso qué quiere decir?-- Preguntó de vuelta.

--No lo sabemos, es la primera vez que veo algo así. Al parecer, tu sistema nervioso no admite estímulos externos. Si todo va como suponemos, es un efecto secundario del ictus que sufriste hace poco. Lo que no sabemos es si es algo crónico o temporal.

--¿Y cuales son las consecuencias?-- Esta vez preguntó Hyunjin.

--No podemos saberlo, no hay referentes previos. Lo que es seguro es que no podrá recibir estímulos mientras esto dure. Y teniendo en cuenta tu edad, lo más probable es que incluya orgasmos y todo tipo de estímulos sexuales.

Seungmin lanzó una fugaz mirada a Hyunjin, y él la correspondió. Se levantaron de sus asientos, agradecieron a la mujer de mediana edad y salieron del hospital para encontrar a su padre en el coche.

--¿Estás bien, Seungmin?-- Preguntó el adulto nada más verlos de vuelta.

--Sí, supongo que sí.

--¿Nos puedes dejar en casa, papá?

--Claro. ¿A tus padres no les importará, chico?

--No creo, hoy la cafetería está cerrada y mi hermana ya está en casa.

--Pues vamos.

El señor Hwang sonrió y condujo hasta casa, donde se encerró en su estudio y no se le volvió a oír.

--¿Quieres subir a mi cuarto?

--Vale.

Ambos subieron hasta la parte superior de la litera de Hyunjin y se sentaron con las piernas cruzadas, uno frente al otro.

--Quiero abrazarte.

--No me trates como si estuviera enfermo. Abrázame todo lo fuerte que puedas, igual noto algo. Y si no, puedo verte, con eso soy feliz.

Hyunjin literalmente se tumbó sobre Seungmin, rodeándolo con los brazos y undiendo su rostro en su cuello, apreciando su aroma. --¿Sientes algo?-- Murmuró contra su piel, pasando una mano por su cabello.

--¿Tienes una mano en mi pelo?

--Sí.-- Despegó su cara del cuello de Seungmin y lo miró a los ojos con la sonrisa más grande que Seungmin había visto nunca.

--Eres precioso.-- Dijo mientras acariciaba la tersa piel de su rostro, aunque no podía sentir lo que sus manos tocaban, con notar la de Hyunjin en su cabello era más que feliz. Tomó sus mejillas y presionó sus labios contra los del adversario. Eso no lo sentía, pero cerró los ojos y trató de concentrarse todo lo que pudo. Notó algo, sólo un segundo, pero eso lo llenó de alegría.

--¿Queréis comer?-- La puerta se abrió súbitamente y el padre de Hyunjin entró en escena, sin levantar la mirada del libro que sostenía.

--¿Qué hablamos de llamar a la puerta, papá?-- Exclamó Hyunjin, separándose rápido de Seungmin.

--¿Queréis comer o no?-- Aparentemente, el señor Hwang no había visto nada extraño.

--Ahora bajamos.-- Su padre desapareció aún enfrascado en su lectura y Hyunjin volvió a su posición anterior. --Podría quedarme así para siempre.

--Ojalá poder sentirte plenamente.

--¿Sabes qué? Nunca pensé que podría estar así contigo. Quiero decir, ha pasado todo tan de repente que aún no lo asimilo.

--Pues anda que yo...

--¿Dijiste cinco años?

--Sí. Cinco puñeteros años detrás de ti sin que te des cuenta, desgraciado.

--Menos mal que tienes paciencia.

Bolígrafo en mano, llenó otra cara más de palabras. Las contó, veintisiete. Había escrito veintisiete caras de folio expresándose de la única forma que sabía, por escrito.

En esas cartas había plasmado sus sentimientos por Hyunjin desde la primera vez que se tomaron de la mano, ese mismo verano. A decir verdad, ese verano fue el más caótico de su vida, no sólo por todo lo que le hizo sentir Hyunjin, sino por la cantidad de cosas nuevas que descubrió con sus amigos, todo lo que aprendió y las reflexiones y pensamientos que pasaban por su mente a las tres de la mañana cada noche de luna llena o cielo estrellado.

--Yang Jeongin, eres un maldito idiota.-- Suspiró para sí mismo y se frotó la sien.

--Oppa, ¿estás bien?-- La vocecilla de la amiga de su hermano lo asustó por un momento.

--Hola, Yemin. Sí, estoy bien.

--Yo no creo que seas idiota, hyung.-- Jeongbae apareció tras la niña.

--Jeongbae, id a jugar abajo, anda.

--Sí, hyung.-- Obedientemente, los dos niños bajaron al salón.

Jeongin volvió a quedarse solo en su habitación, enfrascado de nuevo en sus cartas y siguió escribiendo.

«N° 28.-
Por cierto, me he enterado de que ahora estás con Seungmin. No me lo ha dicho nadie, os oí yo en el baño hace unos días. Me parece bien que hayas dejado a Park, pero podrías haber tenido la decencia de decirme algo.
¿Qué va a ser de mí ahora, Hyunjin? ¿Sigo en tu vida, o sólo soy un juguete de usar y tirar?
Quiero hablar contigo, pero nunca tienes tiempo para mí. Quiero abrazarte, acariciarte como antes, pero no puedo, no me dejas.
Aún así, te voy a esperar. Con suerte, me hablarás tú sobre esto antes de que te entregue todas las cartas.
No sé qué pensar, ayúdame.»

Dejó caer el bolígrafo cuando los pensamientos comenzaron a abrumarlo. Quería llorar, gritar, golpear las paredes y preguntar por qué la vida era tan injusta con él.

Al cabo de un rato, dos golpes suaves sonaron en la puerta de su habitación. Formuló un «adelante» y apareció su madre.

--Jeongbae me ha dicho que estabas triste. ¿Quieres hablar?

Si había alguien en el mundo que ocupara más espacio que Hyunjin en el corazón de Jeongin, esa era su madre.

Se hizo a un lado para dejarle espacio en su cama y su madre se recostó con él.

--Cuéntame, corazón. ¿Qué ocurre?

Sin poder evitarlo, le confesó absolutamente todo a su madre. Ella ya sabía que las chicas no eran cosa de su hijo mediano, pero desconocía de su relación con Hwang.

--No te preocupes, habla con él. Intenta arreglarlo y sé sincero. No te puedo asegurar que saldrá bien, pero sí que es el mejor camino.

--Eres la mejor.

--Sabes que puedes contar conmigo, cielo.

꒰ glitch ꒱ 𝘴𝘵𝘳𝘢𝘺 𝘬𝘪𝘥𝘴 ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora