Caminábamos por las calles aún heladas de París. El invierno estaba a punto de terminar y las aceras seguían cubiertas por una fina capa de hielo resbaladizo.
Caminábamos de la mano Jared y yo. No podía evitar mirarlo cada cierto tiempo, no podía evitar sentirme tan bien a su lado y no puedo negar que cada mañana cuando abro los ojos y lo encuentro mirándome algo dentro de mi se enardece de una buena manera.
—Crissa. —escucho muy lejana su voz. Parpadeo un par de veces hasta mirarlo y darme cuenta que me había estado hablando y yo aquí perdida observándolo con tanto afán que parezco una fanática loca.
—¿Decias? —pregunté distraída, luego simplemente desvíe mi mirada porque definitivamente no podía concentrarme.
—Te estaba diciendo que Miriam me llamó ayer, ha estado en Nueva York con Gwen y supongo que tus padres también deben de estar ahí. —me comentó. Esbocé una sonrisa cuando nombra a las personas más importantes que han estado en nuestras vidas.
No puedo evitar pensar que nuestra unión no sólo ha hecho que nos conociéramos más, si no que también ha fortalecido lo que éramos, de alguna manera se siente irreal. Se que no tenemos mucho en común y la mayoría de las veces discutimos por cosas estúpidas.
—También hablamos de que debo presentarme para una exhibición en Manhattan y una en Bélgica. —hizo una pausa mientras cruzábamos la calle hasta llegar a un pequeño callejón—. Pero no será hasta unas semanas.
Llegamos a una casa antigua, todo en ella gritaba estilo de antaño; hasta el cielo se puso de acuerdo para hacerla notar aún más.
—No te vayas a asustar cuando conozcas a mis primas. —dijo casi advirtiéndome que posiblemente ellas me vuelvan loca.
Tocó el timbre y alguien abrió lentamente la puerta. Una mujer de cabello castaño y ojos color celeste como los de Jared nos dirijo una mirada alegre.
—Mon amour. —la voz suave y cantarina de la mujer combina con la facilidad de su idioma.
—Crissa está es mi tía, René —hizo leve asentimiento hacia la mujer que seguía de pie en la puerta.
—Ils arrivent juste á temps pour le déjeuner en famille —No podía evitar sentirme un poco intimidada por el hecho que no entendía lo que ella decía.
Jared le respondió algo que realmente no logré escuchar y nos adentramos a la gran casa justo detrás de su tía. Enseguida nos encontramos con una amplia sala decorada como si fuese esa clase de casas que mantienen historias en sus paredes. Diez pares de ojos me observaban atentos y luego de que el silencio reinará, volvieron a lo suyo de inmediato.
—¡Jared! ¡Petit dèmon! —gritaron dos chicas con un acento fuertemente francés. Ambas eran parecidas en ciertos aspectos y daba la impresión de que eran gemelas. —. Tú n'aimes plus tes cousins.
Hablaba una primero y luego la otra, pero desde luego ambas tenían a Jared rodeado del cuello. El se río.
—Je n'ai pas le temps les filles, et c'est elle qui ne me lâche pas. —Jared dijo algo que al final me miró a mi sin dejar de sonreír.
Sus primas ambas sonrieron igual al mirarme, sea lo que sea que el les ha dicho siento que tiene que ver mucho conmigo. No podía evitar mirar los ojos casi amarillos que tenían parecían una especie de gatos extrañamente humanos.
—Crissa estas son mis primas, hijas de Eliot y René. Se llaman Jánèt y Gala. —ellas me dedicaron una larga inspección con sus ojos.
—¿Allez-vous jeter la corde au séreux rieux cette fois? —Janet o Gala. No estoy muy segura de quien es quien pero lo que dijo hizo que la otra se riera por lo bajo.
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Una Vida Contigo
Teen FictionPorque para cada relación siempre habrá un límite, habrán peleas y en el caso de Crissa y Jared hay mucho más que eso. Tantos obstáculos que afrontar y tantos secretos que revelar. Ya no existe el juego y el amor los envuelve ahora, ¿serán lo sufic...