Capitulo Tres

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Cuando lei el nombre del tema de exhibición un dejo de nostalgia me embargó enseguida.

El arte y el ballet llevados de la mano.

La última vez que hablé con las chicas tuve que sacar excusas de que tuve un accidente, no sabían que mis terapias para poder volver a bailar se trataban de un idiota que casi me mata por culpa de una estupidez que hice de adolescente. Jared y yo íbamos lado a lado, las personas que lo conocían lo saludaban y le ofrecían algunas frases muy bonitas de su trabajo.

Mi vestido elegante se encargaba de hacer que las miradas de sus conocidos se guiarán hacia mí y Jared con cierto orgullo decía que yo era su preciosa musa, algo que hacía que mi sentimiento aumentara cada vez más. El no hablaba de mí como su novia, el decía que ser su musa era algo más.

—Estas preciosa y todos te miran. —murmuró cuando pasamos a ver un lindo óleo de diseños intrincados y algo distorsionados que para cualquier otra persona les parecería extraño, mientras que para mi era un conjunto de bailarinas de ballet haciendo un jeté.

—Envidia, pura y genuina. —asentí—. Voy de la mano del más atractivo y joven de los artistas de esta sala.

Jared se río.

—¿Me llamas atractivo? Nunca antes me habías llamado así. —me encogí de hombros ante su comentario despectivo.

—Es porque no éramos novios. —el me entregó unas pegatinas color esmeralda.

—Bueno estoy seguro que en tus pensamientos si ha sido así desde el principio. —me susurro al oído.

—No quiero aumentar tu ego pero tengo que admitir descaradamente que si. —lo mire fijamente con una sonrisa en mis labios.

—Lo que veas y te guste marcalo con esto, aquí saben que ese es mi color. La comprare y te la enviaran a Nueva York. —hice lo que me pidió, esta obra que estábamos viendo era la que me recordaba a las chicas. Las echaba tanto de menos como mis ganas de bailar.

—Tienes buen gusto. —me dio un beso en la mejilla—. Sigue dando un recorrido, se que te gustaran las demás, yo mientras tanto estaré anotando tus datos y dirección de envío.

Yo asentí antes de verlo desaparecer por una pequeña multitud, quien lo veía lo reconocía. Jared no sólo pintaba, demostraba sus sentimientos en ello y por esa misma razón las personas lo respetaban.

Todos se sentían atraídos a lo que él emanaba, tal y como yo había atraída hace ya un largo tiempo.

Alguien tocó mi hombro y cuando me gire no había nadie ahí, luego así de simple apareció un chico de cabellos castaños y una sonrisa encantadora casi parecida a la de su hermano.

—Jared tiene suerte. —comentó complacido con la vista. Yo voltee los ojos y me dirije a otra obra.

Un retrato de material rugoso con los cuerpos de las bailarinas sobresaliendo en un efecto 3D.

—Vamos, eres mi cuñada. —siguió diciendo a la vez que yo lo ignoraba y colocaba una pegatina al marco—. Que me tachen de idiota es otra cosa, Jared sabe bien que yo jamas miraría algo que es suyo.

—No deberías ni hablarme que es una cosa diferente. —camine hacia una pintura con una mujer danzando en punta con un bebé en brazos. Tome una pegatina y la marque, estaba segura que quedaría perfecta en el pasillo que daba a mi habitación.

Ian me venía siguiendo de cerca aún.

—Es imposible no mirarte. —hizo una pausa—. Pero no le digas que te he dicho eso, me arrancaría los ojos.

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