Capítulo 14

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Es oficial.

Iré a prisión, van a excomulgarme, papá va a desheredarme e iré al infierno.

Gracias Christian.

Mi boca sigue abierta por la sorpresa, las palabras salen de ella sin sentido.

— Debes estar bromeando, por favor dime que lo estás.

— No.

— Pero... Tú...

Eres demasiado lindo, quiero decirle, pero elogiarlo no ayuda a mi causa. ¿Cómo rayos es que él era virgen?

— He hecho cosas — Dice como si hubiera leído la pregunta en mi mente — Mucha cosas, pero nada como esto. Por cierto, ¿Crees que deberíamos comprar condones?

¿Qué?

Siento el calor de las llamas del infierno calentando mi piel.

— ¡No! No vamos a hacerlo de nuevo, no puede volver a pasar.

— Tal vez solo debería comprarlos... Por si las dudas — Dice para si mismo.

Me tomo un segundo para calmarme porque siento que podría desmayarme de la impresión en cualquier momento. La silla frente a su escritorio parece ahora bastante cómoda y me dejo caer en ella.

— ¿Y si alego demencia? No, idiota, no van a creerte y serás juzgada como adulto — Masajeo mis sienes con mis dedos.

— Sabes que puedo escucharte, ¿Cierto? — Se incorpora de nuevo en la cama — Ya te dije, soy mayor de edad. ¿Quieres dejar ya el drama? Jesús... Parece que la que perdió la virginidad fuiste tú.

Un gemido extraño se escapa de mi garganta, algo entre un si y un gesto de incredulidad.

— Ya que lo mencionas — Ignoro el temblor en mis manos — Pues si, yo también lo era.

— ¿De verdad? — Sus cejas se arquean por la sorpresa — Eso en definitiva me da un enorme crédito.

Se sienta en el borde de la cama con una gran sonrisa en sus labios.

— Esa no es ninguna destreza envidiable, solo... Nos dejamos llevar por un impulso y ahora tenemos que seguir adelante.

Antes de que pueda insistir en el asunto, me obligo a mi misma a cambiar el tema. El sentimiento de culpa me ha llevado a aceptar acompañarlo a un baile.

— Háblame del baile del sábado.

— Hmm, claro. Gente rica y vieja viene a beber vino ridículamente caro. A cambio, dejan sus cheques para la fundación de mamá y papá.

— ¿Y necesito un vestido de gala?

— Si, porque yo llevaré esmoquin.

— ¿Y te permitían estar en los bailes? — Pregunto porque apenas es mayor de edad.

— ¡Claro que sí! Soy el hijo de los anfitriones, claro que podía estar ahí.

Dios. Puedo imaginarlo tomando copas a escondidas y guardando botellas debajo de las mesas, para luego llevar todo a su habitación.

— ¿Quieres elegir un vestido de los que mi hermana guarda en su clóset?

— No, puedo conseguir uno. De hecho, debería irme ahora y empezar a buscar algo.

— Seguro.

Encoge sus hombros así que me despido de él rápidamente para salir de la casa. Este día y sobre todo, está conversación me hicieron sentir muy incómoda. Te lo buscaste tú misma, gruñe mi conciencia.

Mientras conduzco me pregunto si podría pedirle prestado un vestido a Kate, aunque ella es más alta y llena mejor sus vestidos de la parte delantera.

Mierda. Voy a tener qué rentar uno mañana que salga de las clases. El problema es que no encuentro ninguno que me guste lo suficiente y me tomo el resto de la siguiente tarde para visitar algunas tiendas más.

Justo ahora me doy cuenta que no tengo el número de la casa de Christian, o el suyo, si es que aún conserva algún teléfono móvil.

El viernes llego temprano para compensar mi ausencia del día anterior, aunque estoy segura que la rubia de las trenzas estuvo muy feliz de no verme. Abre la puerta y se aparta de mi camino tan rápido que no tengo tiempo de levantar el puño para amenazarla.

Sigo mi camino hasta la habitación de Christian y descubro que, esta vez, la puerta tiene puesto el seguro.

— ¿Christian? Soy yo, abre la puerta.

Golpeo mientras busco la llave en mi bolsillo, que por supuesto olvidé dentro de mi auto. Por fortuna, él abre la puerta y lo primero que hace es abrazarme.

— Te extrañé.

— ¿Si? — Balbuceo — Solo estuve ocupada consiguiendo el vestido, siento no haberte avisado.

— Bien, te perdono porque aún vas conmigo al baile — Estira los brazos pero no me suelta — ¿Y dónde está?

— ¿Quién?

— El vestido, déjame verlo.

Arqueo la ceja aunque dudo que pueda ver mi gesto, luego él mismo corrige haciendo una seña con su mano.

— Sabes a lo que me refiero, quiero saber cómo es.

— ¿Para que?

— Curiosidad... Venga, ¿Lo trajiste?

— ¡Claro que no! Lo dejé en mi departamento.

— Entonces vamos — dice y vuelve a abrazarme. ¿Que dijo?

— ¿A dónde?

— A tu departamento, tontita.

Es una maldita broma. Todos estos días intentando sacarlo de su oscura y deprimente cueva de la autocompasión, ¿Y lo único que tuve que hacer fue acostarme con él para que ahora quiera seguirme como un cachorro?

— ¿Quieres ir conmigo hasta Picket Market?

— Si.

— ¿Subirás a Wanda de nuevo?

— ¿Quién rayos es Wanda?

— Mi auto, no cambies el tema.

— ¿Esa cosa ruidosa y enana se llama Wanda?

— ¡Christian! ¿Quieres ir o no?

Sus manos aún me abrazan por la cintura, así que puedo ver sus ojos grises fijos en los míos. Dijo que puede ver el azul, y me pregunto ahora sí elegí el vestido correcto para el baile.

— Si quiero, bebé. Vamos.

Toma mi mano para ir hacia el pasillo, arrastrándome con él. ¿De verdad lo quiero husmeando en mi departamento? No es como que realmente puede ver el vestido, ¿No?

— Espera, ¿No deberías pedir permiso a tu padre?

— No — dice sin detenerse — El día del helado, ¿Le pediste permiso?

— No.

— ¿Lo ves? Somos dos adultos haciendo cosas de adultos — Sonríe divertido cuando abre la puerta de la entrada para que yo pase — Y aún creo que deberíamos parar en la farmacia por condones.

— ¡Shh! ¡Agh! ¡Cierra la boca y sube al auto!

Luz Y Sombras (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora