Parte XVI - Massalia (pancracio)

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Un puño desnudo, desde una distancia corta, golpeó directamente contra su mandíbula sacudiendo por completo su cabeza, haciéndolo caer sobre sus manos y rodillas. Kanon se llevó el dorso de su mano derecha a la boca y se limpió el hilito de sangre que corría de su labio partido. Lo tocó con la punta de la lengua y sonrió.

-Hermoso golpe – le dijo a Milo, mirándolo a contraluz. Amagó con levantarse, apoyando su peso en la mano que todavía conservaba sobre la arena, pero en lugar de ello, la utilizó como eje estirando las piernas y giró para enganchar los tobillos de Milo y derribarlo también. Kanon se alzó, se alejó un poco del espartano para evitar que realizara una maniobra similar con él y sacudió sus hombros,estirando sus músculos.

Habían terminado en la palestra cercana al puerto por capricho suyo: desde que escuchara durante el desayuno a Aioros decir que la colonia de Massalia contaba con una, no había dejado de pensar en visitarla. Su idea se vio truncada cuando se encontraron con Milo y Saga aceptó la propuesta de acompañarlo al campamento espartano a saldar su deuda con el muchacho y la fortuna, pero sus esperanzas volvieron cuando de camino al campamento pasaron por la puerta de la palestra.

-Milo...me interesaría probar esa famosa resistencia espartana – le había dicho Kanon a modo de chanza, deteniéndose frente al pórtico del edificio. No le cabían dudas de que el espartano accedería... aunque fuera por puro orgullo.

No tuvo ni siquiera necesidad de insistir, porque ni bien terminó la frase, Milo ya se encontraba con un pie adentro. Saga puso los ojos en blanco y Kanon sonrió feliz colgándose de su cuello y arrastrándolo al interior de la palestra.

El recinto no era enorme ni contaba con todas las instalaciones como lo hacía el que los gemelos frecuentaban en Atenas, pero era más que suficiente para cumplir su objetivo principal: servir a la formación de los luchadores y ser el lugar de reunión de los hombres.

En una de las habitaciones adyacentes a la arena, sentados en bancos de piedra, comenzaron a despojarse de sus ropas y sandalias.

-Kanon, dos veces... - dijo Milo poniendo dos dedos delante de los ojos del gemelo, para después ponerse de pie y terminar de untarse con aceite los muslos.

Kanon dejó descansar sus manos sobre la espalda a medio untar de Saga y agachó la cabeza buscando a su hermano, una falsa mirada de incredulidad en sus ojos por el atrevimiento del mocoso. Saga giró el rostro divertido y alzó las cejas, recordándole que había sido su idea.

-Saga... - Milo palmeó las manos para retirar los restos del polvo que se había puesto en las palmas para no resbalar mientras se dirigía ala salida del cuarto que daba a la arena – Saga caerá una vez... -vaticinó convencido quedándose en el umbral.

-¡Hey! ¿Por qué Saga caerá solo una vez? – preguntó Kanon, alzándose de un salto, arrastrando a Saga con él, haciéndose el molesto, como si Milo hubiera ofendido sus dotes marciales, mientras se recogía el cabello con una tira de cuero.

-Porque Saga caerá más fuerte – respondió girando, cubriendo con su cuerpo la luz del sol que entraba en la habitación, y una sonrisa ladina se dibujó en sus labios.

Las manos embadurnadas de aceite de Saga quedaron congeladas sobre el pecho de su hermano cuando escuchó las palabras de Milo. Sabía que había sido solo una chanza para provocarlo y ponerlo nervioso antes del combate, pero a diferencia de Kanon que se lo tomó con humor y comenzó a hacer bromas al respecto, él no pudo dejar de asociarlo a las preocupaciones con las que se había despertado esa mañana y que se habían mantenido relegadas en lo profundo de su subconsciente hasta ese momento.

Sus manos comenzaron a resbalar lentamente por sobre la piel de su hermano ayudadas por el aceite, sin que se diera cuenta, al tiempo que dejaba descansar su frente sobre el hombro ajeno.

Apártate del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora