Parte VI - Porné

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Como era de esperar, después de la lectura de las vísceras que el adivino había hecho, la vuelta al barco fue bastante incómoda, las calles que llevaban al puerto parecían extenderse hasta el infinito. Los gemelos volvían arrastrando los pies, encerrados en un mutismo que ni los gritos de los últimos vendedores del mercado parecían capaces de romper.

-Un viaje inconcluso dijo, pero aseguró que no va a haber ningún naufragio... - Saga murmuraba por lo bajo, pensando en voz alta para organizar sus ideas, haciendo que Kanon tenga que agudizar el oído para poder escucharlo – Eso solo significa que algo va a pasar mientras estemos en Massalia... - concluyó finalmente golpeando con un puño su propio muslo.

-Saga, deberías saber que esta gente habla de manera confusa... es imposible que sepamos cuando se va a hacer realidad lo que el adivino predijo.

Kanon trató de restarle importancia, un poco para tranquilizar a su gemelo, otro poco para autoconvencerse de que no había nada de que preocuparse, cuando la verdad era que estaba tan consternado como Saga... y no por la muerte en alta mar, porque el adivino no la había visto en los augurios, sino porque seguramente moriría apuñalado a traición en algún callejón de mala muerte en una ciudad desconocida lejos de Grecia, agonizando en un charco de su propia sangre. La sola idea le revolvía el estómago. Esperaba que al menos los asesinos tuvieran la gentileza de tirar su cuerpo al mar, así estaría más contento con su muerte. Resopló.

-Se supone que este debía ser un viaje para olvidarnos de todas las obligaciones de Atenas y no... – Kanon se limitaba a asentir con la cabeza e inspirar profundo, soportando agónicamente la retahíla de quejas de Saga.

Es que en rigor de verdad, el único realmente ocupado en Atenas era Saga, él bien podría haber dejado a su hermano con sus aburridas ocupaciones en la Ekklesia y marchado a su pequeña y confortable casa en Cabo Sunión alejado de la locura de la polis, pero no, ya no... ya no estaría alejado de su hermano, ya no lo dejaría solo, la sola idea de no tener más contacto con Saga era simplemente impensable...

Miró a su hermano que caminaba a su lado...

-Saga... - pero su gemelo parecía no escucharlo de lo concentrado que estaba en hacer parecer la situación como otra gigantomaquia. Se pasó la lengua por los labios e hizo un chasquido con la boca antes de volver a llamarlo - ¡Saga!

Lo tomó con cierta violencia por el cuello de la túnica y lo arrastró a un callejón por el que iban pasando, empujándolo con fuerza contra la pared de una construcción.

-¿Cubrirías mis espaldas en Massalia, cierto? – preguntó apoyando la mano libre al costado de la melena de Saga.

-¡Claro! – contestó con cierta sorpresa el otro, haciendo la cara hacia atrás, observando la mano de Kanon que arrugaba su túnica - ¿Qué...?

-¿No dudarías? – continuó interrogando, esta vez metiendo una de sus piernas entre las de Saga, separándolas.

-Por supuesto que no – respondió con la misma firmeza en la voz, pero en un tono más bajo que antes, más bajo e invitante, mientras observaba como los labios de Kanon se curvaban en una media sonrisa antes de moverse para volver a hablar.

-Yo también cubriría las tuyas... - se relamió los labios soltando la túnica de Saga, acariciándole el cuello hasta llegar a su nuca, tomándolo de los cabellos y ladeando un poco su cabeza.

-Lo sé... - respondió Saga cerrando los ojos, acompañando el movimiento que su hermano ejercía sobre él, exponiendo su cuello, brindándole el espacio necesario.

-No lo dudaría ni un instante... - pasó la punta de su nariz por la piel del cuello de su gemelo. Lo sintió sisear entre dientes cuando le acarició con la lengua el lóbulo de la oreja y aflojársele los músculos cuando la mano que había estado apoyada en la pared ahora recorría el largo de su brazo e intentaba escabullirse bajo la túnica.

-Kanon... - Saga lanzó una mirada fugaz a la entrada del callejón, antes de estremecerse por el contacto de las manos de su hermano, cerrando los ojos, como si con eso el mundo entero pudiera desaparecer.

-No seas aburrido, Saga... - Kanon se sonrió contra el cuello de Saga al ver hacia donde dirigía la mirada.

-Nos van a ver... - apoyó sus manos en la pared intentando contener las ganas que tenía de rodear el cuello de Kanon con sus brazos. El solo hecho de imaginar que alguien pudiera verlos...

-No estamos en Atenas, Saga – le recordó Kanon – Nadie nos conoce, a nadie le importa quienes somos, ni qué hacemos... – le acarició la mejilla con la propia – Aparte, ¿qué día es hoy?

La mano de Kanon finalmente había logrado meterse bajo la ropa y tomó firmemente el muslo de su hermano, levantándolo a la altura de su propia cadera, envolviéndola.

-No... no lo sé... - respondió Saga confundido, ¿qué tenía que ver esa pregunta?, los sentidos comenzando a embotársele por culpa del aliento y la lengua cálida de Kanon que se habían ensañado con su cuello, sumado al roce de las erecciones que ambos tenían.

-Vamos, Saga... - dijo abandonando su tarea en el cuello del otro para mirarlo a los ojos.

Las caderas de Saga se separaron de la pared para obtener un roce mayor e inevitablemente apoyó sus brazos en los hombros de Kanon, enredando sus dedos en la abundante melena rubia antes de volver a atraerlo.

-El cuarto día del mes (1)... - le susurró en el oído después de unos segundos en los que su cerebro hizo un esfuerzo sobrehumano por concentrarse en otra cosa que no fueran las caricias de su hermano sobre su piel.

-Afrodita pornai (2)... - confirmó Kanon besándolo, buscando con apuro la lengua de Saga con la propia.

Un beso demandante que no admitía replica, sino solo obediencia.

Obediencia y entrega... la perfecta ofrenda a la diosa de la lujuria.

La mano de Kanon sobre Saga aumentó la presión a medida que se acercaba a su entrepierna y los gemidos que Saga intentaba en vano acallar contra la boca de Kanon se volvieron también más audibles a medida que las caricias se volvían más voluptuosas contra su cuerpo, recorriendo, masajeando, sobando, masturbando, convirtiéndolo en el receptor y la fuente de su placer.

Escalofríos recorrían la espina de Saga cada vez que la mano de Kanon apretaba suavemente el glande de su pene con el pulgar y sus caderas se movían siguiendo sus más bajos instintos, embistiendo contra la mano de Kanon que descendía y ascendía por su miembro rítmicamente.

Un gemido ronco de placer salió de su garganta cuando empezó a acariciarle las pelotas y su cuerpo se tensionó por la expectativa cuando los dedos de Kanon masajearon la zona del perineo.

-Kanon... por todos los dioses... - susurró con impaciencia.

-¿Qué? – preguntó haciéndose el desentendido, con una sugestiva sonrisa de nene travieso en su rostro.

-Idiota... - con manos temblorosas por la descarga de placer que sentía inundarle el cuerpo, Saga logró arrebujar la túnica de Kanon por sobre su propia pierna levantada y sentir completamente la erección de su hermano contra sus nalgas.

-Nos van a ver... - parafraseó a Saga moviendo sus caderas, frotándose contra él.

-Kanon... - gimoteó sobre su boca, apretándolo con la pierna que enredaba su cuerpo.

-Saga... - con una mano posicionó su pene en la entrada de su gemelo – Saga... - la otra la afirmó en el hueso de la cadera para mantenerlo firme mientras guiaba su sexo al interior de su hermano – Saga... - susurró sobre su boca, besándolo tiernamente para que se relajara.

Tironeó de los cabellos de Kanon a medida que sentía la intrusión en su cuerpo y por más que la penetración fue lenta, fue también dolorosa: el lugar no era cómodo y la posición lo obligaba a mantener los músculos de las piernas tensionados para no caer o cargar aún más el peso sobre su hermano, poniéndose en puntas de pie.

Las oleadas de dolor le dieron paso al placer de la carne y la exaltación de los sentidos, y Kanon no fue más Kanon, ni Saga fue más Saga... comenzaron siendo anatomía: bocas, lenguas, una mano en la nalga de uno, un muslo en la cadera del otro, testículos contra el bajo vientre de uno, verga en el interior del otro, uñas en la espalda de uno, dientes en el cuello del otro... continuaron siendo verbo: sostener, apretar, penetrar, sacar, volver a meter, rasguñar, morder, besar, sacar, poner, gemir, tironear, murmurar, meter, masturbar, gruñir, sacar, besar, lamer, masturbar, jadear, acariciar, penetrar... y finalmente sensaciones: necesidad, dolor, opresión, placer, gozo, pasión, arrebato, vértigo, apuro, clímax...

Piezas sueltas que juntas formaban el complejo rompecabezas del amor que se profesaban y que volvían a convertirlos en lo que eran: Kanon y Saga.

Entre jadeos entrecortados Kanon salió de adentro del cuerpo de Saga una vez apaciguado el fuego que lo consumía. Soltó la pierna de su hermano y le permitió apoyase en la pared para recuperar el aliento mientras continuaba besándolo en las mejillas.

-Volvamos... - le dijo robándole un último beso a Saga.

Se alejó apenas, dando el espacio suficiente para que ambos terminaran de acomodarse las ropas para poder volver a salir a la calle principal.

-Kanon... - la voz de Saga lo llamó cuando ponía un pie afuera del callejón. Se giró para mirarlo – De todas formas me siguen preocupando los vaticinios del adivino.

Saga siempre sería el que más se preocuparía de los dos. Nada lograría cambiar eso. Nunca.

Kanon sonrió de medio lado y se mordió el labio inferior contemplando las marcas coloradas que la abundante melena rubia no lograba ocultar del todo sobre el cuello de su gemelo.

-No te preocupes, hermano, todavía tengo toda la noche para hacer que te olvides de ello...

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(1) en Atenas, el cuarto día del mes era consagrado al culto de Afrodita y Eros.

(2) Afrodita pornai: Porné, "la prostituta", diosa de la lujuria.  

Apártate del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora