Parte XXI - Massalia (en las calles - Manías*)

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-Saga... - repetía el nombre de su hermano mientras sentía el corazón desbocársele en el pecho y quería imprimirle a sus piernas mayor potencia, que se movieran más rápido mientras intentaban esquivar las raíces que entorpecían su carrera o sacarse de encima las ramas bajas que se enredaban en sus cabellos. Pero a pesar del envión por el miedo, el agotamiento después de todo un día de caminata y un improvisado entrenamiento en la palestra empezaba a manifestarse en su cuerpo y Kanon no lograba que su cuerpo respondiera como quería.

Hasta que finalmente dejó los árboles y matorrales a sus espaldas y volvió a salir a las calles de la ciudad.

-Saga... - estaba agitado. El espanto del bosque había endurecido sus músculos, el costado le dolía y tenía la garganta seca por no haber controlado la respiración como debía. Se sostuvo de la pared más cercana mientras continuaba avanzando intentado volver sobre sus pasos hacia la casa de Aioros.

Pero no era ese el camino que había hecho cuando había salido en persecución del esclavo: se le estaba haciendo más largo de lo que recordaba. Como tampoco recordaba haber pasado tantas casas antes de internarse en el bosque.

Y era que no había pasado casas siquiera antes de internarse en el bosque

¡Había salido en otra parte de la ciudad y se había perdido!

Maldición. Maldición.

¡Maldición!

-Saga... - con el hombro apoyado contra la pared se sorbió los mocos que se le escapaban por el calor que la corrida le había producido, sintiendo el ardor de las lágrimas que se iban formando en sus ojos - ¡SAGA! - gritó como si con eso lograra llamarlo. Tragó saliva apretando el puño y golpeando la pared con frustración.

¡Dioses! Todo estaba mal, terriblemente mal. Tironeó de sus cabellos sintiendo como la desazón comenzaba a socavar la tierra bajo sus pies.

Desde el momento mismo en que la carta de Aioros llegó a manos de Saga como una invitación inocente pero sin un motivo claro, debería haber desconfiado. ¡Pero no! Su estúpido y egoísta deseo de volver a hacerse a la mar había terminado por convencer a su gemelo de que iniciar un viaje a tierras griegas, aunque desconocidas, era una buena idea a pesar de la condición mental de Saga.

O cuando el adivino auguró desventuras en su viaje debería haber desconfiado. ¡Pero no! Su ciega confianza en que se cubrirían las espaldas mutuamente en caso de necesidad fue todo lo que hizo falta para que decidieran seguir adelante.

Intentó controlar su respiración para impedir que la desesperación continuara haciendo mella en él. Se pasó el antebrazo por la frente quitándose el sudor y tragó saliva junto con las lágrimas que no lograron caer de sus ojos.

No era el momento de mirar hacia atrás.

Era el momento de ayudar a Saga tal y como se lo había prometido y para eso necesitaba volver a ubicarse y llegar hasta él.

Caminó con mayor precaución, procurando asomarse en los diferente callejones que encontraba intentando encontrar algún punto de referencia, pero nada de lo que veía le resultaba familiar y la situación apremiaba...

Hasta que comenzó a percibir el frío contra su piel, como una escarcha que se desprendía del mismo aire y el tiempo pareció dejar de correr y la sangre se le espesó en las venas hasta el punto que parecía lastimarle mientras fluía tratando de mantener su cuerpo en funcionamiento.

No le hizo falta verlo para saber lo que había sucedido con su hermano, porque tuvo la misma experiencia la primera vez que se encontró de nuevo con él cuando volvió de su periplo por el mar: ese Saga que se veía igual que Saga pero que no era él y del que no quedaban ni rastros cuando ese otro se apoderaba de su mente y borraba todo rastro de la existencia de su gemelo.

Aún así se armó de coraje y obligó a sus adoloridos músculos a acercarse a la figura que apenas y acababa de salir del callejón por delante suyo.

-Saga... - lo llamó en un susurro ahogado.

Saga reaccionó rápido: con un movimiento brusco se giró y empujó a Kanon contra la pared más cercana, aturdiéndolo, sorprendiéndolo unos segundos, aprovechando ese instante de ventaja para llevar sus manos hacia la garganta de su hermano y apretar...

Kanon se encontró de repente boqueando por la falta de aire, intentando luchar contra esa existencia que corrompía el alma de su hermano y buscaba destruir la propia.

Se aferró con firmeza a los antebrazos de Saga luchando por zafarse del agarre al que era sometido, pero la inconsciencia de su hermano parecía dotarlo de una fuerza inhumana.

-Sa... Saga...

Kanon clavó sus uñas en la piel de Saga en un intento porque el dolor de la herida hiciera volver a su hermano, pero solo sintió como la fuerza de su gemelo crecía mientras la suya disminuía con cada apretón que se cernía con saña sobre su cuello.

-Saga no está... - ese otro le habló sin emoción, con una ronquera que distorsionaba su voz.

A pesar de faltarle el aire y sentir como lentamente su cerebro se iba vaciando de pensamiento, al final lo único que quedó fueron los mismo interrogantes que por mucho tiempo habían permanecido olvidados porque ese otro no había vuelto a aparecer hasta ahora: ¿así había sido el tiempo que no estuvieron juntos? ¿Había lastimado a alguien? ¿A cuántos? ¿Por qué Saga?

-No puedo dejar Saga que vuelva... - el terrible resultado de lo demonios que azotaban la mente enferma de su hermano le hablaba firme, con decisión – No puedo dejar que lo traigas de vuelta...

Los demonios estaban ahí dentro y esta vez habían logrado incluso cambiar completamente el rostro de Saga. Porque a pesar de la bruma que empezaba a empañar la vista de Kanon, notaba como los ojos antes verdes de Saga se veían casi negros a la tenue luz de la luna de tan inyectados en sangre que se encontraban y su sonrisa se había transformado en una grotesca mueca de maldad que parecía agrandarse mientras Kanon se desvanecía.

*****

*Manías: son ciertas divinidades misteriosas de la mitología griega, que personificaban la locura y la demencia. (Wikipedia: )

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