Parte VIII - Massalia (en el puerto)

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Divisar la costa de Massalia fue un alivio para toda la tripulación después de los últimos días en altamar bajo la presión de la tormenta y de un posible ataque cartaginés. Por suerte para ellos eso último nunca ocurrió, pero la tensión se había hecho patente en todos a bordo del navío y en la larga noche de espera por la salida del sol para poder continuar la navegación.

Por eso, ahora Kanon se encontraba echado entre las bolsas del cargamento en la bodega del barco y descansaba a pierna suelta después de haber permanecido de guardia durante la noche. Saga, debía confesarlo, había cabeceado más de una vez y no por poco tiempo, porque cuando alzaba la vista al cielo, se encontraba con que las estrellas habían cambiado de posición. Maldecía por la bajo y esperaba que nadie más se hubiera dado cuenta. Sin lugar a dudas la vida en Atenas había logrado aburguesarlo al punto de no soportar las largas horas de guardia.

Hizo visera con una mano sobre sus ojos contemplado hacia atrás la infinidad del mar y pensando en lo lejana que le parecía Atenas en ese momento y decidió que era tiempo de bajar a la bodega y despertar a su hermano.

-Kanon... - lo llamó arrodillándose a su lado, sacudiéndolo suavemente por el hombro. Observó las bolsas negras bajo sus ojos y sonrió con dulzura. Le corrió algunos mechones que le cubrían la cara antes de volver a llamarlo, pero Kanon permanecía inmutable. Carraspeó tratando de hacer algo de ruido para llamar su atención – Kan...

Supo que estaba despierto cuando sintió el leve roce de unos dedos deslizándose por su pantorrilla y la sonrisa adormilada que aparecía en los labios de su gemelo.

-Estamos por llegar al puerto – le avisó en un susurro.

Kanon se giró quedando boca arriba, gruñendo bajito, cubriéndose los ojos con el antebrazo, remoloneando un poco más.

-Vamos, tenemos que subir a cubierta... - lo amonestó Saga intentando levantarse del piso, pero la mano firme de su hermano sobre su muñeca no le permitió el movimiento.

-Kaliméra (1)... - le murmuró mientras tironeaba de él para acercarlo a su cara y besarlo.

Habían comenzado a acariciarse y besarse con mayor fogosidad cuando las voces de los demás marinos empezaron a llegar a sus oídos en forma de vítores por la llegada al puerto de Massalia.

Saga quiso cortar el beso al tratar de levantarse, haciendo fuerza con sus manos apoyadas en las maderas del piso, pero Kanon había rodeado su cuello y se empecinaba en mantenerlo en esa posición un poco más. Al final tuvo que ceder cuando las voces comenzaron a acercarse a donde ellos estaban.

Saga rebuscó entre las bolsas del cargamento hasta encontrar sus zurrones, se apoyó en una de ellas para ponerse de pie y tenderle la mano a su gemelo. Kanon se peinó los cabellos con los dedos y siguió a su hermano hacia cubierta para encontrarse con el pequeño pero pujante puerto de la colonia griega de Massalia.

-Llegamos al fin de nuestro viaje – les dijo el padre de Julián apareciendo frente a ellos.

Y al principio del nuestro, pensó Saga.

-Gracias, Piteas (2) – contestó Kanon extendiendo el brazo derecho en dirección al hombre quien lo tomó por la muñeca estrechándolo en señal de confianza – Me gustaría pagarte de alguna forma los inconvenientes que pudimos haberte generado...

-Tus años de servicio a bordo fueron más que suficientes, Kanon – le puso una mano sobre el hombro y apretó amistosamente – Y Julián no me hubiera perdonado nunca el negarte un viaje – y rió de buena gana, reconociendo que los caprichos de su primogénito habían tenido mucho que ver en la decisión de llevarlos a bordo.

Apártate del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora