Parte X - Massalia (en el cuarto de aseo)

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Un gesto hosco por parte de Kanon terminó por alejar al último esclavo quién, prácticamente, huyó presuroso del cuarto de aseo dejando a los gemelos a solas, cerrando la puerta al salir.

-Se lo ve bien a Aioros – comentó Saga, casual, comenzando a quitarse las sandalias sentado en uno de los bancos contra la pared.

Kanon resopló indiferente, restándole importancia, concentrándose en la decoración del lugar: una bañera de piedra, amplia, en la que tranquilamente cabían dos personas, quizás tres, algo inusual en las casas de Atenas, pero un capricho en el que Aioros, evidentemente, podía incurrir; repisas con diversos potes de esencias aromáticas; lienzos de lino para secarse el cuerpo pulcramente acomodados en otra repisa, bancos a lo largo de la pared donde dejar las vestimentas usadas y donde encontró dos pares de túnicas limpias que algún esclavo había dejado y no había visto con anterioridad; aunque quizás lo que más le llamó la atención fue el decorado en las paredes: pinturas representando algunos de los clásicos mitos griegos: el rapto de Ganímedes por parte de Zeus, la muerte de Jacinto y el sufrimiento de Apolo, como también a los héroes Aquiles y Patroclo. No cabían dudas de que Aioros se estaba dando la buena vida en Massalia.

Apartó su vista del decorado para encontrarse con Saga desnudo a uno de los lados de la bañera, vertiendo cuidadosamente un poco de aceite aromático en el agua caliente y dejando el frasco al costado cuando considero que era suficiente.

-¿Jazmín? – preguntó Saga, aspirando el dulce aroma que traían consigo las volutas de vapor que se elevaban.

-Sí – contestó Kanon apático, después de acercarse y ponerse de cuclillas del lado contrario de la bañera, apoyando su mentón en sus brazos cruzados sobre uno de los bordes.

La visión de Aioros había logrado remover sentimientos en su interior que pensaba erradicados hacía tiempo, pero que ahora los sentía como las manchas de aceite con las que jugueteaba sobre la superficie del agua: incapaces de desaparecer por completo, flotando entre el océano de sus sentimientos y sin terminar nunca de fundirse con el resto.

Las piernas de Saga apareciendo delante de sus narices lo sacaron de sus cavilaciones y alzó la vista, recorriendo con la mirada el cuerpo de su hermano a medida que se perdía dentro del agua que le acariciaba la piel con su reconfortante calidez, casi como si él mismo estirara la mano y rozara con las yemas de sus dedos la suave curva de los muslos de Saga y siguiera hasta el valle de su cintura o la planicie de sus abdominales.

Saga se perdió completamente dentro de la bañera, hundiendo su cuerpo, sujetándose de los bordes, manteniendo la respiración bajo el agua por unos segundos, hasta que el áspero roce de los dedos de Kanon sobre sus manos lo trajo de nuevo a la superficie. Se limpió los ojos con la otra mano, observando como su gemelo se ponía de pie y tomaba de una de las repisas un estropajo antes de volver a ubicarse a su lado. Lo mojó en el agua perfumada, estrujándolo y volviéndolo a mojar hasta dejarlo blando y maleable.

Saga inclinó la cabeza, intentando encontrar la mirada de Kanon, pero sus ojos verdes parecían ajenos a cualquier otra cosa que no fuera el agua que se escurría entre sus dedos y goteaba sobre la superficie, como perdido en sus propios pensamientos. Por un momento Saga se sintió a la vez intimidado y receloso: el perfil que su hermano le brindaba parecía el que solía mostrarles a sus enemigos en el instante previo a lanzarse a la batalla.

Estiró la mano, intentando tocarle la mejilla para devolverlo a la realidad, pero el movimiento fue interrumpido por el propio Kanon que tomó el brazo de Saga y comenzó a lavarlo: el roce tosco del estropajo le raspaba, hacia arriba y hacia abajo, a lo largo de su brazo, volviéndolo rojo por la fricción. Hizo un intento de retirar la mano de su hermano, pero enseguida la rudeza fue suplantada por las delicadas caricias de las manos mojadas de Kanon que se resbalaban por su piel y lograron tranquilizarlo.

-Metete conmigo, Kanon – le dijo ladeando la cabeza hacia su lado.

-No – respondió, estirándose por encima de la bañera para alcanzar el otro brazo de Saga, repitiendo los movimientos que había hecho antes.

¿Quién te hace sentir así?, pensó Kanon, por fin alzando la vista de lo que estaba haciendo para enfocar sus ojos en Saga, quien como leyendo sus pensamientos, movió despacio la cabeza de un lado a otro, negando, buscando ahora retenerlo por la muñeca.

Se escurrió del agarre y cambió de posición hasta quedar detrás de su gemelo. Dejó el estropajo en el borde de la bañera y tomó los cabellos de Saga con ambas manos, peinándolo con sus propios dedos en una cola de caballo, desde la frente hacia la nuca, mojándolos cada tanto para facilitar la tarea hasta dejarlos sobre uno de sus hombros y recuperar el estropajo.

Las sensaciones comenzaron a recorrer con mayor intensidad el cuerpo de Saga. Ya no era solo la calidez del agua, sino la del aliento de Kanon que sentía próximo al pabellón de su oreja y le erizaba los vellos de la nuca; no era solo el aroma a jazmín que relajaba su mente, sino el aroma sexual de Kanon que lo llamaba brotando de los poros de su piel y excitaba sus sentidos; ni tampoco era solo el castigo áspero del estropajo, sino las caricias de los dedos de Kanon que seguían el camino que las gotas de agua recorrían sobre su piel.

-Metete conmigo – cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola contra el borde de la bañera, entre los brazos de su gemelo, repitiendo su pedido.

Kanon no respondió, en su lugar acercó sus labios al cuello expuesto de Saga, lamiendo las gotas, mientras sus manos delineaban sus músculos antes de perderse también bajo el agua.

-Él no te hace sentir así – afirmó más que preguntó cuando con el pulgar rozó el pene de Saga que comenzaba a buscar atención, materializando sus pensamientos y a pesar de no nombrarlo directamente Saga sabía a quien se refería.

Levantó sus brazos por encima de la cabeza para acariciar los cabellos de Kanon y giró el rostro buscando su boca, gimiendo bajito cuando la lengua de su hermano finalmente encontró el refugio en sus propios labios.

-Nadie más me hace sentir así... - se giró completamente tomando entre sus manos húmedas el rostro de Kanon y hablándole de frente, buscando disipar toda duda de los pensamientos de su hermano.

Y en el espejo que los ojos igualmente verdes de Saga le proporcionaban, Kanon tuvo la certeza de que no mentía.

Saga volvió a besarlo con ternura, reafirmando sus palabras y apoyó su frente contra la contraria cuando necesitó recuperar el aliento.

-Ahora, Kanon, el agua se enfría y quiero que vengas... - le dijo sobre sus labios antes de escurrirse hacia el otro lado de la bañera, estirando los brazos como llamándolo.

Kanon no necesitó nada más que la voz grave y seductora de Saga en tono de orden para terminar de quitar la nube oscura de su cabeza y decidirse a meterse en la bañera.

Debía reconocer que se moría de ganas porque los chapoteos retozones se escucharan desde afuera.

Apártate del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora