Parte XXII - Massalia (en las calles - alastor*)

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Las uñas de Kanon que se clavaban en sus antebrazos no lograron despertar la adormecida psique de Saga de la manera en que sí lo lograron los ojos blancos de su hermano mientras lo empujaba a la inconsciencia: la razón de Saga, como un grito desgarrador de impotencia, se abrió paso en la noche que reinaba en el interior de su mente el tiempo suficiente como para reconocer las facciones de su gemelo, cortar la presión que ejercía sobre su cuello y soltarlo. Pero el tiempo no le alcanzo como tomarlo en brazos y evitar que golpeara contra el suelo cuando el peso de su cuerpo flácido empezó a resbalar por la pared.

"¡Kanon...!"

El nombre de su hermano se formó en su cabeza, reverberó en su interior y se atoró lastimosamente en su garganta reseca, bloqueado por la presencia insoportable de ese otro que con velocidad volvía a tomar control de sus movimientos.

-¡Saga! - gruñó entre dientes, frunciendo el ceño y cerrando los ojos, encerrando a la consciencia de Saga tras pesados e impalpables barrotes - No es momento... - le reprochó torciendo el gesto con disgusto, desviando la mano que Saga había empezado a estirar para correr los cabellos de su hermano que le tapaban el rostro y llevándola a su propia frente masajeándose el entrecejo.

Saga le producía dolores de cabeza: no porque fuera particularmente dolorosa su presencia en el interior de su mente, porque la mayoría de las veces solía ser bastante dócil, si no porque cuando se trataba de Kanon, Saga se volvía increíblemente audaz y se atrevía a interponerse en su camino obligándolo a concentrar sus fuerzas en acallar su voz que se agitaba como bestia encadenada, golpeando los muros invisibles de su prisión interna con enorme violencia, clavando sus uñas en la densa penumbra, rasgando la cordura que aún permanecía intacta en las profundidades de su compartida psique hasta hacerse sangrar los dedos intentando emerger.

Se dejó caer de rodillas, sosteniéndose de la pared, mientras sentía las sienes palpitando, como dentelladas que le mordisqueaban el cerebro.

Saga nunca antes se había comportado así. Nunca antes se había mostrado tan molesto, tan furioso. Nunca antes le había hecho trabajar tanto para poder controlarlo...

Pero cierto era que él nunca había llegado tan lejos. Nunca antes había lastimado a Kanon, por lo menos no con la clara intención de suprimirlo. Porque Kanon siempre había sido ese muro infranqueable que Saga protegía a costa de todo.

Incluso a costa de su propia sanidad.

Inspiró profundo cuando por fin logró controlar los rugidos de Saga hasta que se transformaron en quejidos lejanos. La tensión que sus músculos habían acumulado se liberó como una carcajada: silenciosa al principio, como un mueca ridícula en su boca, sofocada después cuando se dejó caer contra el cuerpo desmayado de Kanon, riéndose sobre su pecho.

Carraspeó controlando la risa, limpiándose la saliva de las comisuras de los labios contra la túnica de su hermano y estiró la mano llevándola tontamente al mentón de Kanon, haciéndolo hacia un lado y el otro.

-Supongo que podría permitirte este último capricho, Saga...

No es que la idea de dejar con vida a Kanon le agradara, pero estaba mentalmente exhausto, no podía permitirse una nueva revuelta de Saga en su interior y, muy a su pesar, sabía que le debía a Kanon gran parte de los renovados bríos con los que había vuelto a tomar posesión de Saga: después de todo, el tiempo que había estado dormido en su interior, controlado por la voluntad del mayor de los gemelos, se debió a los cuidados de Kanon que apuntalaron y mantuvieron la delicada psique de Saga.

Así que, como un último acto de deferencia hacia ambos, decidió que podía perdonarle la vida a Kanon.

Se levantó y se puso detrás de su cabeza, se inclinó un poco, lo tomó por los sobacos y, con cierto esfuerzo, lo arrastró calle abajo. El cuerpo de Kanon le pesaba y tuvo que parar algunas veces para recuperar el aliento, pero no se detuvo hasta llegar a un lugar cercano al puerto para, por fin, abandonarlo en un callejón.

Y se quedó unos momentos ahí, parado, mirándolo desde arriba, como la sombra siempre presente que sobrevolaba las vidas de los gemelos, casi como si repensara la decisión que acababa de tomar.

Sabía que dejar atrás al gemelo le traería inconvenientes más adelante: quizás Saga se volviera más inestable y difícil de controlar, quizás Saga empezara a recordar el pasado que había preferido olvidar y si Saga recordaba quizás ese sería su propio final...

Pero él, a diferencia de Saga, no había basado su existencia en meros "quizás". A diferencia de Saga, él siempre había aprovechado la oportunidad, nunca había vacilado: su voluntad siempre había sido férrea tanto para resolver como para ejecutar. Después de todo, su nacimiento se había debido a esa mismísima imperiosa necesidad de actuar.

Por eso, para poder tener el futuro que tanto ansiaba, ese en donde caminar bajo los rayos del sol no fuera solo una invención de su imaginación y dejar de ser la sombra que solo poseía la mente del mayor de los gemelos cuando más vulnerable se encontraba, debía extirpar la existencia de Kanon de la vida de Saga.

Para siempre.

Escuchaba las olas que rompían cerca y pensó que ya no le costaría mayor esfuerzo arrastrar a Kanon un poco más, pero sintió agitarse en su interior los grilletes que sujetaban la delicada psique de Saga como una advertencia para que no lo hiciera y finalmente se alejó por donde había llegado.

Quedarse más tiempo hubiera sido peligroso: la amenaza latente que Saga representaba para él podría volverse patente si cambiaba su idea con respecto a Kanon.

Permanecer en Massalia ya no era una opción. Su cualidad de gemelo era demasiado llamativa como para pasar desapercibido y con que hubiera uno en Massalia era suficiente.

Poner distancia entre ellos era la única alternativa para poder seguir viviendo.

Debía encontrar la forma de volver a Grecia.

Debía volver esa misma noche.


*****

*alastor: fue un epíteto del dios griego Zeus que lo describió como el dios de los malos actos: específicamente, es relacionado con el derramamiento de sangre familiar.

Apártate del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora