Dos

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Las horas pasaban y él seguía ahí, inmóvil y en absoluto silencio. Nunca había estado en una casa humana, ni en su mundo ni en este, así que aquel edificio le llamaba un poco la atención. Había un librero lleno de libros y cuadernos a su costado. El amplio sofá donde ella descansaba tenia un delicado color muy agradecido a la vista. s
Sobre la pequeña mesa,con dos sillas, había una maceta con menta. Sobre el gabinete, al lado de la cocina crecían otras plantas. Más allá se apreciaba un angosto pasillo que cruzaba la cocina hasta el patio. Él había entrado por ahí. Del otro lado había una puerta entreabierta que dejaba ver una cama. Supuso que esa era la alcoba. Una casa pequeña que decía bastante de la muchacha cuyo brazo sé deslizó de su pecho al piso indolente ¿En que momento se había dormido?

Mary era para Daishinkan una persona insolente y sin mucho filtro para decir las cosas, lo que causaba que le resultara un tanto grosera o soberbia. A ratos realmente lograba molestarlo,
pero la peor parte es que ella no se proponía tal cosa, era así por naturaleza y no había mucho que hacer al respecto,aunque tenía que admitir que sus ideas eran bastante interesantes y que ella comprendía esos mundos mejor que la propia aurora, sin embargo, beso no menguaba en nada su recelo hacia ella. Para colmo que se durmiera lo hacía sentirse ignorado por completo. Fingió toser para despertarla, pero nada. La llamó por su nombre y ella abrió los ojos con una expresión terrible.

-¿Sigue aquí? ¿No le dije que se fuera?

-Le dije que no puedo volver a mi mundo...

-Que se fuera de mi casa -corrigió la muchacha mientras se ponía de píe- Me da igual lo que haga sólo no lo quiero aquí. Su presencia me es molesta. Usted no me agrada y menos desde que trato de matarme.

-Mi intención no era matarla o hacerle daño-le señaló Daishinkan algo molesto.

-¿No? Supongo que eso fue un bonus.Ahora váyase-le ordenó Mary mientras caminaba a la cocina con dificultad.

Daishinkan la siguió con la mirada y observó la pierna derecha de la muchacha. Tenía una especie de venda sobre la rodilla. Desde su ubicación la vio lavarse la cara en el lavado de la cocina para después beber agua directo del grifo. Volvió a paso lento hacia la sala. Se notaba que esa lesión le causaba bastante dolor.

-No debería caminar-le dijo Daishinkan cuando ella pasó junto a él.

Mary lo miro, pero no respondió.

-Supongo que vive sola aquí y no tiene nadie que la cuide- continuo el Gran Sacerdote con una sonrisa que mostraba una pequeña satisfacción al decirle eso.

-¿Me vas a proponer hacerlo tú? Porque sino es así mejor cierra la boca-le dijo Mary y en esa oportunidad estaba molesta.

-Le iba a preguntar si quería que la curará-le señaló entre divertido y molesto.

-No hace falta,gracias-le dijo secamente.

-Es usted muy necia.

-¡Vete de mi casa! Es incómodo que estés aquí.

-¿Incómodo? ¿Por qué? ¿A caso..?

El timbre sonó y Mary le dijo que se ocultara para ir a abrir la puerta, pero él no lo hizo. Una voz masculina grave, fue lo que escuchó Daishinkan y luego de un saludo bastante amistoso. Vio entrar un hombre un poco más alto que Mary con el cabello muy corto y un traje deportivo. Cuando se encontraron, ese hombre, vio a un muchacho albino nada más. Ni piel azul, ni halo. Sólo un hombre joven con un atuendo algo peculiar.

-Hola- le dijo el hombre y antes de que pudiera decir otra cosa Mary le señaló que era un primo suyo que estaba de visita-¿Un primo? ¿Es de tu país? ¿Habla otra idioma?

-Hablo vários, ciertamente le respondió Daishinkan.

-Ya veo...

El hombre no volvió a hablar con él y se concentró a lo que iba, pues tenía bastante prisa. Revisó la pierna de la muchacha con mucho cuidado.

-Aun está muy inflamado. Sólo quedan dos semanas de preparación, asi no podrás presentarte a la pelea. Será mejor avisar que nos retiramos -le dijo aquel sujeto.

-Dame una semana más antes de eso-le dijo Mary.

Daishinkan los escuchó hablar sin intención y comprendió todo el asunto rápidamente. Una vez que el hombre se fue se acercó a la muchacha, que estaba sentada en el sofá, y se inclinó un poco para ver la rodilla de la joven unos segundos y luego apartarse.

-Su pierna esta curada ahora-le dijo tranquilamente.

-No voy a darte las gracias por esto...No te lo pedí y es lo mínimo que puedes hacer después de que trataste de matarme.

-Le dije que no era esa mi intención, pero comprendo su aversión hacia mí.

-Me alegro y ahora vete por favor.

-¿Tan desagradable es mi presencia para usted?-le preguntó el Gran Sacerdote esta vez sin más expresión que la habitual- Lamento que sea así, mas como le dije antes, entiendo su rechazó a mi persona, sin embargo, voy a apelar a su sentido común. No puedo volver a mi mundo y este es el lugar más tranquilo donde puedo estar, mientras espero.

-¿Quieres un lugar tranquilo? Bien lo llevaré a uno, sígame-le dijo Mary.

Camino a través de ese pasillo que atravesaba la cocina hasta el jardín posterior y una vez que Daishinkan puso un pie fuera, la muchacha le cerro la puerta con violencia. Daishinkan sólo suspiro mientras la escuchaba decir:

-Espere allá afuera...

-Esta mujer es un dolor de cabeza-se dijo en voz baja mientras un gatito se frotaba contra su pierna.

Mary respiro más aliviada, pero al darse la vuelta para volver a la sala se encuentro con Daishinkan de frente. Tenía un gatito entre las manos.

-Eso no fue muy amable-le dijo él.

-Tampoco lo es imponerme su presencia...

-¿Acaso olvida quien soy yo?-inquirió el Gran Sacerdote dejando al gatito en el suelo para caminar hacia ella.

Levito hasta quedar a su estatura y la hizo retroceder hasta que la espalda de la muchacha toco la puerta.

-Su impertinencia es agotadora-le dijo con los ojos fijos en los de ella-¿Qué sucede? ¿Se ha quedado muda?

-Estaba pensando en que su cabeza es muy grande en proporción a su cuerpo y que la de Korn es todo lo contrario-le respondió Mary.

El Gran Sacerdote levantó una ceja.

-Insolente-le dijo él

-Altanero -le dijo ella.

-Vulgar- le respondió Daishinkan.

-Manipulador- le respondió Mary.

-Su cabello parece una enredadera que me gustaría ver hecha ceniza.

-Pareces un muñequito de porcelana que me gustaría romper.

Guardaron silencio y ninguno abandonó su postura o bajaba la mirada. Estaban ahí tan cerca el uno del otro que sentían sus respiraciones.

-¡No me agradas!-exclamaron a dúo.

La menos pensadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora