Dieciocho

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La cena fue callada, pero no porque no tuvieran que decirse. A ratos Mary se perdía mirando las estrellas y se sumergia en sueños de infancia o en fragmentos de poemas. Daishinkan ignoraba los pensamientos de la mujer, pero intentaba aproximarse a ellos leyendo la luz de sus pupilas y la sonrisa sutil en aquella boca que a ratos, como divagando, soltaba una impresión respecto a la comida o al paisaje.

-Todo esto parece es un sueño muy agradable-comentó la muchacha viendo el firmamento- Incluso su presencia me sustenta esta idea ¿Tienes sueños, Tannat?

Daishinkan la miró y se tomó un buen tiempo antes de responder.

-¿Se refiere a esas imágenes que vienen a mi cuando duermo?-le preguntó con aire inocente- Antes de llegar aquí ni siquiera dormía y...

-Creo no pregunte bien-lo interrumpió Mary-
¿Deseas tener algo que piensas te complace o te hará feliz?

El Gran Sacerdote la miró con gravedad.

-Sí-dijo al final- Quería una respuesta.

-Una respuesta ¿A qué pregunta?

Él la miró de nuevo, fijamente, luego movió la mano por encima de la mesa y está desapareció. Mary se apartó de la silla para que él la esfumar también. Una vez sólo estuvieron ellos sobre esa plataforma, la muchacha esperó la respuesta, pero al darse de cuenta de que él no pensaba compartir esa idea, se sentó en el borde para ver el prado de nubes que se extendía al infinito. El Gran Sacerdote se quedó de pie a su lado, en silencio, hasta que ella giró su rostro hacia él y le señaló sentarse para una vez tenerlo en la postura que quería, apoyar su cabeza en el regazo de él.

-¿Cuál es la pregunta, Tannat?- preguntó la muchacha.

-Eso es un secreto-le respondió mientras apoyaba su mano sobre el brazo de la muchacha.

-Entiendo...

Ella no volvió a hablar y el Gran Sacerdote comenzó a peinerle el cabello con los dedos. Esos hilos de cobre se quedaban prendidos entre sus falanges y parecía gustarle se enredaran así.

-Usa el cabello demasiado largo-le comentó.

-A mi me gusta así-le dijo Mary.

-También a mi confesó- le confesó.

-No empiece-le advirtió la muchacha.

Daishinkan se sonrió divertido y se quedó quieto con ella reposando en su regazo. Mary le preguntó si tenía sueños y la verdad es que desde que dormía, si tenía. En algunos solía verla a ella, pero ignoraba aquellas visiones aunque la última le provocó ciertos cuestionamientos a sus acciones. Miraba el cielo y pensaba en varias cosas, entre ellas su llegada a ese lugar. Mintió. Él sabía cómo es que terminó en la casa de la muchacha. La siguió. Así de simple. Daishinkan la siguió. Después de que ella abandono su mundo, justo después de la carrera a través del camino de la serpiente, una vez la otra chica se fue, partió detrás de ella. El motivo, su pregunta que pensó no había respondido correctamente allá en el mundo al que pertenecía. ¿Por qué desde que la conoció la atacó? Sinceramente no tenía motivos para hacer algo como eso. Ella no le había hecho nada, ni siquiera lo había insultado o algo así, para que él por poco la mata. La miraba, en ese momento, tan pacífica y quieta dormida en su regazo. Ella no le temía, le tenía sus reservas, pero no le temía y si se durmió en su presencia es porque se sentía a salvo con él. Bueno tampoco es que él quisiera lastimarla, pero si quería algo de ella. Algo que no estaba seguro si debía intentar tomar o no.

La levantó en sus brazos y la llevó a casa. Unos segundos le tomó aparecer en esa sala y dejarla recostada en el sofá para contemplar aquella figura que tanta agitación le causaba en su ser. Siendo quien era y siendo lo que era; tenía tan poco que contar de si mismo. Páginas en blanco que se llenaban según el capricho de quien quisiera por entretenimiento, burla o afecto; darle una vida más allá de ser el Gran Sacerdote. A la larga, que él mismo estuviera ahí era un milagro sostenido gracias a ella y el poder que tenía por ser parte del mundo original. Si Mary quería, si realmente quería podía expulsarlo. Sabía que ella lo sabía, mas la muchacha no tocaba ese punto por la misma razón que él no decía la verdad. Tenían entre los dos una complicidad muy particular. La miraba y llevó sus dedos a sus labios recordando sus besos, algo que no era natural en él y que ella le robaba y él se dejaba robar para que ella sacudiera su ser.

-¿Qué hace?-le preguntó Mary logrando sacarlo de sus reflexiones.

¿En que momento se había inclinado para besarla? No estaba seguro. Se enderezó y se quedó allí parado con aire inocente.

-¿Me iba a besar?-le preguntó ella mientras se sentaba en el sofá.

Daishinkan no respondió, sus intenciones eran obvias ¿Cómo negarlas?

-Tenia algo en los párpados y yo sólo quería quitárselo.

-¿En serio cree que me voy a tragar eso?

-Si- respondió con una mezcla de naturalidad y desfachatez, después se fue a la cocina.

Mary se sacudió el cabello. Era tarde. La luz estaba apagada y la luminosidad blanca que entraba por la ventana daba al lugar un aspecto muy frío.

-Se nos da bien ¿No lo cree?-le dijo ella mirándolo las caprichosas sombras en el techo.

Daishinkan miró atrás por encima de su hombro y la vio allí sentada tranquila y pensativa. Se llevó la mano a la barbilla como considerando algo y luego volvió sobre sus pasos lentamente.

-He tenido sueños- le dijo cuando llegó junto a ella y está lo miró- Que son la respuesta a mi pregunta y también un anheló.

Mary guardo silencio. El cabello le caí sobre el rostro y sus ojos  tenían algo diferente.

-Yo tengo una necesidad- le confesó ella- Desde hace tiempo...mi ser necesita algo para no perderse en lo que tanto odio.

Daishinkan la contempló un instante, luego miró sus manos como preguntandose algo. Cuando apartó los ojos de sus falanges vio hacia el cuarto de la mujer. Volvió a ver sus manos, a estirar los dedos a volterarlas para apreciar su reverso.

-Muchas veces he leído lo hago- dijo en voz baja, como pensando, pero mas ella lo escuchó- Algunos hasta describen lo que se supone estoy sintiendo, mas yo...yo no estoy de acuerdo con lo que ahí se dice.

-Depende de demasiadas cosas en realidad-le dijo Mary y se apartó el cabello del rostro para ponerse de pie y caminar hacia su habitación- Hay quienes lo hacen sólo por placer, porque se les dio la oportunidad o por el deseo que detona el amor.

-¿Por qué lo haríamos nosotros?

-Porque es la respuesta a muchas de sus preguntas y porque es algo que necesito- Mary respondió.

Daishinkan miraba sus manos cuando ella puso las suyas sobre las de él. Manos blancas, maltratadas, pero estilizadas que se entrelazaron a las suyas. Sus ojos se encontraron justo después.

-De todas, usted, es la menos pensada. Pero es...

-La idónea-dijo Mary terminando la frase- Usted no es él que imagine tampoco, sin embargo, es...

-El perfecto -declaro Daishinkan y le beso una de las manos-¿Me acompaña?

-Es mi casa, usted me acompaña.

-Pero soy...

-Tannat- lo llamó la muchacha inclinándose un poco para verlo a la cara.

-Digame...

-Cállase...-le dijo y lo besó.

La menos pensadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora