Trece

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-¿No quiere saber que intenciones tengo?- preguntó Daishinkan una vez alcanza a la muchacha.

Mary lo miró. Iba a decirle algo cuando su teléfono timbró y respondió en voz baja . La muchacha habló brevemente con alguien y luego,
subitamente, cambio de dirección echandose a correr por la calle. Parecía volar entre las personas y llevaba una sonrisa se alegría que le iluminaba el rostro. Por poco se estrelló contra un hombre de traje que la miro con reproche, pero ella lo ignoro. A donde fuera tenía prisa por llegar. Daishinkan sólo la siguió hasta un edificio enorme que decía "correo". La esperó afuera y al rato la vio salir con una caja de cartón en la mano. No lejos había una banca en la acera y allí se sentó, poniendo la caja sobre su regazo. Parecía muy entusiasmada con ver lo que allí había y la curiosidad de Daishinkan fue exaltada por la emoción de la muchacha.

-¿Qué tiene ahí?-le preguntó el Gran Sacerdote.

-Una encomienda-le respondió sacando una caja más pequeña que llevaba un listón.

Daishinkan no sabía que era aquello, mas ella con desprecio la arrojó a un lado. No así con otra que abrió con una sonrisa amplia. Un aroma dulce salió de aquel envoltorio que ella desbarató para acceder a un pequeño bocado que, al poner en su boca, la dejó con una expresión infantil de gusto.

-¿Quiere uno?-le preguntó gentil al Gran Sacerdote.

-Gracias- le respondió al tomar uno de esos bombones o lo que fuera.

Con cierta desconfianza lo puso en su boca y al derretirse la cubierta de caramelo el sabor de la salsa de frutos rojos le inundó las papilas gustativas.

-Están buenos ¿Verdad?

-Exquisito-comentó el Gran Sacerdote.

-Sólo puedo comerlos una vez al año, cuando mi hermano me envía mi regalo de cumpleaños-le dijo la muchacha.

-¿Hoy es su cumpleaños?

-No, fue el día que usted llegó-le respondió Mary y puso todo dentro de la caja para retomar el camino a casa.

-Crei que los humanos pasaban ese día con sus familiares y amigos.

-Bueno yo lo pasé con un ángel fastidioso- le dijo con una sonrisa divertida- Estoy un poco lejos de mi familia, ahora. Y mis verdaderos amigos, están lejos también. Pero no estuvo mal. Recibí felicitaciones virtuales de muchas personas...y algunos obsequios también.

-¿Cuántos años tienes?- comento el Gran Sacerdote.

-No se le pregunta la edad a una dama. Además soy una niña en comparación a usted-le dijo Mary con un tono juguetón.

-Es la menor de las tres -murmuró el Gran Sacerdote con la mano en la barbilla.

-¿Disculpe?

-Nada ¿Quiere que la ayude con eso?

Mary le dió la caja y él la llevó hasta la casa. Lugar donde ella se encerró en su habitación un rato. Al salir llevaba un atuendo deportivo y se hizo en el cabello una cola.

-Saldré a correr. Hice el desayuno así que, por favor, haga almuerzo-le dijo antes de salir- Vuelvo en un rato.

Daishinkan sólo levantó una ceja. Si sus hijos lo vieran recibiendo órdenes de esa mujer. Era peor si lo hubiera visto Zen Oh Sama. Era ridículo que ella le dijera que hacer, pero antes de darse cuenta ahí estaba; preparando el almuerzo. Podía ser el más poderoso de los ángeles y estaba reducido a un sirviente. Cuando Mary regreso se metió al baño y de ahí salió directamente a su habitación, para salir vestida con unas bermudas y un top con el dibujo de un lobo. Parecían gustarle esos animales.

-El almuerzo está listo-le dijo el Gran Sacerdote y ella entró a la cocina.

- No pensé que lo haría.

-Cocinar no es algo complicado-le dijo él.

-Lo decía porque fui yo quien se lo pidió- le señaló la muchacha- No se ofenda, pero usted no tiene mucha iniciativa.

-¿Iniciativa? ¿A qué se refiere?

-Nada. Supongo que es parte de su forma de ser- murmuró Mary.

-Tal vez sea eso o sólo no me disgusta que me dé órdenes- le dijo Daishinkan con una sonrisa ladina.

-No empiece por favor. Por qué en lugar de estar perdiendo el tiempo no busca una forma de volver. Usted tiene un poder inconmensurable y todo eso.

-Mi poder, de ser liberado aquí, podría traer grandes consecuencias para su planeta- la interrumpió Daishinkan con una voz severa y firme- Por supuesto que contemple otras posibilidades ¿Cree que soy tan iluso para quedarme con las ideas de una mujer rebelde y arrogante como usted, siendo quien soy? Entienda una cosa yo, no necesito su ayuda o sus consideraciones.

Mary lo miró tranquila.

-Váyase entonces- le dijo.

Daishinkan esperaba que ella le gritara o respondiera como siempre, pero en lugar de eso se sentó a la mesa y comió en silencio.

-Gracias y disculpe las molestias causadas- le dijo un poco más tranquilo.

-No hay drama-le respondió sin mirarlo.

-Adios señorita Mary- le dijo y camino hacia la puerta que daba al jardín.

-Adios,Tannat- le dijo la muchacha.

Daishinkan la miró y salió volando ¿Tannat? Nunca antes alguien le había dado un nombre. Pero Salieri lo hizo. Ella le dió un nombre en una de sus historias, pero ni ella lo había pronunciado en su presencia ¿Por qué ella si? ¿Por qué Mary se despidió de él por medio de ese nombre? Desde el cielo miró aquella casa donde habitaba esa mujer tranquila, callada, sin apegos, lista y rebelde que lo atraía y con la que tenía una competencia implícita. Esa mujer que lo alteraba con una mirada, con una frase, era incisiva. Lo provocaba. Si era honesto eso le gustaba. Rabiar un poco era divertido.

Mary salió al patio a alimentar a sus gatitos cuando la sombra de Daishinkan le advirtió estaba a sus espaldas.

-Crei se había ido- le dijo sin verlo.

-Lo hice, pero decí volver ¿le molesta?-le cuestionó incisivo.

-No, la verdad no- le respondió ella con calma.

-Pensé que mi presencia no le era grata ¿O mi ausencia cambió su opinión?- le dijo y le tomó el cabello.

Esos hilos de cobre que a la luz de la luna parecían fibras de metal y que le gustaban,pues sentía que le quedaban bien a Mary por muchas razones. Ella se giró a él con una expresión de extrañeza al notar que tenía un mechon de su cabello entre sus dedos.

-Usted no pasa inadvertida-le dijo, pero sin mirarla- Es fuego que arde y yo soy hielo que paraliza. Es por eso que no puedo evitar sentir está atracción por usted. Es natural. Ambos quemamos y por eso nuestro instinto nos lleva a un solo resultado.

-Enfrentarnos- le dijo Mary y se puso de pie.

-Pero no impide que...

-Nos entendamos y hasta un punto.

-Mis sentimientos, emociones como sus respuestas son muy mesurados y atolondrados ante la vehemencia humana. No es la pasión algo en lo que yo caiga, pero...

Mary le extendió la mano lentamente, cortando aquellas palabras. Él  contempló aquellos dedos  un momento antes de estrecharla.

La menos pensadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora