Quince

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Daishinkan voló despacio para que Mary viera el paisaje y disfrutará el paseo. La muchacha realmente parecía estar a gusto. Tenía una sutil sonrisa que no quiso quitarle con uno de sus comentario.

Mientras la miraba, cai en cuenta de que era esa muchacha la segunda persona o ser con quien más tiempo había estado en toda su vida. Le agradaba estar con ella. En algún momento comenzó a disfrutar su compañía o bien deseaba estar con ella desde antes de llegar ahí. Tal como le dijo a Mary, ella era fuego que ardía. Era movimiento, era vida...y él quería sentir esa flama en su corazón. La muchacha le gustaba, le era curiosa y atractiva de más de una forma, pero él no estaba hecho para caer en cosas demasiado afectivas o eso pensaba, mas desde su llegada ahí había estado actuando muy diferente a como solía hacerlo. Jugaba bromas a la chica, se enojaba decía lo que pensaba y otras cosas insignificantes para los humanos, pero algo extrañas para él, que siempre tenía una postura cómoda ante todo: la inactividad absoluta. Mary tenía razón, él no tenía iniciativa. Estaba tan habituado a servir a otros que sino le daban una orden o mandato, difícilmente considerarían opciones, mas que nada por hastío.

-Tannat baja allí- le señaló la muchacha y él miro hacia abajo.

Era un mirador natural, despejado de vegetación. Más alla del acantilado se vía una río y una cascada muy delgada. Era un bonito lugar. Bajo despacio y apenas Mary puso los pies en el suelo, estiro los brazos a los costados para cerrar los ojos y gritar con todas sus fuerzas. Pero no fue un grito de dolor o rabia sino de liberación. Sonó grave y melodioso hasta desaparecer entre las mañanas.

-¿Por qué hizo eso?- le preguntó Daishinkan con su habitual calma.

-Porque aquí no me llaman loca por hacerlo ¿Nunca ha querido gritar?

-No...

-Bueno yo sí. A veces de frustración o porque estoy feliz, pero hacerlo en la ciudad no es buena idea-le dijo la muchacha- Bueno yo pondré la tienda y usted...no sé...disfrute el paisaje.

Daishinkan levantó una ceja mientras ella tomaba la mochila y sacaba algunas cosas. Se le quedó mirando un momento luego caminó al borde del precipicio y contemplo el paisaje. Un viento suave subía hasta ahí y le acarició el rostro agitandole el cabello. Cerró los ojos un momento y escuchó la sinfonía de las montañas. Rumores de agua, de aves, animales,viento y hasta el suelo mismo con su vibración le parecían estar hablando.

-Es mágico ¿Verdad?-le dijo Mary después de un rato y el volteo a verla- Sentir...es mágico.  Sobrecogedor y algo aterrador.

Daishinkan regresó su mirada a donde estaba. El sol le dió directo en el rostro está vez, más a él no le molestaba.

-Sí...es mágico- musitó y se quedó allí de pie sin abandonar su postura, pero con una actitud más relajada.

Cuando miró atrás, Mary ya había armado la tienda y le arrojó a las manos una manzana roja que él mordió sin cuestionar que era. Se pasaron el día caminando por ahí y hablando de la naturaleza. Daishinkan descubrió que ella sabia mucho de esta y que a menudo se perdía en las montañas para despejarse de la ciudad.

-Usted siempre busca la libertad- comentó el Gran Sacerdote, mientras volvían hacia la tienda.

-La vida es para ser libre, Tannat-le dijo- Pero a las personas les encanta limitarse y limitar a otros. No podemos llorar o reír en paz...No podemos opinar o ser como queremos ser y muchos lo aceptan, se resignan a eso, yo no.

-La rebeldía es propia de la juventud. Están llenos de preguntas y quieren experimentar todo y no saben siquiera que es todo- le dijo Daishinkan.

-Mí abuelo tenía más de 70 años y siempre busco la libertad de hacer y pensar a su antojo-le respondió la muchacha- Pienso que la juventud es un estado y no una etapa de la vida.

-Es una forma optimista de ver las cosas, pero...

-No quiero ofenderlo, pero ¿Qué sabe usted de la vida? Allá en su burbuja celestial...Es sólo un espectador que mira y aprende, eso lo hace sabio, pero le tengo una mala noticia...los sabios no son felices.

Daishinkan la miró y se sonrió con algo de desdén por aquellas palabras; mas en el fondo, en cierta forma, le llegaron muy dentro. Pensó en una respuesta aplastante, pero finalmente llegaban a donde decidieron acampar y se encontraron con un grupo de ocho jóvenes fisgoniando la tienda.

-¿Necesitan algo?-les preguntó Mary en una tono frío y cortante.

-No, sólo nos estábamos preguntando de quien era esta... No hacíamos nada-le dijo uno de ellos.

-¿Vinieron a ver la lluvia de estrellas?- le preguntó otro- Nosotros también...¿Quieres una cerveza, linda?

-Claro- respondió la muchacha.

Recibió la lata, habló un poco con ellos y los dejó pensar que ella y Daishinkan eran pareja. Sus palabras, su actitud delataba cautela para el Gran Sacerdote. Parecía cordial, mas estaba a la defensiva y se apartó de ellos rápidamente.

-Tal vez sería mejor irnos de este lugar- le dijo al Gran Sacerdote, cuando se apartaron.

-¿Por qué? Dijo que este era un buen lugar para ver las estrellas que en realidad son fragmentos de...-se interrumpió al ver como la muchacha la miraba- Le recuerdo que tengo el poder para destruir este mundo si lo deseo. Esos jóvenes no deben preocuparle...No está sola.

-¿Usted va a cuídarme?-le preguntó Mary con duda.

-Sí -le respondió- Supongo que no esta habituada a eso, pero puede confiar en mí.

-Si le soy honesta siempre tengo reservas con usted.

Daishinkan se sonrió nada más y ambos entraron a la tienda. La lluvia de estrellas sería visible cerca de las cuatro de la mañana y era temprano.

-Duerma un poco. La despertaré cuando la lluvia comience-le dijo el Gran Sacerdote- Tranquila, no pasará nada.

Mary no respondío y le dió la lata de cerveza que esos sujetos le dieron, ella no bebía. Se recostó en ese espacio estrecho y pronto se quedó dormida. Estaba cansada, caminó mucho ese día. Daishinkan uso su poder para enviar a esos jóvenes lejos de ahí para que no importunaran a la muchacha, luego se le quedó mirando mientras se bebía esa cosa llamada cerveza que le resultó un tanto amarga, pero que le agrado, le recordó algo también.

La lluvia de estrellas comenzó, pero él no lo notó. Estaba absorto contemplado una posibilidad jamás pensada, ajena por completo a él y su naturaleza. Para cuando advirtió la lluvia de estrellas está casi terminaba. Salió de la tienda y miró las últimas caer entonces vio a Mary y luego al cielo otra vez. Levantó su mano, dejando escapar una mínima cantidad de energía hacia la bóveda celeste y luego despertó a la muchacha que salió medio dormida de la tienda, mas al ver el espectáculo despavilo completamente. Se le dibujo una sonrisa amplía y se fue a sentar en el borde del precipicio.

-Es bellísimo- murmuró sin quitar sus ojos del cielo.

Daishinkan miró aquello que para el eran los fragmentos de un planeta muerto que él destruyo para que ella... Sacudió la cabeza y se sentó a su lado ignorando lo que sabía de aquel espectáculo, para ver aquellas luces con la magia de la que hablaba Mary. Entonces pensó en esas luces como suspiros de luz.

-Es muy hermoso debo admitir- comentó después de un rato el Gran Sacerdote.

-"Pero yo en mi propio mundo me siento,etéreo y sin muerte..."- le dijo la muchacha mientras apoyaba su cabeza en el hombro de él- Son los versos finales de un poema que me mostró una amiga. Se los dedicó a usted...

El Gran Sacerdote entendió aquellas palabras y no hizo comentarios, en lugar de eso le dió un beso en la frente aprovechando la posición de ella.

-Creo que vale más ser efímero y mortal- le dijo al fin- En ciertos aspectos.

-No destruyo un planeta habitado ¿Verdad?- le preguntó Mary después de un rato y él lució sorprendido.

-No-le respondío sonriendo.

La menos pensadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora