Seis

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Caminaban por la acera en silencio. Daishinkan tomó la preocupación de hacerse ver cómo un hombre cualquiera. Todos, salvo Mary, veían un joven albino de ojos violeta, piel blanca y atuendo extraño. El Gran Sacerdote se veía bastante animado viendo a su alrededor con curiosidad y de tanto en tanto le hacía preguntas respecto a cosas que observaba. A Mary no le molestaba contestar sus dudas, pero si lo poco discreto que era al mirar. En ocasiones se aproximaba más de la cuenta como cuando vio a una mujer amamantar a su bebé y se quedó parado delante de ella. Del brazo lo tiró Mary para sacarlo de allí.

-Disculpe a mi primo tiene un pequeño retraso mental- le dijo la muchacha a la mujer mientras arrastraba a Daishinkan por la vereda.

-Yo no tengo ningún retraso mental y podría soltarme por favor- le dijo el Gran Sacerdote.

-No es muy "inteligente" de su parte quedarse viendo asi a las personas. Hasta pareces un pervertido.

-Es sólo que el hecho de que ustedes amamanten a sus hijos de esa forma me recordó a como lo hacen los animales...

-Creo que debería ver a los mortales con más frecuencia- le señaló Mary mientras le soltaba el brazo y le sujetaba la mano.

Daishinkan se quedó viendo aquella mano y a la muchacha que iba un paso delante de él. Desde luego que ese gesto no tenía otra intención que evitar que él cometiera alguna otra imprudencia, pero también se sentía extraño. Daishinkan no estaba nada habituado a que lo tocarán en ningúna forma, mucho menos a ser arrastrado por las calles y ser mirado con divertidas sonrisas de parte de los que lo veían pasar. Desde luego él no entendía que daba la impresión de ser llevado a la fuerza por su novia a alguna parte.

Cuando Mary se detuvo en un edificio que decía "Banco" le dijo esperará a fuera y él lo hizo. Un cuartos de hora después la vio salir viendo un reloj que llevaba en la muñeca.

-¿Sabes como volver a casa?-le pregunto.

-Sí...

-Bueno vuelve allá porque yo voy a tomar mis clases de baile. Adiós- le dijo Mary y se encaminó por la vereda hacia el norte.

Daishinkan la siguió y cuando ella lo notó se giró hacia él para decirle que se fuera a casa.

-Le dije que quiero ver el exterior, señorita Mary...

-Bueno, entonces no me sigas- le dijo ella algo molesta.

-No la sigo... Sólo quiero ir e está dirección- le dijo él con una simpática sonrisa, pero según Mary era hipócrita.

Cuando llegó a donde iba, Mary subió corriendo las escaleras. Tropezando con su larga falda, pero no llegó a caer. Daishinkan se le quedó viendo desaparecer detrás de aquella puerta. La verdad el Gran Sacerdote sentía una enorme curiosidad por esa muchacha y quisiera saber que estaba haciendo ahí dentro. Después de una media hora en que estuvo parado ahí a fuera, decidió entrar y al hacerlo se encontró con un hombre joven que le preguntó que necesitaba.

-Busco a una mujer de cabello desordenado, más o menos de su estatura, con ojos claros y actitud arrogante-  le respondió el Gran Sacerdote.

El hombre río.

-Mary está en el salón 10, ensayan baile de salón-le señaló el hombre.

-Gracias- le dijo Daishinkan y se encaminó hacia donde esté le señaló.

Al llegar escuchó la música y vio a muchas parejas, de todas las edades, bailando. También a Mary. Con ese cabello  no pasaba desapercibida. La quedo viendo y noto que se sonreía. Sonreía no con burla o arrogancia,sino alegre y divertida. No recordaba haberla visto sonreír así antes. Al parecer el baile le era una experiencia muy agradable.

-¿Vienes a las clase?- le preguntó una mujer rubia, alta y delgadicima.

-No yo sólo estoy observando- le respondió cortéz.

-¡Oh, pero no te quedes ahí! Pasa, tal vez puedas ayudarme. Uno de mis alumnos se va ahora y una de las chicas se queda sola... ¡Mary, Mary ven un momento

Cuando Mary vio a Daishinkan lo miro molesta.

-Te presento a ¿Cómo te llamas?

-Soy...

-Se llama Dai y es un conocido-le dijo Mary a la maestra.

-Que bueno. Baila con él mientras viene el supervisor de taller. Necesito clase completa y...-la mujer continuó con su explicación mientras ellos dos se confrontaban con las miradas.

-¿Por qué me sigue?

-Yo no la sigo...No se crea importante- le respondió Daishinkan mientras la invitaba a bailar con él extendiendo los brazos como lo hacían los demás varones en la sala.

-Sino me sigue ¿Qué hace aquí?

-Sólo olvide decirle algo- le respondió poniendo su mano en la cintura de la muchacha.

-¿Qué?- le cuestionó mientras de mala gana ponía su mano en el hombro de él.

-Se lo diré después...

Mary hizo un gesto de fastidio.

-¿Sabe bailar?

-soy un ángel Mary. Ver cómo lo hacían fue suficiente para aprender. Lastima que usted no pueda hacer lo mismo.

El pie de Mary aplastó el de Daishinkan sin piedad.

-Eso se sintió como una caricia... ¿Por qué no le pone algo más de fuerza la próxima vez?

La música comenzó a sonar y el baile comenzó. Tal como dijo Daishinkan, le basto ver un poco para comprender cómo funcionaban esos movimientos en combinación con la música.

-¿Cómo lo hago?- le preguntó el Gran Sacerdote a la muchacha que evitaba hacer contacto visual con él.

-Bien- respondío como una bofetada.

-Tengo que decir que me sorprende que alguien como usted tenga este tipo de gustos...Y me agrada que por lo menos en la danza me deje ser quien guía.

-Me dejo llevar porque se supone que es el hombre quien guía, pero lo hago bajo protesta. Que le quede claro- le respondió Mary.

Daishinkan suspiro.

-Bueno... respecto a lo que tenía que decirle- comenzó Daishinkan y la hizo dar una vuelta para luego inclinarla en una postura digna de película- Es que admito se ve linda cuando sonríe...

La levantó otra vez y término el baile como todos los demás. La expresión de Mary era la del desconcierto y desagrado más un poco de ¿Qué fue eso? No le respondió y salió el salón.

-Asi que ese es su talón de Aquiles, Mary- murmuró el Gran Sacerdote.

La menos pensadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora