¿Gustas un taquito?

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¿Qué tan importante es la comida para México?

Verán, mis queridos aprendices...

Uno

-Tu cumpleaños está cerca -comentó Colombia, recordando de repente mientras husmeaba en la hielera, buscando una cerveza.

Sí, ambos hermanos estaban bajo una palapa en la playa. Sí, el sol estaba muy rico. No, los presidentes no tenían que enterarse de que México y Colombia se habían auto-regalado unas vacaciones en algún lugar de un gran país.

México dejó de mirar el ir y venir del mar, al tiempo que estiró sus piernas y brazos en su hamaca, con gesto soñador.

-Sí, we', ya merito viene el pozole...

- ¿Qué?

Porque lo importante no es tanto la Independencia de México como la comida que se sirve durante el festejo. Como el tradicional pozole.

DOS

Con una cucharada de albóndigas en salsa roja en una mano y en la otra el teléfono, México contestó una repentina llamada de Honduras.

Era extraño porque el centroamericano rara vez (o sea: nunca) le llamaba por teléfono. Es más, si México lo tenía registrado era porque había conseguido su número a Costa Rica, no porque el de Tegucigalpa se lo hubiera facilitado.

- ¿Hmm... Güeno?

No se podía conseguir una buena pronunciación del «Bueno» si se tenía media albóndiga en la boca.

- Voy a tu casa.

Por la sorpresa, México pasó su comida rápidamente y casi se ahoga, pero no le iba a dar la satisfacción al catracho de saber eso.

Además, tampoco era normal que Honduras avisara que entraría a la casa de México. El chico normalmente entraba como Pedro por su casa para llegar a la del vecino rubio... Así como México le hacía a Estados Unidos. Estúpida cercanía con Estados Unidos.

-Termino de comer y voy por ti al aeropuerto.

-De hecho... ya estamos aquí. - México notó la carcajada que Honduras estaba tratando de contener.

México se asomó por la ventana: ahí estaban Honduras y Guatemala, con cara de no querer estar ahí.

-Hijo de tu...

«Ah... sí', cierto, el gringo y yo les prometimos más inversión», recordó México. Quizá venía a asegurarse de que esa inversión no eran puras palabras.

México estuvo tentado a llamar a la policía de migración para asustarlos, pero decidió no tensar el momento por una estupidez. Vaya, estaba madurando.

Miró la olla de comida: restaba una albóndiga enorme que había planeado guardar para la cena. Bueno... No siempre tenía la oportunidad de platicar con los centroamericanos en son de paz.

Un segundo después se asomó por la puerta y llamó la atención de los centroamericanos con un silbido y un gesto de la cabeza como invitación para que entraran a la casa.

Secretos pendejos de MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora