Locura

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Isabel se miró en el espejo esa mañana y bufó. Estaba encerrada en el baño y pese a las quejas de la tonta de Jennifer, no saldría durante un buen rato. Realmente no se sentía fea, no realmente, su cabello era ondulado, cayendo hermosamente sobre sus hombros. Detestaba sus cejas, eran gruesas y tan expresivas.

Resopló.

Tocó su busto con delicadeza sobre la toalla y luego se decidió por apretarlos con gentileza. No podía decir que la vida no le había bendecido con un cuerpo lo suficientemente agraciado.

Su padre de escucharle, le habria dicho que prefería la sobriedad. Nada de ropa fuera de lo común, lo suficientemente normal como para pasar desapercibida.

¿Por que ningún chico se había interesado en tener un acercamiento hacia ella?

Sirius Black parecía muy interesado dijo una voz en su cabeza.

- Eso es porque vive tras cualquier escoba con falda - musitó terminando su sesión con el espejo finalmente.

Ya no había nadie cerca y decidió bajar a la sala común y sentarse un rato solo a leer el libro que Remus le había recomendado. Su sillón favorito estaba libre y sonrió al notarlo así que apresuró su paso hasta el, pero algo se lo impedía.

- Jones, Jones. ¿Por qué tan empollona?

- Sirius, ¿por qué tan lamentable? ¿Aburrido? ¿Por qué mejor no vas a ver si alguien te presta atención?

La sonrisa ladina de Sirius le hizo sentir un cosquilleo pero ya sabía que eso era lo que causaba en todas así que no se dejó impresionar.

- Jones, que arisca. ¿Seguro no te apellidas Evans?

- ¿Seguro no te apellidas Tarado? - Remus que miraba la escena alzó sus cejas hacia Sirius con un te lo dije escrito en su cara.

- Auch, Isabel - fingió dolor el ojigris - duele, aquí - señaló su corazón - De cualquier manera eres una cría de catorce años. No vayas a creer que te estoy endulzando el oído para irnos al armario de escobas. Solo quiero ofrecerte mis servicios.

- No sabía que te dedicabas a ser perro guardián - Isabel comenzó a caminar hacia su sillón y Sirius se cruzó de brazos - ¿Por qué crees que necesitaría tus servicios?

- Porque se cuanto te molestan los Slytherin - replicó como si fuese obvio - Te salvé de una el año pasado.

- No te pedí que lo hicieras.

Ruda. Pensó Sirius y usó su mirada intensa y seductora, esa que había aprendido de un tal James Dean en el cine muggle.

- Verás, Jones. Soy un cuidador de almas en desgracia. Eres una chica linda y si tuvieras la edad apropiada, bien que te enseñaría a como...quitarte el estrés de los exámenes. Pero en cambio te ofrezco mis servicios. ¡Garantizados! Si un Slytherin te toca un pelo puedes ir y cortarme mi preciado cabello.

- ¡Aja! - espetó casi con gracia Isabel - ¿Eso a cambio de qué?

- Llegamos a las transacciones. ¡Que bien! Verás mi dulce pequeña Jones, necesito que...ayudes a James con Evans.

Remus observó el rostro de Sirius, esperanzado, infantil, lleno de energía, luego el de Isabel, maduro, serio, enarcando una ceja seguramente pensando en lo estúpido que sonaba aquello.

- Ok. ¿Escuché bien? ¿En serio pides la ayuda de una chica de cuarto año para algo que un...maduro estudiante de sexto puede resolver facilmente?

- ¿Por qué siento que detrás de todo tu parloteo hay un insulto? - Sirius frunció el ceño y se exhaló.

- Oh, porque lo hay, Sirius. Solo que pensé que no serías lo suficientemente inteligente para entenderlo.

Con amor, Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora