Deseaba ser James. Aunque fuese solo un día en su maldita y desgraciada vida. Isabel decia que era envidia sana, incluso ella deseaba tener lo que tenía James con sus padres. Fleamont y Euphemia eran adorables, dulces, amorosos padres y era algo que ni Sirius ni ella conocían de primera mano.
Esa mañana salió de la casa de James, en silencio y dejandole una nota cerca de sus anteojos, paseó por la plaza del valle de Godric y se planteó a sí mismo trabajar tan fuerte y tan constante como para pasar sus últimos días en un lugar tan apacible como ese, quizás si Isabel no se casaba con un adinerado mago de primera clase, le pediría que viviera con él.
Ella vivía en un vecindario completamente de familias mágicas, oculto en una zona pequeña llamada Ottery Heights y aunque era un sitio maravilloso, no era nada pintoresco. Había aprendido a enviarle cartas con hechizos indetectables y ella le respondía bajo el pseudónimo de Queen Isabel I algo divertido y un chiste interno entre ambos. Se sentía ansioso. No le veía desde hacía mes y medio.
Esa mañana estaría sola, como de costumbre. Encerrada solo con sus elfos Gilly y Posey quienes la trataban como si fuese una niña pequeña y la complacían en lo más mínimo. Tocó la aldaba y unos ojos castaños le miraron con sorpresa para abalanzarse sobre él luego.
Isabel Hestia Jones había cambiado, joder que se ha puesto...pero el pensamiento de Sirius se vio interrumpido por el portazo cuando le atrajo al interior de la casa y volvió a abrazarle. Ella le miró de arriba a abajo y le dio la mas calidas de las sonrisas, de una amiga que ha pasado tiempo sin ver a alguien que aprecia mas que a cualquiera.
Sin embargo, Sirius tenía su pensamiento en otro lugar. Allí donde su cerebro estaba palpitando al mismo ritmo que su corazón, tomando cuentas de su pulso y que instintivamente mantenía sus ojos sobre ella. Isabel había crecido unos cuantos centímetros casi alcanzándole, llevaba el cabello suelto y en ondas como siempre su rostro ya no parecía el de la pequeña Isabel que lo arrastraba a tomar siestas cerca del lago, o de la que se escabullía para ayudarle en una treta, ahora era una mujer que se perfilaba ser una de las mas hermosas que había visto y que no había ojos tan simples y tan hermosos como los que tenía en frente.
- Tengo la casa para mi toda la semana, mi hermano mayor está por casarse así que pasa mas tiempo en casa de su novia, los otros dos han decidido viajar cada uno a un sitio diferente y hacer lo usual, evitarse. Mis padres están en una misión, así que ni modo - se encogió de hombros - Si quieres quedarte aquí estaría agradecida, es muy molesto solo escuchar mi propia voz. Ven, quiero presentarte a mis preferitti.
Gilly y Posey eran dos elfos con ojos enormes y que al ver a Isabel le rendían adoración. Ella les pidió guardar el secreto de su visita y que obedecieran a Sirius por ser su mas adorado invitado.
Quizás en un mundo alterno, Sirius no se habría negado a un matrimonio arreglado con una sangre limpia de apellido Jones. Isabel era una dama, una que si Walburga viera y omitiera el hecho de que se llevaba bien con los muggles, también consideraría adecuada. No llevaba ropa muggle sino un vestido de corte amplio y medias veladas, zapatillas de tacón cerrado y el cabello suelto solo con un prendedor de mariposa que sostenía un mechón rebelde.
- ¿Que te ha pasado? - preguntó Sirius con un tono que parecí ofendido - Te ves, diferente.
- Se le llama crecer, Sirius. Parece que mi cuerpo decidió echarse el estirón este año - suspiró - He tenido que comprar ropa nueva y ciertamente ha sido un gran problema. Papá ha traído a cenar a un amigo suyo de norteamérica y al hijo de este, se lo que trama. Quiere que me lleve bien con él y luego planificar un matrimonio.
- Deberías decirle que tu corazón lo ocupo yo.
Aquello hizo sonreír a Isabel aunque no dijo nada más. Sirius lo tomó de manera diferente, una parte de él se sentía molesta ante aquello que le había contado.
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Con amor, Sirius Black
FanfictionUna sonrisa seductora vale mas que mil rosas Eso es lo que un chico de ojos grises siempre piensa Reglas, que valen mas que toda una vida. Existen palabras que pueden detener toda una vida, y cambiar todo un corazón. Seguramente algo para lo que no...