52: Mi niña.

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Jimin:

Mis ojos se abren otra vez, hoy era el día en que todo cambiaría para mi.

Me levanto apresurado al ver que había perdido dos horas durmiendo. No tenía tiempo para contratiempos, hoy era el día.

Puedo oír mi celular, era el padre de Jane quien llamaba. Me llamaba para decirme que Jane ya había sido dada de alta y que ahora estaban yendo a casa.

— Perfecto. —sonrío. —Muchas gracias por avisarme señor, y si, todo ya lo tengo listo. En especial lo que acordamos.

— Buena suerte hijo, tranquilízate, y todo saldrá como lo planteaste.

Él cuelga, y me deja continuar con la rutina que ya había planeado desde semanas. Nada podía salir mal en éste maravilloso día.

— ¡Hijooo~! —aparece mi madre de lo más contenta. Juro que nunca en mi vida la había visto tan sonriente como hoy. —¡Hoy es el día!

— Si madre, hoy es el día. —le digo tallando mis ojos, ahora agradecía el no haberme descambiado, no quería que mi madre me viera desnudo. —Pero agradecería que me dejes alistar, hace poco estaba por desnudarme y tu entras como si nada.

—Oh si, si, es que en realidad me emociona mucho. —se acerca y me da un gran abrazo. Aveces mi madre podía llegar a ser muy melosa. —Mi pequeño ya no será un pequeño después de esto.

—No exageres madre. —le doy un beso en la frente. —Siempre seré tu pequeño, seré el mismo niño travieso que te hacía gritar cada diez minutos. El que jugaba en el jardín contigo, el que te llenaba de mimos y te consentía con lo que podía, siempre, recuérdalo, siempre seré tu pequeño.

Puedo ver como asiente, trataba de cerrar sus ojos, pero sus pequeñas lágrimas se acumulaban. Entendía su miedo, pero aveces se precipitaba mucho. También me dolía verla así, trataba de hacerla parar, no quería llorar en un día así, pues, hoy era el día.

Ella se separa del abrazo y me da un beso en la mejilla, me argumenta que Nam y YoonGi habían llamado a la casa y que pronto estarían para el desayuno y para luego ayudar con lo que faltaba. Yo asiento y ella sale de mi habitación limpiándose las lágrimas.

—Mamá. —ella me mira con sus típicos ojos, esos bellos ojos llenos de amor. —Te amo. —ella sonríe y asiente feliz.

— Yo también, mi pequeño. —dice antes de salir de mi habitación.

Y me quedo solo, no sabía si en realidad hacía lo correcto o no. Pero mi corazón comenzaba a saltar ante la tremenda emoción que sentía.

Decido despejar cualquier duda o miedo y comienzo a alistarse para poder terminar con el plan que recién iniciaba.

[...]

Jane:

— Papi. —llamo su atención después de que se haya sentado en su sillón a ver la nada. Ya estaba acostumbrada a hacerle compañía en silencio. —Luces algo entusiasmado, pero también temeroso. ¿Sucede algo?

Puedo ver que él niega y sonríe, mientras sus ojos me miran con ternura.

— Mi niña. —se acerca más a donde yo estaba sentada. —¿Recuerdas cuando te enfadarte conmigo a los cinco años?

Asiento tratando de entender la situación que poco a poco comenzaba a tornarme dulce.

—Claro que recuerdo ese día. —sonrío. —Recuerdo que me enfadé contigo por bajarme del techo. Quería volar y por eso estaba tan molesta con la gravedad. —ambos reímos ante ese maravilloso recuerdo.

—¿Sabes por qué lo hice? —vi como sus ojos se tornaban cristalinos, sus ojos estaban llorosos y hasta a mi me daban ganas de llorar. —Lo hice porque supe que te lastimarías al caer del techo. Y cuando te tuve en mis brazos no me importó el hecho de que te molestaras conmigo, te quería a salvo porque te amaba. ¿Ahora entiendes porque siempre te alejé de muchos? Porque creí que tenía el derecho de protegerte en todo momento, porque sabía que no podría soportar el hecho de que te lastimarías y que luego te perdería como a tu madre. Supe que mi deber era protegerte de todo, pero también sabía que aveces me equivocaba al no dejarte crecer y experimentar. Mi miedo fue más grande que mi amor, y por eso tuve la imagen de un padre sobre protector. Sé que desde pequeña tenías miedo de preguntarme o consultarme muchas cosas, sé que quizás no fui el padre que ansiabas. Por eso cuando te veo, veo a una hermosa mujer que creció con gracia y mucha belleza, un bello retrato de su madre. Ahora comprendo que todo lo que pasaste, quizás fue mi culpa. Te quiero pedir perdón por todas esos días llenos de inseguridad y temor. Te amo más de lo que piensas, hija.

—Papi. —sollozo. —No sabes cuánto te amo. Sé que tu miedo te limitó a muchas cosas, pero sabía que lo hacías por buenas razones. Nunca te guardé rencor, en ningún momento te odié. Y hasta el día de hoy te agradezco por todo lo que sucede en mi vida, por todo. Gracias a ti, comprendí que el amor es más importante que cualquier cosa, comprendí que cuando uno ama se limita a miles de cosas y aprende de lo bueno. Tu miedo te lastimó por muchos años, pero a mi me enseñó a ser más fuerte. Es así, así fueron las cosas, cualquier hijo habría guardado rencor, pero yo te miro con los mismo ojos llenos de amor, con la misma admiración y con el mismo afán de hace veinte años. Nada es distinto, siempre te voy a amar, en todo momento y en toda circunstancia.

Puedo sentir las manos de mi padre en mis mejillas, mientras las yemas de sus pulgares limpiaban mis lágrimas, ambos lloramos en silencio. Ninguno dice nada, pero ambos sabemos que el amor de padre e hija es un amor irremplazable. Su miedo y el mío nos hizo darnos cuenta de que estaríamos el uno para el otro, todo momento siempre fue atesorado en mi corazón, hasta mi último día.

© only hope ↬ park jimin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora