Capítulo 10

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Narra Purre

— ¡Hermano, tranquilízate! —repetí.

— ¿Hermano? No me vuelvas a llamar hermano porque sabes perfectamente que ya no somos eso. Y ahora, por favor, dime donde mierdas está Pilar. —habló enfadado por el otro lado de la línea. De lejos se escuchaba a Isabella cantar una canción de One Direction —Secuestrar es un delito, Purre.

—No la estoy secuestrando, imbécil. Se ha desmayado y yo la he ayudado. Ahora hemos parado para comprar unos bollos. Yo la llevo a casa ¿vale? No te preocupes. — mentí y miré a Pilar desde fuera del auto.

Estaba mirando a los lados como una loca.

—Como la pase algo te juro por mi abuelo que... —empezó.

—Los juramentos son para los niños. Adiós Jack y dale una pastilla a Isabella para que deje de gritar. —contesté y colgué la llamada.

Me volví a subir al auto y le devolví el celular a Pilar.

— ¿Cómo vas? —pregunté. Ella me miró, pero no me respondió.

Esperé un rato más porque me daba miedo su mirada y al final, se terminó quedando dormida. Me giré hacía el volante y puse el auto en marcha. Antes que nada, me giré y le puse el cinturón de seguridad. Respiré profundamente y me centré en la carretera. Por suerte no me había dado tiempo a beber más que un chupito y el Vodka, así que conduje con tranquilidad hasta mi casa. Media hora después, habíamos llegado.

Como era obvio, Pilar no tenía llaves e Isabella aún no había llegado y aunque ya estuviera en casa no me oiría llamarla. Detuve el auto y me bajé intentando no hacer ruido. Con las llaves en la mano, rodeé el capó hasta acercarme hacia el asiento del acompañante. Con cuidado le quité el cinturón y la cogí en brazos.

Estaba ardiendo, y me preocupó que la fiebre le subiera lo suficiente como para tener que alarmarme de verdad.

— ¿Dónde estamos? —me preguntó en voz baja cuando subía las escaleras de mi casa.

—Estamos en casa. —le contesté para tranquilizarla al mismo tiempo que maniobraba para poder abrir la puerta de mi habitación con ella en brazos.

Agradecí que mi habitación estuviera iluminada por un poco de la luz de la luna que entraba por la ventana. Así no me chocaba con nada. La estaba tumbado en mi cama cuando sus brazos se tensaron en mi cuello y me sujetaron con más fuerza. Tuve que poner una mano en la cama para no caerme encima de ella. Me extrañó que siguiera consiente, sí que tenía resistencia. Ni yo había conseguido soportar eso hace 1 año cuando.... En fin.

—No, no... —dijo asustada.

—Tranquila. —le dije extrañándome con la fuerza que se sujetaba a mí.

—No me dejes sola... Tengo miedo. —me dijo y pude notar ese pánico en su voz.

También me extrañó ya que estaba seguro que el causante de su miedo era yo, por lo que no tenía lógica que quisiera quedarse conmigo.

—Caramelito, estás en tú habitación... —le dije para ver si la conseguía convencer.

Me senté en el borde de mi cama y aproveché cuando me soltó para ponerme de pie y quitarle esos tacones que deberían de estar matándola los pies. La coloqué un par de almohadas sobre la cabeza y su cuerpo se relajó al instante.

La observé unos instantes asegurándome de que respiraba con normalidad. Así era y agradecí que fuera fuerte ante cualquier mierda que se le cruzara en el camino. Me levanté al sentir que ya se había dormido y abrí un par de cajones. Saqué una manta para ella y mi pijama. Se la puse encima asegurándome de que estaba caliente. La única forma de que le bajara la fiebre era que se muriera de calor. Me quité los zapatos y tomé mi ropa. Cuando salí al pasillo, Thor estaba allí.

—Thor, es buena. Es una amiga. No hagas nada. —le dije y él se sentó en el sitio. Le acaricié la cabeza y me metí en el baño.

Al salir me di cuenta de que me había dejado el celular en la habitación. Volví a entrar con cuidado y lo agarré.

—Purre. —susurró y me paré en la puerta.

—Dime.

—Quédate conmigo.

Aquello me sorprendió de nuevo. Sí, me sorprendía por todo, pero es que si supieras lo que soy...

—Pilar, tienes que descansar. Yo estaré en el piso de abajo.

—Por favor, quédate conmigo. —repitió y abrió los ojos. Sus dos ojos verdes me miraron. Me acerqué de nuevo y me senté en el borde de la cama. Pasé mi mano por el pelo frustrado.

—Me quedo hasta que te duermas, ¿vale? —aclaré y ella asintió. Miré mis manos porque no sabía a dónde mirar.

—Si quieres te puedes tumbar. —volvió a hablar. Sí, definitivamente, las drogas le estaban afectando.

—Debería de grabar esto para que veas que lo dices de verdad porque mañana no te vas a acordar. —respondí y ella intentó sonreír. Dio unas palmadas a la cama y sabiendo que era una mala idea, me tumbé a su lado. Ella se movió para dejarme espacio y me quedé mirando el techo.

— ¿Quién es? —preguntó.

— ¿Quién es quién?

—Ella. —contestó y señaló una foto por encima de mi cuerpo. —Sé que no es mi habitación, Purre. Huele a ti y no a ese acondicionador de caramelo que tanto odias.

Me reí por eso, pero me quedé mirando la foto.

—Se llamaba Aitana. —hablé muy despacio odiando notar ese nudo que se me formaba en la garganta cada vez que hablaba de ella. —Murió hace 1 año por un accidente de auto.

Tardó en responderme.

—Lo siento, se nota que era importante para vos.

—Éramos novios. —aclaré y todos los recuerdos volvieron a mi mente.

Si no me hubiera metido en aquella mierda no habría muerto, habría seguido con vida. Si no fuera un asco de persona ella estaría a mi lado.

—Al parecer estas acostumbrada a tomar drogas. —dije cambiando de tema y refiriéndome a que me sorprendía que me hablara tan normal. No hizo ninguna expresión de respuesta y cerró los ojos.

—Ya me callo.

En el fondo no quería que se callara.

—Buenas noches, caramelito. —hablé mirándola.

Y sin darme cuenta, me dormí antes que ella.

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Maratón 5/5

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Mi vecino me espía [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora