Capítulo 27

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Narra Purre

— ¿Qué hacemos aquí? —me preguntó mirando al mar.

Me quedé observando como caminaba hacia la barandilla. Se apoyó en ella con ambas manos mientras el viento movía su cabellera rubia permitiéndome ver su perfil.

— ¿A qué tienes miedo exactamente?

Se giró para mirarme e inclinó ligeramente la cabeza.

—No tengo muy buenos recuerdos con las motos.

— ¿Por qué? —pregunté curioso.

Bajó la mirada y rozó con sus dedos una parte de su tripa.

—Bueno, mi hermano hace mucho tiempo tuvo una moto. Siempre me llevaba con él a todos lados. A mí me encantaba levantar las manos al aire y sentir el viento en mi cara, era una sensación inexplicable. —comenzó a hablar mirando hacia un punto fijo. —Un día, tuvimos un accidente. Mi hermano estuvo en coma durante tres semanas. Yo en cambio sólo estuve varios días.

Se mordió el labio y suspiró hondo.

—Estuvimos a punto de morir. Desde ese día ninguno de los dos nos volvimos a subir a una moto. Por eso no he abierto los ojos. Me da pánico. Lo último que recuerdo al abrirlos es ver a un camión viniendo en mi dirección.

Me quedé en silencio imaginando a Pilar de pequeña mientras levantaba sus pequeños bracitos al aire. Era una imagen tan tierna que no me podía imaginar el accidente.

— ¿No crees que es hora de olvidar el pasado y empezar de cero? —dije y ella me miró con sus ojos verdes.

—No. No. —me contestó.

—Sí. —rectifiqué. —Tienes que matar a esos demonios. Tú misma has dicho que es una sensación inexplicable y lo es. Déjame que te vuelva a hacer sentir así.

Me acerqué a ella y la tendí mi mano.

—Por favor.

Me miró a mí y a la mano sucesivamente hasta que su delicada mano se entrelazó con la mía. Nos acercamos a la moto y la senté delante mientras yo me ponía detrás de ella.

No nos pusimos los cascos porque no íbamos a irnos muy lejos.

Su espalda estaba pegada a mi pecho y mis brazos estaban estirados a ambos lados para tomar los mandos de la moto.

—La primera vez que me subí fue en un lugar muy parecido a este junto a mi padre. —admití y ella giró su cabeza para mirarme.

— ¿Cuantos años tenías la primera vez? —preguntó.

—Cinco años. Estaba aterrado cuando me subí, pero después de aquel día sabía que una parte de mí. Siempre iba a estar encima de una moto.

Ella me sonrió con ternura. —Te imagino sentado con el pelo alborotado y con una sonrisa traviesa.

— ¿Cómo lo has adivinado? —dije sorprendido y los dos nos reímos.

—Hagamos esto, cierra los ojos. —la indiqué.

Miró al frente, apoyó la cabeza sobre mi pecho y cerró sus ojos. Apoyé mi barbilla en su hombro aspirando el aroma de ese dichoso caramelo y coloqué sus manos bajo las mías.

Encendí el motor y el ruido le provocó un escalofrío.

—Ahora respira hondo y solo siente el aire chocar contra tu piel. Cuando estés lista, abres los ojos. —la susurré en el oído.

Comencé a acelerar. Al principio sus manos se aferraron a las mías con fuerza, pero poco a poco la presión fue disminuyendo.

—Solo siente y no pienses. —la susurré en el oído.

Mi vecino me espía [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora