Capítulo 11

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Narra Pilar

Abrí mis ojos con pesadez. Parecía que un camión acabara de pasar por encima de mi cuerpo. Cuando empecé a visualizar lo que tenía en frente mía me sorprendí al encontrarme con una pared. ¿Desde cuándo al lado de mi cama había una pared? Intenté pensar en ello, pero acto seguido un dolor horrible empezó a martillearme la cabeza.

—Mierda. —susurré y me dispuse a darme la vuelta para ver dónde demonios estaba porque, obviamente, aquella no era mi habitación.

Al girarme, me sobresalté al tener a pocos centímetros de mi rostro a Purre. Se me cortó la respiración y me quedé observándole. Estaba boca abajo dormido con los labios entre abiertos y con un brazo bajo la almohada. Pero lo que realmente se preguntaba mi cabeza era: ¿Cómo yo había acabado allí?

Nuestras narices estaban rozándose y su respiración chocaba contra mis mejillas. Me quería alejar, pero mi cuerpo no reaccionaba. Una duda se me cruzó por la cabeza y miré si estaba vestida. Sí y él también por lo que no había pasado nada. ¿Pero entonces que pasó?

Intenté recordarlo, pero sólo pequeños fragmentos pasaban por mi cerebro: un chico de pelo azul, Purre y yo bailando, Isabella cantando la macarena, yo en un auto...

De repente, alguien llamó a la puerta con fuerza y yo me asusté. Sin pensarlo dos veces, empujé a Purre. Claramente, no había razonado bien conmigo misma lo que acababa de hacer.

Me asomé por el borde de la cama y le vi en el suelo boca arriba y con cara de que hubiera visto un fantasma. Segundos después, respiró hondo. Creo que se le había olvidado por el susto, que si no respiraba, se moría. Y me sorprendió de nuevo aquel chico porque en vez de gritarme, me habló con una tranquilidad inimaginable en él.

— Así es como das los buenos días, ¿caramelito? —me preguntó con una voz ronca que podía hacerte pensar en cosas muy poco sanas a primera hora de la mañana.

—No. Sí. Es decir, no. Claro que no. Me asusté cuando llamaron a la puerta y...

— ¿Y pensaste que empujar a Purre sería una buena idea? Entiendo que sea feo, pero no creo que tanto como para acabar en el suelo. —respondió y se incorporó un poco con los brazos.

No escuché muy bien lo que me había dicho porque estaba observando su pelo. Tenía ganas de pasar mi mano por él y despeinarle más de lo que ya estaba. Mi mirada viajó por su cuerpo. Los dos nos quedamos en silencio observándonos. Y entonces si me acordé de algo que pasó anoche, algo sobre su ex novia.

—Me alegro que estés mejor, pero seguro que tienes una resaca espantosa. —habló y yo fruncí el ceño.

—Si apenas bebí anoche. —respondí y él suspiró aliviado.

—No te acuerdas. Bueno, creo que eso es incluso mejor. —se levantó del suelo.

— ¿Qué? No. Purre, por favor. ¿Qué pasó anoche? —le pedí y después de sacar algo del armario me miró.

—Te besé hasta cansarme, luego follamos en el sofá y te traje hasta mi cama mientras me decías piropos como lo atractivo y bueno que soy. —respondió como si nada y lo más probable es que yo ya estuviera pálida. Él al observar mi cara se echó a reír.

—Sos tan inocente. —dijo esta vez con acento argentino y le lancé la almohada. La atrapó al vuelo.

—Imbécil. —le dije para que supiera que no estaba para bromas.

—Muchas gracias. —contestó y me lanzó la ropa que tenía en sus manos. —Ponte eso. Los pantalones son de mi hermana y seguro que te van bien. La sudadera es mía, te quedará grande, pero no importa.

Mi vecino me espía [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora