El agente del FBI Christopher Evans se somete a una misión para acabar con su peor enemigo, Sebastian Stan, un criminal, sin alma y corazón.
La misión es vital para acabar con el asesino de su hijo...
Todo se complica cuando la arriesgada misión se...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Alexander Stan esperaba a su hermano en la pista de despegue el chico de anteojos de complexión delgada y castaño de ojos azules que se asemejaban a los de su hermano, sin embargo, él no tenía la musculatura del hermano mayor, en lo que si se parecían era en la locura que poseían ambos, Alexander se encargaba de crear las armas y Sebastian planeaba el ataque meticulosamente, se encargaba de que su pequeño hermano tuviera todo lo necesario para crear los juguetes.
Habían estado toda su vida juntos, así que no se podía ir sin él, sentado en el convertible con dos sujetos que lo protegían, todos divisaron que un auto se acercaba a gran velocidad, otro carro lujoso se paró justo a un lado.
—¿Por qué has tardado tanto?—preguntó el menor de los Stan.
Este sonrió.
Y Alexander supo la respuesta.
—¿Estaba buena?—inquirió el ojiazul.
Sebastian ladeó la cabeza.
—Sus gemidos eran angelicales.—contestó el mayor con sarcasmo y rió enseguida.—Larguémonos de aquí hermano, antes de que venga la policía.
Al pasar a lado de su hermano menor, Sebastian notó que la agujeta de su converse estaba desatada como siempre, era una manía que caracterizaba a su pequeño hermano y como siempre él se agachaba y amarraba el tenis.
Este bajo la vista apenado, Sebastian se giró a los dos sujetos que cuidaron a su hermano y Alexander le entregó una caja que contenía toda la diversión que necesitaba el mayor, una caja llena de drogas, inyecciones, cigarros y lo más importante sus dos pistolas con su nombre grabado en oro.
Era como la caja de Pandora, múltiples horrores se encontraban dentro de ella.
De su bolsillo del pantalón, sacó un fajo de billetes y se los dio a los hombres.
Ambos se subieron al jet y se sentaron, estaban a punto de despegar, una bonita mujer castaña se acercó hacia él y le ofreció algo de tomar.
—Ven aquí.—ordenó él.
Le hizo una señal a ella para que se sentara en sus piernas, ella no dudó y lo hizo.
—¿Sí sacará mi lengua la chuparías?—murmuró en su oído.
Ella sonrió y se acercó bastante a él, Stan sacó la lengua, ella rápidamente cubrió su lengua con su boca.
Su hermano menor rodó los ojos y miró a la ventana y vió que múltiples carros se dirigirían hacia ellos, el ruido de la lengua siendo succionada por la mujer, impidió que Stan pudiera prestar atención.
