Vegetta deslizo sus dedos en su cabello café, tirándolo suavemente y luego trenzándolo con cariño. Rubius tenía su cabeza recostada en su regazo mientras que hablaba lo que sea que fuera eso con su perro Coringa quien agitaba su blanca cola a un lado de ellos.
— Eres alguien especial. — Murmuro con ternura cuando vio las orejas de su chico moverse, probablemente tratando de entender algo de lo que dijo su otra mascota. — Nunca había conocido a alguien como tu.
— ¿De verdad? — Rubius sonrió coqueto y se enderezo para mirar al mayor pícaro. — Soy imposible de imitar, además creo que los dioses no crearon muchos híbridos de osos tampoco creo que nadie tiene la cola tan esponjosa como yo.
— Eres de lo que no hay. — Vegetta se rió con fuerza mientras que echaba su cabeza hacia atrás.
Las manos del mayor pasaron a su cintura, mirándolo de esa manera que hacia que su cara se calentara con vergüenza porqué pensaba que el chico podía saber que estaba pasando por su cabeza, hacia que los vellos de su cuello se erizaran y que su olor cambiara a ser uno más suave, sentía la imperiosa necesidad de huir y su animal le recordaba que si se apareaba seria el fin. Así que deslizo sus manos al cuello del chico haciendo que se inclinara hacia el, ambos se estremecieron cuando decidió rozar sus labios y lo beso.
Lo beso tan lentamente que podía sentir la necesidad de Vegetta, tratando de apurarlo para que se moviera pero el no quería, quería disfrutar todo lo que le podía dar ese sentimiento que recién estaba conociendo así que atrapo su labio entre sus dientes y lo tiro levemente, profundizo el beso suspirando entre beso y beso.
— Me gustas mucho, osito.
Rubius sonrió algo avergonzado mientras que se separaba del cuerpo del pelinegro, acaricio el pelaje de su mascota quien se mostró contento de recibir cariño de su amo.
— Por cierto, no vendré durante unos días... tengo algunas cosas que hacer.
*
Cuando Rubius abrió la puerta ese día sabia que algo malo pasaría, la sensación de que las cosas se iban a poner peor de lo que creía que estaba tocaron a su puerta. Cuando se asomo encontró la cara de preocupación de Fargan y Auron quienes aparte lucían apurados, se dejo sacar de su cómodo hogar sin poder despedirse de sus animales y corrió tras de ellos casi cayendo al sentir como sus pies se enredaban, Auron lo tomó del brazo impidiendo que lo hicieran y volvieron a la marcha.
La casa de Auron se asomo entre los arboles y se sintió más confundido que antes, no entendía muy bien que harían ahí pero cuando el psicólogo le abrió la puerta no hizo ninguna pregunta además el olor de Fargan lo estaba intimidando, era como si estuviera a punto de romper y se estuviera sosteniendo del borde de algo... los híbridos solo olían así cuando estaban a punto de romper un vinculo o cuando algo los estaba deprimiendo al extremo de hacerlos perder su bonito olor. Sus orejas se movieron nerviosas cuando subieron a donde el suponía que era el consultorio que fue mencionado el día que se conocieron y Auron cerro las cortinas.
— No debes tener ni idea de que demonios hacemos aquí ¿verdad? — Fargan sonrió débilmente antes de sentarse en uno de los sillones, lucía derrotado.
— Son los únicos dos híbridos del pueblo y siento que la están pasando demasiado mal... — Auron hablo preocupado antes de sentarse detrás de su escritorio, le indico a Rubius donde sentarse y luego todo quedo en silencio.
— Por el olor que tiene Rubius aun no se ha enterado de nada... — La voz de Fargan sonaba tan suave, como si algo le estuviera impidiendo ser completamente feliz y se demostrara en su voz, sus ojos amarillos también lucían cansados... como si no hubiera dormido muy bien en los últimos días. — Soy yo el único que tiene que aguantarse este jodido sentimiento, el único que se tiene que quedar a esperar por la noche para recibir un mísero abrazo de alguien que no me quiere al 100%

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Hybrid.
FanfictionKarmaland están lleno de habitantes con habilidades especiales, pero hay algunos de ellos que fueron creados mucho más de lo que la imaginación puede llegar. Rubius era un híbrido de oso, se escondía en su cabaña hasta que la curiosidad lo llevó a...