Capítulo 11

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Descansaba con tranquilidad, despreocupándose de cada problema que había estado frecuentando en su cabeza. Eren se había quedado dormido, el viaje lo estaba agotando e incluso en la posición más incomoda había logrado descansar. Mientras tanto Levi seguía conduciendo, recorrieron kilómetros hasta llegar por fin a su último destino.

Se habían alejado a dos días del Reino de Marley, donde nadie podría encontrarlos y alejados de cualquier otro asentamiento humano. La estación se hacía más calurosa, pero esto la volvía  acogedora. Había cerca un huerto donde crecían los alimentos que estarían a su disposición y un lago donde algunos patos se acercaban a bañar. También una cabaña que, a pesar de su pequeño tamaño, parecía incluso más estable que donde se habían estado quedando antes.

Con toda esa soledad existía un enorme silencio, sin embargo este no atormentaba al príncipe, en su lugar lo llenaba de calma. Ahora se encontraba sentado entre el pasto, dejando que la brisa jugara con sus cabellos, mientras que observaba las nubes del cielo. Por un momento se preguntó si su madre estaría ahí observando, esperaba que así fuera.

—Entra y deja de perder el tiempo.– Se acercó Levi una vez que había dejado el carruaje en su lugar. No conformándose con la atención que había ganado con sólo hablar, decidió también patear su espalda, sitio que pronto se teñiría de tonalidades púrpura.

–¿Fui un mal príncipe?– Preguntó mientras caminaba al lado suyo hasta llegar a la cabaña.

Levi empezaba a preocuparse de la libertad con la que el contrario había empezado a hablar, no eran más que preguntas lo que lanzaba, algunas que incluso consideraba estúpidas y a pesar de esta molestia le ofrecía una respuesta.

–Las personas no te recuerdan por ser un príncipe, jamás serviste al reino.

Pero no lograba convencer a Eren, necesitaba una respuesta directa y que pudiese entender. Ahora tenía una lejana noción de su vida como príncipe, pero creía entonces que había sido uno deshonesto, cruel o despiadado, por eso habían pagado por su cabeza. Le provocaba molestia saber que ya no había nada que pudiera cambiar, porque incluso ahora, tal como había dicho Levi, ya no era un príncipe.

–¿Cómo perdí la corona?– Lanzó otra pregunta. Empezaban a carecer de sentido, porque sería él quien mejor debía conocer su historia, pero su mente ya no era la misma, los recuerdos se perdían con rapidez y su razonamiento era bajo.

Esta vez no obtuvo respuesta, creyó no ser escuchando y entonces decidió llamar al pelinegro. Este se acercó y con otra patada lo tendió en el suelo. Eren le miró suplicando piedad, había olvidado aquella regla y se culpaba por ello, tan sólo esperaba que el contrario pudiera entender su error.

–Te dije que debías obedecer.

Había roto una regla, quizás una que no estaba escrita, pero ambos sabía que existía; Eren no tenía derecho a hablar.

Levi lo tomó de la barbilla obligando a levantar su cabeza y verlo a los ojos. Eren volvía a sentirse atemorizado, ese hombre que por un momento le había dado una sensación de confianza, ahora le asustaba, pues sus acciones eran siempre desconocidas, aunque incluso al ser consciente de la perversidad de quien se encontraba al frente suyo se culpaba nuevamente y se hacía responsable de las acciones que tomara. Había cometido un error y merecía ser castigado.

El pelinegro le mostró el arma con el que ejecutaría tal castigo, un fino cuchillo que fue posicionado sobre la mejilla del menor. Debajo de su ojo colocó la punta y lo fue arrastrando hacia abajo. Pronto su rostro se llenó de sangre, la cual goteaba y manchaba el suelo.

Ahora viviría con dos cicatrices en su rostro que le recordarán su mal comportamiento.

–Se infectará si tocas la herida.– Advirtió Levi separándose de él. Le indicó que se levantara y lo siguiera.

Eren mantenía su mano en la barbilla, impidiendo que la sangre cayera y solo se quedara en su mano. Siguió a Levi por un pasillo, no tuvo siquiera la oportunidad de observar el sitio. Al final de este había un portón que parecía haber sido intercambiado por una puerta. Estaba cerrado con dos candados de los que el pelinegro se estaba encargando. El castaño observaba desde donde estaba, en el interior de la habitación se notaba una cama, pero no lograba ver más, obligándose a esperar a entrar.

–Te quedarás aquí.

De inmediato el más bajo apartó los candados y abrió las barreras haciendo sonar un fuerte y molesto chillido que no se detendría hasta abrir por completo. Este se movió a un lado y dejó espacio para que Eren pudiera entrar. Era una habitación pequeña, oscura al no tener ningún tipo de ventana, las paredes se habían llenado de moho por la humedad,  pese a esto no tenía un solo rastro de polvo como la anterior cabaña, como si hubiese sido limpiada antes de que ellos llegaran. Dentro solo estaría una cama, el colchón de esta se veía delgado, haciéndola bastante incómoda, aunque incluso sería mejor que continuar durmiendo en el frío suelo. 

Eren se mantuvo de pie, paseaba su mirada por la habitación sin darse cuenta de que Levi se había ya marchado. Estuvo tan distraído que incluso fue capaz de ignorar el sonido del portón que estaba ahora cerrado y con las cerraduras puestas. Una vez más se encontraba en soledad y era consciente de que no podía soportar este estado. Se sentó en el borde de la cama y volvería a pensar en la vida que una vez tuvo, pocos recuerdos eran los que permanecían en su cabeza, su mayoría se habían perdido con el paso de las semanas.  Por un momento creía conformarse con que su nombre fuera recordado.

Captive | Levi ˣ ErenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora