Capítulo 3

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Levi tomó el riesgo de adentrarse una vez más en aquella habitación polvorienta, pocas veces se limpiaba aun si esto le desagradaba. Buscó enseguida al cautivo, su cuerpo descansaba sobre el suelo. Por un instante parecía tranquilo, calmado, pero la escena no lograba conmover al pelinegro, tampoco sentía algún tipo de remordimiento o miedo por que descubrieran su crimen. Se acercó a él y pateó su pierna con fuerza. No fue un acto de impulso, de haber sido así habría golpeado directo a su estómago donde parecía más vulnerable, pero debía cuidarlo, al menos hasta que sanara, porque de no ser así se vería comprometido a pedir ayuda y evitar su muerte. Un Ackerman prefería evitar esos asuntos.

El golpe había sido fuerte y su piel blanca de inmediato tomó un color rojizo marcando donde fue lastimado. Los ojos de Eren se abrieron y su rostro llevaba una expresión de dolor, sería lo más cercano a una queja y por ello merecía ser agredido nuevamente. Volvió a patearlo, justo en el mismo lugar y esta vez recibió un grito de dolor. El príncipe apretó sus dientes buscando la forma de soportar el dolor el cual se adueñaba de su mente, no tenía oportunidad de pensar en por qué su karma le ortorgaba destino tan cruel.

Los ojos del príncipe se posaron sobre los ajenos, de repente una sensación de horror invadió su cuerpo atacándole a la vez un dolor de cabeza inmenso. En seguida apartó su mirada y la dirigió al suelo viendo a lo lejos algunas telarañas que se formaban en las esquinas de la habitación. Su dolor empezaba a reducir, aunque el mínimo movimiento lo traería de regreso. Su corazón también palpitaba aceleradamente, le atemorizaba volver a ser golpeado, pero Levi observaba en silencio, detallaba cada una de las facciones, estaba también asqueado, pues ahora el príncipe había dejado de sus prendas se llenaran de la suciedad del lugar al acostarse sobre el suelo.

–No vuelvas a dormir si no tienes mi permiso.– Fue claro con su orden y esta sería cumplida.

–¿Cómo te llamas?– Preguntó. Su voz era muy distinta a la de aquella noche; más aguda, con carencia de seguridad, incluso sus labios temblaban al hablar. Sin embargo se trataba de la misma pregunta.

Una sonrisa sarcástica adornó el rostro del receptor, pocas veces lo hacía, pero su admiración por la valentía del joven ameritaba tal acto. Se agachó sin permitir que su ropa tocara el suelo, una de sus manos tomó la nuca del príncipe y con fuerza haló su cabello.

–Te lo diré cuando te lo ganes.– Dijo a pocos centímetros de su rostro. Pero tal respuesta fue incluso satisfactoria para Jaeger, pues tampoco esperaba que le revelara su información con facilidad.

–¿Cómo lo ganaré?– Estaba convencido.

Esta vez no obtuvo respuesta. Levi lo soltó y se levantó, seguramente no sabría que tarea otorgarle para ser merecedor de una recompensa y por eso ha decidido posponerlo, aunque tratándose de un Ackerman cualquier excusa sería válida para irse sin más y esto sin duda le molestaba a Eren, pues ahora era propenso a fallar en el juego incluso de forma inconsciente. Además ahora sabía que había una lista de reglas que no parecían obviarse y de las que estaba pecando como un hombre ignorante.

Con las horas los rayos de luz que entraban a la habitación se hacían más oscuros hasta terminar muriendo con la llegada de la noche. La oscuridad le molestaba, era ciego ahora. Sentía como los muros de la habitación se le venían encima y solo le quedaba adivinar en que parte de la habitación estaba, incluso si un roedor llegaba a atacarlo su oído sería el único que le avisara de la futura tragedia. Cerrar los ojos no hacía gran diferencia, pues en ambos casos sólo veía la falta de color.

Estuvo sentado abrazando sus piernas y recostando su cabeza a sus rodillas, esperaba despierto a que el pelinegro le diera el permiso de quedarse dormido. No estaba seguro de la hora, posiblemente las ocho de la noche, pues no hace mucho había oscurecido.

Pero encontrarse ahora de esa forma le hizo darse cuenta de que se había dado ya por vencido, se dejó enredar por una desconocida y siquiera tuvo la fuerza para defenderse en ese instante. Era débil y ahora entendía eso, seguramente una vergüenza en su linaje, siendo el príncipe que jamás logró nada, pero entonces si escapaba con vida tendría una historia que contar, sería recordado, dejaría atrás la máscara de mujeriego que había sido construida. Tenía ahora una motivación, no podía conformarse sólo con vivir, los más fuertes tomaron riesgos y era lo que estaría por hacer.

Empezó por liberar sus manos. Una cuerda lo ataba quitándole la movilidad de estas, era un nudo resistente, fue complicado de hacer, pero al mismo tiempo una soga débil. Mordió una parte de esta, movía sus dientes con la intención de empezar a separar los hilos que la formaban, la saliva ayudaría a debilitarlos y sería más fácil de cortar. No estaba en la más cómoda posición y su mandíbula comenzaba a quejarse, en ocasiones sus dientes rechinaban, este sonido le provocaba una extrema molestia, odiaba tal ruido. Lo que en un comienzo fue complicado el tiempo lo convirtió en una tarea más sencilla, pues los hilos se separaban hasta lograr su cometido.

Sentía una sensación similar a la libertad, movía sus manos acostumbrándose nuevamente a la acción, una profunda felicidad lo allanó, pues era mérito suyo. Sonreía, tenía una celebración consigo mismo, desde que había llegado sería la primera vez que sentía felicidad, aun si esto no le garantizaba el escape improvisado que tenía en mente, sin embargo el avance había sido enorme.

A lo lejos, cerca de la escalera pudo ver asomarse una luz amarillenta, diferente a la del sol. Esta era más débil y parecía tambalearse. Su color se intensificaba y con este el sonido de la madera. Supo enseguida de que se trataba, pero su problema sería ocultar su reciente hazaña. Actuaba con el rapidez, aunque su temor no le daba calma y sus acciones no lo llevaban a ningún sitio.

Pronto alzó su mirada y se topó con esos ojos oscuros que lo miraban detrás de una vela que sostenía. Eren junto las manos como cuando eran atadas, pero eran delatadas por la cuerda en el suelo, un detalle que Ackerman no dejaría pasar. Este se agachó y tomó la soga, la acercó al fuego que ahora los iluminaba y la quemó. El príncipe no podía verlo, su corazón palpitaba con fuerza y sus manos estaban sudorosas, era intimidado por Levi, incluso llegó a creer que podría ser quemado como parte de un castigo, pero nada de esto sucedió.

–Duérmete, Jaeger.– Fue de extrañar escuchar su apellido, nadie jamás le había llamado de esa forma.

Sin queja alguna asintió con la cabeza, se recostó en el suelo de medio lado y cerró sus ojos, de manera leve la luz aún era capaz de ser percibida. No se movía, le asustaba hacerlo mientras el contrario aún estuviera ahí.

–¿Cómo sigue tu herida? ¿Te duele?– Pensaría que estaba preocupado, pero su tono de voz era violento y frívolo. Aunque conocer detalles al respecto si le eran de su interés.

–No duele como antes, aunque aún es reciente, no sanará pronto.– Tartamudeaba al hablar, hubiera preferido no hacerlo.

Satisfecho con su respuesta se levantó con la vela en manos y se retiró dándole una momentánea tranquilidad al príncipe. Tras unos minutos no tardó en quedar dormido, hacerlo era lo único que lograría sacarlo de ese lugar con algún tipo de sueño.

Captive | Levi ˣ ErenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora