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Luego de un ajetreado día de clases, se encaminó a su casa a por sus ahorros y, después, caminó hasta el centro de la ciudad, el cual quedaba alejado de aquella casa.

Había tenido una grandiosa jornada esta vez. Comenzaba a ganarse el respeto de sus compañeros e incluso el favoritismo de uno de los profesores. Aunque esto no le parecía justo, la verdad que la había hecho sentir bien. Aún con la sonrisa en su rostro, caminaba con la cabeza en alto.

Si iba a dejar de lamentarse, debía empezar por hacer las cosas bien, así como automotivarse y dejar de ser tan fría.

Golpeaba uno de sus puños en la palma de la otra mano, impaciente, mientras esperaba a que el semáforo les permitiera cruzar, a ella y a varias personas más.

Cruzó rápidamente, caminó frente al famoso Departamento de Policía de Raccoon City, al cual dio una miradita rápida, notando a su hermano junto a algunos de sus colegas charlando afuera, probablemente cosas de trabajo, pero a pesar de haberle sonreído al mayor de los Redfield, este se enojó al verla saludar a Jill.

Automaticamente desvío la mirada frunciendo el ceño, pero enseguida se relajó, olvidando lo recién ocurrido. Llegó a la tienda de ropa, ingresó y se dirigió al sector de camisas para mujer.

Buscaba y buscaba, pero no había una que le gustara lo suficiente como para comprarla. Había considerado una rosa pálido con un bordado de rosas en la parte izquierda superior, aunque al final decidió que el rosa no era su color.

Suspiró rendida, entonces, un joven le habló.

  - ¿Buscas algo especial?

Volteó para poder verlo a los ojos. El chico era pelirrojo, casi de su altura, de ojos azules, vestía remera gris y pantalón negro, como el de todos los trabajadores del lugar. Le pareció que era nuevo, puesto que no lo había visto la vez anterior que había ido a esa tienda, casi cuando se mudó con Chris.

"Steve Burnside", leyó su nombre en la remera.

  - Una... camisa... -dijo- pero ninguna me agrada.

  - Bueno... -la miró pensante- quizás las camisas no sean para ti... -le dedicó una sonrisa, como la de la mayoría de trabajadores en tiendas así- puede que te guste ver las nuevas poleras, o talvés blusas.

  - Sería genial si me ayudaras. -le devolvió la sonrisa.

  - Claro, sígueme, por favor.

La guió hasta un sector agregado hacía no mucho y comenzó a mostrarle diferentes blusas. La pelirroja terminó por elegir una negra que le llegaba hasta el ombligo, y luego de probársela satisfecha, se acercó a Steve y preguntó:

  - ¿Con qué podría convinar esto?

  - Bueno, supongo que una chaqueta de cuero te quedaría perfecta. Por aquí, joven...

Lo siguió. Buscó entre las chaquetas alguna que le gustara, encontrando una roja más corta que la blusa. Sonrió ampliamente al probarse el conjunto. Incluso iba a salir para preguntarle al chico qué le parecía, pero estaba segura de que diría lo que todos le dicen a todos: "Te queda genial y debes comprarla de inmediato".

Volvió a ponerse la ropa que traía, salió, se acercó al chico y dijo que eso le gustaba, que iba a comprarlo. Pero, al escuchar el precio, se desilusionó.

  - ¿Qué sucede? -había preguntado la cajera del lugar.

  - No me alcanza para pagarlo... -lo pensó y luego comentó- me llevaré la blusa... en otro momento buscaré la chaqueta.

  - Bien, ¿quieres que te la aparte?

  - Sí, por favor.

Y así pasó. La anotaron a su nombre, pagó su compra y se encaminó de regreso a casa. Mientras salía del lugar, sentía una mirada en su nuca, pero lo ignoró.

Era el chico, que se había impresionado por la belleza que la joven tenía...

Lo Que Chris Le Ha HechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora