Debía sentirme feliz de estar con ellos una vez más.
Sin embargo estaba aterrada.
Sabía que tarde o temprano sería incapaz de esquivar preguntas sobre California o sobre porqué no los llamé cuando regresé, y la verdad era que no lo había hecho por mera vergüenza. Mas no podía contestar eso sin tener que relatarles todo lo sucedido en San Francisco.
—...Piper es una excelente trabajadora, más que mi asistente ha sido una segunda mamá —continuó hablando Wesley—, pero que haya salido embarazada justo ahora es una complicación porque se avecina un gran año para algunos de mis proyectos y la voy a necesitar al cien por ciento.
Enarqué una ceja.
—¿No es tuyo verdad? —pregunté— ¿No embarazarías a tu asistente?
Él resopló.
—Piper es mi mano derecha. Es una mujer bella e increíble, pero tiene un matrimonio que no arruinaría jamás, así que no la tocaría. Además, tiene once años más que yo y me trata de una manera muy maternal. Es increíblemente eficiente, y por eso la echaré de menos cuando inicie su licencia por maternidad.
—¿Por qué es una complicación que se ausente unos meses? La volverás a tener dentro de poco.
—Porque va a necesitar un reemplazo, eso quiere decir que habrá que entrenar a una nueva persona que trabaje para Wesley —contestó Nate como si fuera lo más obvio del mundo. En realidad, sí lo era—. Y conociendo lo quisquilloso que es, sufrirá tanto él como la persona que contrate.
—No soy quisquilloso —se defendió—, solo quiero que las cosas salgan como las tengo previstas y eso significa que la gente se adapte a mis ritmos, por algo decidí ser jefe. Si quisiera yo adaptarme a otra persona, me emplearía.
Nate torció un gesto y hasta yo misma fruncí un poco el ceño. No porque las palabras de Wes fueran falaces, sino porque su tono de voz indicaba que menospreciaba un poco a las personas que no eran emprendedoras como él. Y a Nate no le gustaba sentirse inferior que él, o inferior a nadie. A mí tampoco.
Wesley entendió que a ninguno de los dos le cayó bien el comentario, y cambió el tema antes de que el ambiente se tensara más dentro de su limosina.
—Entonces, Fitz... San Francisco. ¿Te gustó la ciudad?
—Tiene su encanto —contesté con un encogimiento de hombros.
—Yo la detesto —confesó, bebiendo un sorbo más de su whisky—. Demasiados indigentes en todas partes y mucha suciedad.
—Si anduvieras a pie en Nueva York también verías indigentes en todas partes, pretencioso.
—Lo sé. —Rodó los ojos—. Pero ¿sabes lo que es que el 17% de la población de esa ciudad viva en la calle? Proporcionalmente hay más indigentes allá que acá. Lo único bueno de San Francisco es que comprar marihuana es más fácil que comprar una botella de agua.
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Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]
RomanceControlador, calculador, astuto, sensual, analítico, y peligroso. Nathaniel Jones siempre obtenía todo lo que quería, sin importar lo que tuviera que sacrificar para ello. Gracias un extraño e incómodo reencuentro con su mejor amiga del instituto...