3: Las posaderas de Jon Snow

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**En esta ocasión, el capítulo va dedicado a JeonghanSayTheName que es como la pitonisa de mis historias, y espero que sus predicciones no sean correctas en esta (?) jajaja.  

Era él

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Era él.

Al principio no podía creer lo que veía. Entre tantas personas en la ciudad, nunca esperé que él asistiera a mi evento, en especial porque sabía que no le gustaban las exposiciones de arte. Además, con tanto tiempo sin tener noticias suyas, a mi mente le costó asimilar el hecho de que la persona que tenía a un metro de distancia era nada más y nada menos que Nathaniel Jones.

—Discúlpame, de verdad no quería ofenderte.

Sus ojos azules recorrieron mi rostro y logré distinguir un sincero remordimiento por haber hablado mal de mi trabajo sin saberlo. Tampoco me lo había tomado personal, yo ya sabía cuáles eran sus gustos. Ofenderme por su comentario sería tan absurdo como culpar a un perro por ladrar.

—Nunca he aceptado disculpas tan fácilmente —bromeé con un encogimiento de hombros.

—Lo recuerdo —resopló—, eras demasiado orgullosa para tu propio bien.

Me reí.

—No me hagas hablar de ti. ¿Sigues siendo igual de presumido y creyendo que todo el mundo está a tus pies?

—Claro que no —bufó.

—Claro que sí —contestó su amigo—. Él es exactamente como lo describes. Veo que ya se conocían, así que tengo una gran idea para que Nate se gane su perdón, señorita Fitzpatrick.

Si las miradas mataran, Nate ya habría aniquilado al pobre chico. En cambio, a mí me cayó bien desde el primer segundo, era una de esas personas cuya buena energía era bastante contagiosa.

Estuve a punto de decirle que me llamara por mi nombre, cuando Nate pareció leerme el pensamiento.

—Puedes llamarla Vienna, no le gusta que se refieran a ella por su apellido.

Mordí mi labio inferior para reprimir una sonrisa, sin saber porqué el hecho de que se acordara de algo tan mínimo me hacía sonrojar. Nate me guiñó un ojo con complicidad, quizá recordando todas las veces que le pedí a él y a todos en el instituto que me llamaran Vienna, y no Fitzpatrick, o Fitz —como me había apodado Wesley—. No era que me disgustara mi apellido, solo que me gustaba mucho mi nombre.

—Bien, Vienna. Tengo una buena idea, ya regreso. No. Se. Muevan.

Cuando ya estuvo lejos, observé a Nate con una ceja enarcada. Aunque me caía bien el chico, no iba a negar que era un poco raro y que sin duda, no era el tipo de compañía que a Nate le gustaba tener.

—No me mires así —dijo, guardando las manos en los bolsillos—. Solo lo acompañé porque me dio un poquito de lástima. Sentimiento que ya desapareció.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora