12: Los tres mosqueteros

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Mi lado pesimista me insistía que Nate no aparecería

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Mi lado pesimista me insistía que Nate no aparecería. No sería la primera vez después de todo.

No obstante, creyendo en las segundas oportunidades pasé más de una hora alisando por completo mi cabello y tratando de hacerme un peinado decente con él. Opté por dejarlo semi recogido y procedí a comenzar con mi maquillaje. No era una experta, al contrario, había visto más de quince tutoriales en YouTube aquella semana y había comprado un montón de cosas que jamás había usado antes para verme tan bonita como fuera posible.

Apenas había comenzado con la misión cuando escuché el timbre sonar, y mi corazón enloqueció.

De verdad había venido.

Corrí hasta el intercomunicador como niña de cuatro años que ha recibido su regalo de parte de Santa Claus.

—¿Sí?

—¿Podría decirle a la señora Vienna Elizabeth Fitzpatrick, alias la pisadora de caca profesional de Brooklyn, que su carruaje la está esperando en la puerta? —reconocí la voz de Nate intentando ser jocosa y sentí un cosquilleo en todas mis extremidades.

—Lo siento, la señorita Fitzpatrick no habla con plebeyos ni deja mensajes. El caballero que anhele de sacarla de sus aposentos necesita presentarse en la puerta con una ofrenda digna.

—No se diga más.

Entonces hubo un silencio.

—¿Nate? —llamé después de varios segundos.

Supe que la había cagado en grande cuando no escuché respuesta después de un largo período de tiempo. No supe ni siquiera qué había hecho pero para que no me respondiera o se hubiera ido, algo habría hecho mal. Me recosté de la encimera de la cocina con los brazos cruzados sin saber si sería prudente llamarlo ya. Estaba perdiendo la cabeza y no quería evidenciar mis sentimientos como una adolescente hormonal.

Tres golpes en mi puerta me hicieron brincar del susto. Me apresuré para abrir y un montón de emociones se desencadenaron dentro de mí:

Alivio, porque la persona que estaba allí era él.

Incredulidad, porque tenía en sus manos un precioso girasol que me estaba tendiendo.

Emoción, por el gesto que estaba teniendo hacia mí.

Calor en mis partes íntimas, porque se veía completamente atractivo y sensual con aquel traje negro e impoluto, con aquella adorable pajarita en el cuello, y su cabello peinado hacia atrás de una forma elegante y seductora.

Ternura, cuando sus ojos tan claros y profundos se encontraron con los míos con calidez.

Pero eso desapareció cuando me miró de arriba abajo y descubrió que todavía llevaba la bata de baño puesta.

—¡¿No estás lista?!

Arranqué la flor de sus manos antes de que se arrepintiera.

—Estoy casi lista, te lo juro. Ya mi cabello está perfecto, solo necesito terminar de maquillarme y podremos irnos.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora