20: Una pregunta indiscreta y posiblemente incómoda

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Hoy les traigo doble actualización.❤️️ Espero que disfruten los capítulos (que serán larguitos).

Me hubiera gustado ser Cenicienta y contar un hada madrina que pudiera hacerme un vestido para aquella ocasión

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Me hubiera gustado ser Cenicienta y contar un hada madrina que pudiera hacerme un vestido para aquella ocasión.

Aquel día quería verme bien, quería verme bonita no solo para mí o para probarme en frente de personas que creían que las apariencias lo eran todo, sino porque quería que Nate me viera guapa y atractiva aquel día.

Madrugué —por segunda vez en la semana— y registré mi closet, sacando todo y lanzándolo por todo mi departamento. Lo bueno de haber vivido en California y de haber sido novia de Charlie, es que solíamos escaparnos a Santa Mónica y Malibú uno que otro fin de semana, y tenía algunos conjuntos de trajes de baño de varios estilos y colores. Sin embargo solo tenía uno solo blanco, con algunos detalles dorados. Era de una sola pieza y mostraba toda mi espalda, lo cual me gustaba porque yo solía ser muy delgada, y no precisamente del estilo esbelto sino del tipo de delgadez que la gente asociaba con enfermedad (a pesar de que mi peso no se debía a nada de salud).

Hice un pequeño bolso con artículos personales, y, al momento de elegir pijama, me pregunté si debía llevar mi pantalón de dormir con un estampado de jirafas o un vestidito revelador. Decidí llevar las dos. Si no sucedía nada entre Nate y yo, pues me acompañarían las jirafas. Pero si...

Si nada, me dije. Antes de tener intimidad con él, necesitaría decirle la verdad.

Me terminé de arreglar mientras le daba vueltas al asunto. Bien era cierto que pasaríamos la noche a solas en una casa en la playa y que el ambiente era ideal para finalizar lo que habíamos empezado en su habitación, no obstante, antes debía contarle todo.

Una parte de mí quería creer que estar juntos fuera de la ciudad podría hacer de aquella revelación algo romántico, no trágico.

El problema era que, si las cosas salían mal y él me rechazaba, estaría demasiado lejos de Brooklyn como para regresarme en la madrugada y tendría que quedarme en su casa de todas maneras, atravesando el segundo momento más deplorable de toda mi existencia.

Rezongué, con mi cabeza y mi corazón en mil partes. Estuve lista cuando escuché el intercomunicador. Creo que era la primera vez que estaba lista a la hora que alguien pasaba por mí. Si no hubiera estado tan abrumada, me hubiera felicitado a mí misma.

Fruncí el ceño cuando, al salir del edificio, lo encontré recostado de una camioneta negra.

—No sabía que tenías coche —dije, acercándome para darle un beso en la mejilla de la manera más incómoda posible.

—No tengo. —Se encogió de hombros y me regaló la primera sonrisa de aquella mañana—. Lo alquilé para el fin de semana.

—¿Y no podías alquilar un coche normal en vez de una Range Rover?

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora