Era la primera vez que sonreía en mucho tiempo.
Encontrarme con Vienna Fitzpatrick la noche anterior había sido una agradable coincidencia, y sabía que ahora que había regresado, no quería perderla de nuevo.
Vienna y yo nos hicimos amigos en el último año de instituto. Nuestro vínculo había sido el mismo que tiene una persona cuando adopta a una mascota de la calle: al principio no sabes si funcionará pero algo te pide que de todas formas lo intentes, hasta que de un momento a otro y sin darte cuenta, ambos se vuelven inseparables.
No estaba diciendo que ella era una mascota, ni nada relacionado. Simplemente nuestra relación pasó de ser la nada, a ser trascendental e invaluable. Siempre hubo algo en la mirada de Vienna que me hacía sentir seguro, y creo que por eso confié en ella aun cuando ni siquiera teníamos suficiente tiempo conociéndonos como para saber que era una persona de fiar.
Wesley Arlington había sido mi mejor amigo desde el inicio de nuestros tiempos, por lo que, cuando Vienna y yo nos hicimos cercanos, de forma irremediable también se hizo amiga de Wesley. Nos convertimos en los tres mosqueteros, al menos fuera del instituto —pues Vienna no solía juntarse con nosotros en horario de clases—, y de una manera u otra, terminó cayendo en los encantos de Wesley.
Algo me decía que él era la razón por la que ella se había marchado.
—Buen día, amor de mi vida. —Lili se asomó a la cocina y me abrazó.
Las personas que no nos conocían solían pensar que éramos pareja, en especial porque ella no se cohibía de abrazarme una y otra vez, tuviéramos público o no.
—Querrás decir buenas tardes —la corregí—. Tenías tiempo sin quedarte en casa, no sabía que llegarías en la madrugada.
—Audrey y yo llegamos de Vermont a esas horas. —Hizo un encogimiento de hombros y se sirvió café.
Ya me había acostumbrado a vivir solo. A pesar de que el departamento me lo habían regalado mis padres con la condición de que el cuarto de huéspedes fuera de Lilibeth, ella no pasaba tiempo acá. Al menos había dejado de hacerlo al cumplir su mayoría de edad cuando, en teoría, superó su incidente.
A partir de los dieciocho años, mi hermana encontró la mejor manera de drenar sus problemas y aflicciones: viajando. Ni mis padres ni yo consideramos que era una buena idea, temíamos que mi hermana pudiera lastimarse a sí misma —una vez más—, y estando separados no podríamos ayudarla de forma eficaz. Aun así, Lili desaparecía sin importarle nuestras preocupaciones. A sus veinte años se mudó con una «amiga» suya, que luego descubrí que era su pareja. Pero a sus veintidós, regresó a casa conmigo.
No era mucho el tiempo que pasaba en el departamento, de todas formas. Las rutinas de Lili consistían en viajar a sitios nuevos e inusuales y hablar de ellos en su blog. Volvía a casa uno o dos días, y luego se marchaba otra vez.
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Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]
RomanceControlador, calculador, astuto, sensual, analítico, y peligroso. Nathaniel Jones siempre obtenía todo lo que quería, sin importar lo que tuviera que sacrificar para ello. Gracias un extraño e incómodo reencuentro con su mejor amiga del instituto...