Los hilos de la pistola taser salieron disparados como flechas. La miró con confusión antes de que las puntas de los cables se clavaran en su tórax.
Daniela observó cómo el enorme y musculoso cuerpo se sacudió violentamente ante los choques eléctricos del taser. Sus rodillas vencieron y con un ruido sordo, los más de dos vigorosos metros masculinos se desplomaron sobre la gravilla del callejón.
Parecía que sus pupilas le lanzaron una mirada acusatoria antes de cerrar los ojos.
Cuando la pistola dejó de emitir los voltios suficientes para tumbar a semejante ejemplar de poder masculino, se acercó, controlando cada sacudida que la energía residual azotaba en el cuerpo desmadejado en el suelo. En medio de una brusca convulsión, el hombre volvió a ser todo colmillos y garras. La cola negra se agitaba al compás sobre el asfalto. Daniela tuvo que restregarse los ojos dos veces antes de aceptar que por mucho que lo hiciera, la pecaminosa imagen ante ella no cambiaba.
Tal vez tendría que haber dormido un poco más aquella noche.
Estaba segura de que, si el metamorfo estuviera de pie, apenas le llegaría a la mitad del pecho. Y su metro setenta y cinco no era precisamente de una mujer de baja estatura.
La situación actual no se podía comparar a ninguna otra en la que Daniela hubiera estado presente. Fue galardonada por haber conseguido desmantelar una organización que secuestraba niñas para ritos de sangre en nombre de Lucifer y aun así, el hombre tendido en el suelo superaba aquel episodio de su vida con creces.
Había unos colmillos afilados de superación.
Daniela se armó de valor, calculando que la quedaban al menos unos treinta minutos antes de entrar en shock. Encendió la linterna de su teléfono móvil y se acercó a la conmocionada figura. Incluso desmadejado en el suelo, aquel cuerpo desprendía un poder masculino y una gracia letal tan cruda, que la estremeció. Pero no se dejo amilanar.
Aproximando la mano a la boca entreabierta del felino humanoide, rezó para que no abriera los ojos y decidiera zamparse su índice como entrante. Empujó hacia arriba con la uña el relleno labio superior y tiró suavemente del puntiagudo diente para comprobar que fueran colmillos adhesivos.
No lo eran. Aguanta, sigue adelante.
Con la otra mano se puso un rizo detrás de la oreja y tragó el nudo que tenía en la garganta. Intentó imaginarse cómo de lejos hubiera llegado Miguel al salir corriendo después de haberse visto frente a frente con aquellos dientes.
Su dedo paseó por la angulosa mandíbula, midiendo que la temperatura corporal del hombre estaba muy por encima de la suya propia. Daniela dejó salir el aire de sus pulmones al darse cuenta de que lo estaba reteniendo durante demasiado tiempo. Desmayarme delante de semejante ser no sería una jugada muy inteligente por mi parte. La piel bajo su mano era cobriza, como si hubiera sido lamida por el sol perezosa y minuciosamente. El pelo negro era pesado y lacio contra su palma.
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Tu mundo al anochecer. ©
Romance🟢 EDICIÓN TERMINADA 𝗦𝗔𝗚𝗔 𝗚𝗨𝗔𝗥𝗗𝗜𝗔𝗡𝗘𝗦 𝗠𝗔𝗡𝗔 𝗜 Como Inspectora de homicidios de San Francisco, Daniela Antoraz no puede descansar hasta que no atrape al asesino que está matando a su gente de la formar más horrible que se pueda imag...