☄️ Capitulo 25

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Daniela despertó con el cuerpo retorcido en el suelo y con arena seca en la boca

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Daniela despertó con el cuerpo retorcido en el suelo y con arena seca en la boca. Le dolía la cabeza y la ceja izquierda le estaba sangrando, notaba el líquido espeso correr por su mejilla.La oscuridad que la rodeaba hizo que los tentáculos de la histeria empezaran a envolverla lentamente y comenzó a hiperventilar. ¿Se había quedado ciega? Alargó una temblorosa mano y palpó a su alrededor. Tierra y piedras.

¿Dónde mierda estaba?

Instintivamente, se replegó en su mente y buscó su conexión con Jax. Nada, no había nada. El frío se apoderó de sus miembros cuando sintió la diferencia entre tener a su compañero profundamente engarzado en su cabeza y el vacío. La soledad. Una arcada amenazó en el fondo de su garganta. Si algo le había pasado a Jax, no se lo podría perdonar nunca. Era a ella a la que perseguían. 

Tampoco la daría tiempo a muchos remordimientos, porque se iría con él.

La certeza de aquel pensamiento le dio amargas fuerzas. Estuviera donde estuviese ahora mismo, no tendía nada más que perder. Si Jax moría, ella lo haría también. No era algo que ninguno de los dos pudiera controlar.

Tuvo un fugaz recuerdo de lo último que vio antes de sumirse en la oscuridad, un maldito nyx agarrándola del brazo. No le hizo falta sumar dos mas dos para darse cuenta de que había sido secuestrada, y se le tensó la espalda. Cómo podía haber sido tan descuidada. Había estado armada, y alerta. Tan solo agradecía que no hubiese ocurrido cerca de Esther.

Una burlona risa sonó tras de ella y clavó los dedos en la tierra a oscuras mientras se alzaba sobre sus piernas y se agazapaba para enfrentarse a su captor.

—Qué derroche de gracilidad, Inspectora. Estar emparejada te sienta fenomenal.

Se giró unos grados a la derecha, todavía sin poder ver. El propietario de la voz estaba a unos metros de distancia y en una posición elevada a la suya.

—¿Porque no te acercas a verlo mejor?—preguntó Daniela.

Ganó una nueva sarta de punzantes risas.

—Si...ya te he visto de cerca,—el sonido de sus pasos bajando escaleras la puso en guardia—déjame decirte que ciertamente eres una de las mujeres más deliciosas que he tenido el placer de tener como invitada.

Un estremecimiento le recorrió de pies a cabeza y el pelo de la nuca se le erizó dolorosamente. Movida por un temor que antes no había estado ahí, pasó sus propias manos por su cuerpo mientras se mordía el interior de la mejilla. No, por favor. El alivio corrió como un bálsamo por sus venas cuando comprobó que la ropa estaba perfectamente abrochada y en su sitio.

Estaba jugando con ella.

—Hijo de puta.

—¿Qué?—preguntó la voz con un tinte inocente—¿Pensabas que había vejado tu virtud? Todavía no hemos llegado a eso, querida. Antes deberíamos conocernos un poco más.—Su ambiguo tono de voz dejaba entrever que aquello había sido un comentario burlón, pero que no distaba mucho de la realidad que tenía preparada para ella—No te haces una idea de cuánto llevo esperando este momento.

Tu mundo al anochecer. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora