Tal y como había prometido, Esther estaba tocando en la puerta de la sala de investigaciones a las siete en punto de la tarde. El estómago de Daniela se contrajo, había conseguido distraerse durante la última media hora, dedicándose a mirar todos y cada uno de los rostros de las personas fallecidas en el caso del Asesino Ojos Abiertos.
La tristeza y el pesar nunca habían abandonado el hueco de su alma que sangraba por lo irremediable de aquella situación. Jax le había contado que habían registrado un pico de actividad nyx como nunca habían conocido, algo estaban tramando, y Daniela estaba decidida a ayudar a los aphon con todo lo que tenía para acabar con aquella barbaridad.
Así tuviera que salir ella misma a matar a los pálidos cada noche durante el resto de su vida.
Acordaron ir en ambos coches hacia el apartamento de la forense, Daniela estaba segura de que Jax no aparecería por allí en ninguna clase de vehículo. ¿O tal vez si? Si tenía que ser sincera consigo misma, y dejar a un lado la acuciante necesidad física que sentía por él, en realidad no le conocía. Por el amor de Dios, apenas cuatro días atrás ni sabía de su existencia. Pero eso acabaría aquella noche. Si Jax no era del todo trasparente con ella, Daniela se las arreglaría para establecer comunicación con cualquier otro aphon de San Francisco que quisiera ayudarla a detener a los nyx. O que quisiera ser ayudado por ella, según como se mirara.
Algo en su pecho picó ante ese pensamiento.
De pronto, cayó en la cuenta de que Jax no sabría que ella estaría en casa de Esther, y le envió un silencioso mensaje con su ubicación. A través del enlace, que ya parecía perenne entre ellos, él le hizo llegar un mudo sentimiento que la erizó la piel.
Él siempre sabría dónde estaba ella. Allá donde fuera, Jax podría ir a buscarla.
Aquello debería haberla asustado, tendría que haberla aterrado. Sin embargo, dentro de si no encontró resquicio alguno de temor, sino la seguridad de que ella también sabría dónde encontrar a Jax siempre que así lo deseara.
Eso ponía de manifiesto una total falta de raciocinio que la preocupaba.
—¿Qué te parece este?
Esther salió de las profundidades de su vestidor con un liviano y corto vestido burdeos. De brillante seda y con bajos cosidos en encaje. Era el cuarto vestido que le enseñaba.
—Ese es un claro ejemplo de lo que no me voy a poner esta, ni ninguna noche.
Enfatizó apasionadamente la palabra "no".
—¿Por qué? Fue el traje que me puse para la boda de mi prima Carolina—lo dejó encima de una silla—. Lo apartaremos de momento, te aseguro que ella casi no se casa por el efecto que provoca en el bando masculino.
Daniela alzó el botellín de Coronita hacia Esther, mientras ésta se volvía a internar en las profundidades del armario.
—Brindo por tu prima y su marido. Pero no me voy a poner ese vestido.
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Tu mundo al anochecer. ©
Romance🟢 EDICIÓN TERMINADA 𝗦𝗔𝗚𝗔 𝗚𝗨𝗔𝗥𝗗𝗜𝗔𝗡𝗘𝗦 𝗠𝗔𝗡𝗔 𝗜 Como Inspectora de homicidios de San Francisco, Daniela Antoraz no puede descansar hasta que no atrape al asesino que está matando a su gente de la formar más horrible que se pueda imag...