Faltaban unas cuantas horas para el amanecer cuando Jax llegó a Sutter Street.
Alguna que otra farola tintineaba, creando macabras sombras que se escondían entre los portales de las tiendas. Al llegar a la esquina del Cesario's, el toldo del 635 estaba iluminado pobremente por una bombilla anaranjada. Anduvo por el largo de la calle obligando a sus propios pies a no perder el control y salir corriendo. Un coche negro estacionado frente al hotel le llamó la atención, el olor de Daniela estaba impregnado en la carrocería y rastros del suyo propio se diferenciaban en las puertas de atrás.
Así que así fue como le arrastro hasta su apartamento.
Divisó al recepcionista nocturno sentado tras el mostrador, mascando chicle y jugando a juegos de ordenador. Elevó la vista hacia la escalera de incendios anclada en la fachada azulada y no necesitó de su syn para saber en qué habitación se encontraba Daniela. Su aroma supuraba por entre las juntas de la ventana como una nube dorada que flotaba hasta Jax. Invitadora e incitante.
Más fuerte.
Más intenso.
Se metió por su nariz y viajó hasta su cerebro. Cerró los ojos con placer cuando llenó todo su sistema. Dio un paso hacia el hotel.
No.
Jax pegó un salto y aterrizó al otro lado de la calle. Demasiado tarde se dio cuenta de lo que había hecho y miró a ambos lados, pero en Sutter Street no había ni un ánima a esas horas de la noche. Tendría que concentrarse. Él había venido a proteger a la humana, a velar por que ningún nyx apareciera para llevársela.
Lo último que debía hacer era dejarse hechizar por el impulso primitivo de acudir a ella.
Patrullaría la zona y si algún nyx volvía para terminar el trabajo de la noche anterior, él le cazaría. Le llevaría hasta la base y le interrogaría. No pensaba poner límites a los actos necesarios para hacerle hablar. Tal ver incluso le arrancaría el corazón y se lo haría comer. Aunque sabía que tenía una cosa más que hacer.
Tenía que borrar sus recuerdos.
El animal en su interior sacó las garras y las clavó contra su sienes, en desacuerdo. Pensar en borrar su existencia de la cabeza de su leeran le pesó tanto en el pecho que le dejó momentáneamente sin respiración. Había una razón por la cual tan solo su leer podía manipular los pensamientos de una mujer emparejada.
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Tu mundo al anochecer. ©
Romance🟢 EDICIÓN TERMINADA 𝗦𝗔𝗚𝗔 𝗚𝗨𝗔𝗥𝗗𝗜𝗔𝗡𝗘𝗦 𝗠𝗔𝗡𝗔 𝗜 Como Inspectora de homicidios de San Francisco, Daniela Antoraz no puede descansar hasta que no atrape al asesino que está matando a su gente de la formar más horrible que se pueda imag...