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El cuarto día fue un día en específico para relajarme y pensar en las palabras que le diré hasta que llegamos hasta hoy en día, exacto, quinto día.

Se siente bien reconciliarse con uno, es una parte que necesitaba mientras él no estaba.

Fui a su casa, directamente a pesar que luego terminaré en casa de Josuke que comparte con Okuyasu pidiendo que me "cure" los moretones que me dará pero todo por intentarlo. Solo tengo que tocar la puerta, dejar la carta debajo de ella, luego volver y hablar con calma.

Aquí tengo entre mis manos la carta, frente a las escaleras de la puerta de su casa, teniendo miedo de que me odie y no quiera volver a verme pero necesito intentarlo si quiero que sepa que es con él con quién quiero estar. No hay marcha atrás. Una vez que subí los pocos escalones y toqué la puerta pero me sorprendió que se abriera con tanta rapidez.

–Ah, eres tú –me señala decepcionado Hazamada.

–¿Y Rohan? –cuestioné molesto por su reacción.

–No sé, había llegado hace una hora pero dejó sus cosas y se fue sin decir nada.

Realmente lo herí, sabía que iba a volver para disculparme con él y pensando de que podría empeorar todo se alejó. No quiere compañía a menos que quiera volver a ver a Koichi o realmente quiere estar solo.
Me fui mientras escuchaba los reclamos de Hazamada, pidiendo que lo esperara, tuve que usar mi Stand para que no supiera dónde me fui, arruinaría todo. Primero tengo que descartar un lugar así que fui a casa de Koichi y Yukako, cuando fui no tardaron tanto en atenderme y la respuesta fue que no estaba en su casa. Eso significa que el asunto puede ser peor de lo que pensaba. Corrí a la plaza y habían un montón de personas por lo que no podía estar allí, me dirigí a la plaza de nuestra primera cita y también había un montón de personas.

Ya está atardeciendo y me estoy quedando sin ideas, me he llegado hasta perder para poder encontrarlo y fui a verlo a su hogar dos veces más y fue en vano. Solo había un lugar que no había ido a ver si estaba.

Cuando dijo que el atardecer si apreciaba más en el puerto de Morioh, lo decía de verdad, pero alguien debía decirle lo lindo que se ve cuando cuando los rayos anaranjados alumbran su rostro y en especial sus ojos. No pude dar ni un paso más, no quería que su rostro cambiara a una expresión molesta por lo lindo que se ve pero no es del todo lindo cuando la mirada está llena de tristeza e inmensas ganas de llorar. Di tan solo un paso más con tal de que sintiera mi presencia.

–Por favor no digas nada –dice sin mirarme–, sé a qué vienes. No te perdono.

–Ni siquiera he dicho una sola palabra.

–Y no es necesario –insiste–.  Sé qué dirás, todos lo hacen pero no lo dicen en serio. Dirás que lo sientes, que no lo volverás a repetir pero luego volverás a aguantarte la rabia, tus problemas y volverás a tratarme de débil.

Esta vez me mira, sus ojos está aguantando un montón de lágrimas que desearía soltar ahora mismo. Nunca quise provocar a llegar a esto, nuestra primera pelea mientras salimos antes de llevarlo a una relación y es peor de lo que pensaba.

–Rohan, no eres débil –hablé de una vez, aún sabiendo que no querría escucharme–, es mi culpa que creas. Dime, ¿quién se le ocurrió la idea sacar fotografías a cada persona en Morioh y tomarse el tiempo de hacerlo? ¿Quién encontró Hayato, el único testigo vivo contra Kira? ¿Quién más tiene y tendrá el mismo valor que tu frente a el mundo? No eres débil, eres más fuerte de lo que tú puedas creer.

Aunque lograra conmoverlo y se le escape una lágrima, la seca inmediatamente y desvía su mirada para volver a admirar el atardecer.

–¿Cómo hago para que me escuches? –cuestiono triste.

–Quizá podrías tirarte al mar en frente de mi o poder volver al hotel y dejarme de una vez solo.

Abraza sus piernas y se apoya en sus rodillas, ignorando mis palabras por completo. Puede que no haya hablado literal, puede que hayan sido las primeras palabras que dijo porque estamos frente al mar pero si es para que crea lo que digo lo haré, valdrá la pena perder mi orgulloso que impediría que me lancé al mar. Me quité los zapatos, sobre ellos dejé la gorra, quité toda ropa de mi menos la ropa interior. Es allí donde noté que me miró, justo cuando mi piel reaccionaba al frío de la brisa.

–Jotaro, no era literal –intenta detenerme, parándose de la arena, sus ojos decían mucho de la sorpresa por mi reacción–. No lo hagas, te vas a resfriar.

No lo escuché y me lancé al mar, cuando llegué a la suficiente profundidad que me llegue hasta el cuello, noté la sorpresa que tenía en su rostro.

–¡Eres un idiota! –exclama derramando lágrimas mientras sonreía.

Salí lentamente hasta estar frente a él, mientras me había hundido había aprovechado de sacar sus zapatos y arremangar sus pantalones, a ambos nos llega el mar hasta los tobillos y no podría volver a estar más cerca de él después de todo.

–Soy tu idiota –contesté a su exclamación–. Haría de todo por ti.

Sus manos las apoya en mi pecho, limpio sus lágrimas y cuando menos lo espero me roba un beso, no fue algo tan duradero pero si lo suficiente para que las palabras salieran del corazón y que no sea rellenar por rellenar.

–Lo siento si te comparé varias veces con alguien que ya no está –susurro y tomo sus manos–. Al único que tengo mi cabeza es a ti y te lo demostraré todos los días.

–Lo estas haciendo –sonríe– y será mejor volver a casa o te resfriarás.

Salimos por nuestras cosas, que me vistiera, nos tomamos de las manos y caminamos a casa. Puede que no sea tan tibio para calentar mi frío cuerpo por haberme vestido mojado pero entibia mi corazón saber que estoy sosteniendo su mano y que cuando caiga estaré allí para él.

ComplétameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora