19

91 19 13
                                    

Creí que sería una mañana más solo hasta que abrí mis ojos y sentí sus caricias en mi rostro, ya no lo quise soltar más.

Me aferré a su pecho, no quería nada más que a él hasta que tuvo que levantarse, allí no tuve muchas opciones, así que dije que se adelantara para poder aunque sea ponerme la ropa interior y así fue. Cuando ya estaba en la cocina con él noté que algo no andaba bien hasta que decidí mirar hacia dónde miraba y no lo podía creer al igual que él.

–¿Jotaro? –pregunta un poco nervioso– ¿Quién es?

Claro que tendría sentido que me respondiera, no estoy en una posición agresiva y parezco conocer a quien tengo en frente de mi. Aunque podría ser perfectamente un Stand por lo que cubrí enseguida a Rohan pero lo único que hizo quien tenemos frente a nuestros es reírse.
Lleva el mismo uniforme verdoso que ha utilizado durante esos días de viaje, los mismos aros, el mismo cabello rojizo y no puede ser posible que se mantenga igual luego de de quince años muerto. Nadie podría saber más que el viejo sobre su voz, cómo vestía y la herida abierta en su estómago. Era un festival del horror en la cocina.

–¿Esto? –señala la gran herida– Tranquilos, no dejará mancha. Vengo a despedirme luego de perturbar tus sueños, Jotaro.

Se acerca lentamente pero de todos modos se detiene con tal de mantener suficiente distancia.

–Y no –se dirige a Rohan–, no eran sueños húmedos, más bien, le llamaba siempre la atención hasta que al fin puedo decir lo orgulloso que estoy que madurara.

Vuelve a mirarme y sonriente, sin dejar de mostrar seguridad.

–Tal como Reimi se quedó atrapada en este mundo por una honorable razón, yo me quedé para que te superes.

Él retrocede con tal de dejarnos el espacio de relajarnos y no llegar y alterarnos. Siento las manos de Rohan aferrarse a mi brazo, quizá sean nervios, sea lo que sea estaré allí para él.

–Finalmente entendiste que no estaba en nadie, todo el tiempo estuve aquí –señala su cabeza–, en tu mente. Y ahora que estás con él, es una dulce coincidencia. Estoy seguro que tendrás muchas preguntas pero el tiempo se agota y al fin podré descansar.

Suspira y vuelve a sonreír como si algo lo aliviara, la herida ya no estaba y su uniforme estaba impecable, ya no había sangre en sus labios. Era el momento en que sabía que no lo volvería a ver nunca más en mis sueños.

–Nos has cambiado tanto físicamente, sigues con el mismo físico pero no con el mismo peinado pero si has madurado por dentro. Ahora lo tienes a él, no sé nada de lo que vendrá mañana, solo cuídense mutuamente.

Poco a poco se desvanece frente a nosotros, sabiendo que ya era hora que partiera.

–No olvides sonreír más, Jotaro.

Y así fueron sus últimas palabras después de dejarlo ir. Quince años muerto y finalmente pudo descansar en paz solo porque fue el primer amigo que tuve en quien confiar y tal vez en quien pude aprender después de su muerte en apreciar más la vida. Fue difícil dejarlo ir y también para el viejo, con ese trauma que vivió cuando era joven decía lo mucho que le dolía sus últimas palabras antes de ser asesinado por Dio.

Quince años que tarde o temprano tenía que dejar ir y supongo que no fue una coincidencia a conocer a mi tío, conocer a quienes apodó corazones de oro el viejo al momento de irnos, que ente ellos se encuentra a quien quiero más en estos momentos y está junto a mi.

–Bueno, al menos no fueron sueños húmedos.

Negué con la cabeza soltando una risita, sabiendo que viene del humor y no unos celos. Me arrodillé ante Rohan, mi cabeza se hundió en su pecho, buscando aferrarme a él. Sentí sus caricias en mi cabello, suaves, sin apuro y con la yema de sus dedos. Y lloré, lloré abriéndome como niño asustado ante su madre. Hice lo que no le podía mostrar a nadie más pero sabía que al final cumpliría sus últimas palabras, volvería a sonreír sabiendo que tengo una razón más para sonreír en mi vida.

ComplétameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora