08

130 19 1
                                    

Tres semanas y media. Nuevamente la ansiedad. Lo escucho hablar por teléfono con Josuke, lo sé porque nunca para de llamarle por su apellido. Higashikata esto, Higashikata lo otro. Me cansé.

Bajé las escaleras y me coloqué atrás de él, lo acorralé apoyando mis manos contra la pared y él quedé obligado a apoyarse contra la pared.

–Lo siento, tendré que cortarte –anuncia–. Te veo en la mañana.

Cuelga la llamada luego de despedirse. No es que haya hablado muy ruidoso pero ya es tarde, son las doce de la noche y debe dormir porque no soporto cada vez que se queja que amanece cansado.
Me mira molesto y eso no me sorprende pero no voy a dar el sermón de padre a su hijo por irresponsable. Se cruza de brazos y frunce el ceño, se ve más adorable que intimidante o al menos eso yo noto pero de seguro para Josuke, Okuyasu y Koichi sería intimidante.

–Intenté ser lo más silencioso, no entiendo de qué te quejarás ahora.

Suspiré. Lo tomé como si fuera un saco de papas. Él patalea y golpea mi espalda.

–Bájame –reclama furioso–, merezco más respeto que esto. Cuidado dónde pones tu mano, idiota.

Escucharía sus reclamos, lo bajaría y dejaría que subiera las escaleras por sí solo, de hecho, hubiera dejado que hablara todo el rato hasta la hora que quisiera pero odio escucharlo molesto después por haberse quedado hasta tarde así que subí con él en mis brazos mientras cuido de no subir mis manos por sus muslos. Puede ser adorable estando molesto pero no quiero que grite y luego llamen a la policía pensando que le estoy maltratando.

Al momento en que llego y entro al cuarto lo bajo, lo siento en la cama y siento cómo me mira en la oscuridad. Quedamos así un buen rato, me senté frente a él, bajé mi cuerpo y apoyé mis manos contra el colchón de la cama, sentí sus manos calentar mis pecho. La respiración entre los dos delata la poca distancia que nuestros cuerpos están tomando. No sabía que estaba haciendo pero me estaba dejando guiar por algo más mientras no tenía ni la menos idea de que si a él le está pasando lo mismo.

–La luz está encendida –susurro, quebrando el silencio entre ambos–, iré a apagarla.

Salí de la cama sin pensarlo dos veces, sin pasarlo a llevar y él se mantuvo acostado en el colchón, como si esperara algo más de mi.

–Está bien –responde algo apenado y tímido.

Bajé las escaleras y apagué todas las luces del primer piso que aún estaban encendidas.

No entiendo algo, antes estaba molesto porque lo había obligado a subir y lo mandara a dormir, ahora está triste porque me voy a apagar las luces que dejó encendido por su plan de quedarse en una llamada hasta la una de la madrugada para luego amanecer molesto y quejarse de haber sido irresponsable de no haber ido a dormir a tiempo por llamar tanto a Josuke, algo tan innecesario como si yo llamara a mi ex esposa y le pida matrimonio otra vez.
Subí las escaleras, cansado, me acosté al lado suyo y esta vez podía ver en la oscuridad que me daba espalda, así que repetí lo mismo con tal no molestarlo.

Realmente no lo entiendo.

ComplétameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora