No again

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La serpiente tragaba su presa lentamente mientras que Crowley miraba con atención y envidia, como la suerte de aquella rata acababa con su vida para siempre.

—Tal vez vuelva a dedicarme a las plantas— dijo Crowley —Son igual de silenciosas que tú, pero no me hacen envidiar la suerte de sus comidas—

Crowley se levantó, tomó el paquete de cigarrillos, el encendedor y salió de la tienda. No había visto la calle desde hace casi dos semanas, así que el viento frío de la noche se sintió agradable en su rostro. Un recuerdo repentino de sus primeros siglos de vida vino a él por unos segundos, cuando volaba libre sintiendo el viento chocar en su rostro y viendo el reino de Dios debajo de él.

Sacudió levemente la cabeza para apartar el recuerdo y abrió el paquete de cigarrillos.

—Crowley—

No supo si reaccionó del susto o de la impresión, pero no pudo evitar abrir los ojos en su totalidad cuando vio a Sebastian, su Aziraphale, ahí mirándolo a unos metros de distancia.

—Yo... — Sebastian se acercó con timidez —Yo no estaba seguro si es que vivías aquí, nunca vi luces encendidas en la noche—

Crowley quería abrazarlo, realmente quería decirle que lo había extrañado tanto todos estos años y que lo sentía tanto. Que nunca se pudo perdonar el haberlo condenado a caer y que nunca pudo prever que su amor no era suficiente para salvarlos. Pero por más que lo deseara, no podía decírselo, aquella persona que se parecía ser su ángel, no lo era. Decirle todo lo que sentía sería como hablarle al viento.

— ¿Qué... qué haces aquí? — preguntó inseguro Crowley

—Quería disculparme. No debí... yo no debí haberte tratado así esa noche—

—Creo que tu reacción fue justificada, ¿no? —

—Lo sé, pero... — suspiró con pesar —Hay algo que debo preguntarte—

¿Invitarlo a pasar estaría bien? No tenía nada que ofrecer más que licor, y solo quedaba media botella de vino ahora.

— ¿Me conoces? — preguntó Sebastian — ¿Nos hemos conocido antes? —

Crowley al principio no supo cómo interpretar esa pregunta, pero al cabo de unos segundos, un rayo de esperanza apareció ante él.

— ¿Por qué... lo preguntas? —

Escuchar toda la historia había resultado ser casi irreal para Crowley, pero si quería ser sincero con él mismo, no tenía razones para dudar que ese era el verdadero Aziraphale y que, por algún motivo, había sido enviado a la Tierra sin memoria de quién era.

Pero ahora que se habían encontrado, la mente de su ángel no podía ignorarlo, estaba tratando de recordar esa vida y, sobre todo, recordar ese amor que aún podría seguir vivo.

Lo tomó de los brazos, tal vez más fuerte de lo que debía. Sebastian se sorprendió de inmediato e intentó disimuladamente de alejarse.

—Mírame, Aziraphale, mírame a los ojos—

— ¿Por qué me llam-...? —

— ¡Ese es tu nombre! — interrumpió Crowley —Solo mírame bien, recuerda mi rostro—

—Entonces ¿sí nos conocimos? —

—Fui un demonio, tú eras un ángel ¡recuérdalo! —

Sebastian lucía confundido ahora, algo que empezó a desesperar a Crowley. Si esa era su única esperanza de recuperarlo, no podía darse el lujo de perderlo.

— ¿De qué estás hablando?... Suéltame, Crowley, estás lastimándome—

—Nos conocimos en el Edén, ¿recuerdas el Edén? —

— ¿Qué? —

El forcejeo de Sebastian provocó que los agarre de Crowley se hicieran todavía más fuertes, el pobre hombre empezó a asustarse de verdad, ahora se daba cuenta que no había sido buena idea ir a buscarlo.

— ¡Detuvimos el Armagedón! ¡Maldita sea, ángel! ¡Intenta recordar! —

— ¡Ya suéltame! ¡Estás demente! — Sebastian jaló con fuerza logrando liberarse — ¡¿Qué clase de tonterías dices?! —

Entonces Crowley decidió ser más agresivo, tenía que traer esas memorias a como de lugar. Lo tomó del suéter y le hizo retroceder a la fuerza hasta chocar con la puerta de vidrio de su tienda.

Sebastian vio dos alas blancas aparecer detrás de Crowley estirándose en su totalidad.

—Tú y yo nos amamos, estuvimos enamorados por siglos. Tienes que recordar eso— susurró entre dientes —Recuérdalo, maldita sea, debes hacerlo—

La memoria de Sebastian empezaba a dar vueltas, no solo por la impresión de ver con sus propios ojos algo tan imposible como un par de alas gigantescas en una persona, sino por la increíble sensación de haber visto eso antes. Se sentía demasiado familiar como para creer que era solo el recuerdo de algún cuento o película.

—Hicimos el amor, ángel, lo hicimos— los ojos de Crowley empezaron a humedecerse —Te condené, te hice caer por eso... lo siento, lo siento tanto, ángel... yo no quería... —

Entonces, como un doloroso flashback, Sebastian recordó el sufrimiento, la sensación de vacío, la oscuridad y el miedo de ser quemado vivo.

Crowley pudo ver horror en esos ojos azules...

— ¡Aziraphale! — gritó — ¡Mírame bien!... ¡Soy yo!... por favor, recuérdame... —

—Yo... —

Y como de un golpe se tratara, la imagen de un Crowley desnudo sobre él vino a su mente. Era un recuerdo tan vívido, tan real...

—Oh, Dios... —

Pero no era fácil asimilarlo todo, mucho menos con algo tan poco creíble y tan... imposible. No podía soportarlo, no estaba seguro si esos recuerdos eran suyos o si solo estaba alucinando, pero necesitaba irse, necesitaba estar solo.

Las alas de Crowley se retractaron de inmediato cuando fue empujado con fuerza, Sebastian ahora corría asustado sin mirar atrás hasta doblar la esquina rápidamente. Crowley cerró los ojos y respiró hondo sintiendo su felicidad nuevamente escaparse de sus manos. ¿Ese era parte de su castigo entonces? ¿Ver cómo Aziraphale escapaba de su amor una y otra vez?

Pero entonces, cuando sintió haber tirado la toalla, un sonido particular se escuchó. No le dio mayor importancia al principio, pero ver a una persona correr hacia la calle donde había doblado Sebastian, ocasionó que un miedo creciera dentro de él... y cuando vio el cuerpo de Sebastian, su Aziraphale, atrapado debajo del bus, pudo sentirse morir por segunda vez.

Lo había vuelto a perder.

Is It Real Love? [Ineffable husbands]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora