🔹Prólogo

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Aún hay registros de lo hermosa que fue la última noche que estuvieron juntos; la luna estaba en su punto más alto su brillo era mágico y auténtico; había una leve brisa que al momento de impactar con tu rostro podrías sentir la tranquilidad del l...

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Aún hay registros de lo hermosa que fue la última noche que estuvieron juntos; la luna estaba en su punto más alto su brillo era mágico y auténtico; había una leve brisa que al momento de impactar con tu rostro podrías sentir la tranquilidad del lugar. Desgraciadamente la hermosura de esa noche se opacaba con las pocas palabras que se decían ambos amantes, y en lugar de ser un recuerdo preciado, se convierte en una terrible pesadilla.

—Debe de haber otro modo, no puedo dejarte aquí. No quiero vivir sin ti...

—No hay otro camino, yo pertenezco aquí tu debes de volver a tu hogar...hay gente que espera tu regreso.

—Después de todo lo que vivimos juntos...se me es imposible dejarte, fuiste lo mejor que me pasó en mi vida de mierda.

—Y tú fuiste el hermoso regalo que me dieron lo dioses —quería abrazarlo, sus manos temblaban, buscaba el calor del otro cuerpo—, pero no puede ser eterna está felicidad... El maldito de Douma no durará en asesinarte si logra encontrarte aquí...debes irte.

—¡Lo enfrentare! No le tengo miedo, te hará daño si te dejo solo. —trataba de ocultar su agonía con una voz firme, un vano intento de transmitir tranquilidad.

—¡¡He dicho que no, que no lo entiendes maldita sea!!

En el transcurso que habían convivido jamás había gritado de esa forma, algo que sorprendió bastante al contrario.

—Tienes que apresurarte... Te... Te traje ropa esto al menos te hará pasar inadvertido y podrás volver a tu hogar, trataré de darte todo el maldito tiempo que necesites pero...

Sus palabras fueron interrumpidas, el mayor lo estaba abrazando y todas las lágrimas que contuvo esa noche al fin habían salido.

Se aferró a su cuerpo sabía que una vez que lo soltara sería un adiós para siempre, ambos amantes lloraban en silencio aferrándose al último recuerdo que tendrían juntos; volverían a sus vidas cotidianas y el pequeño espacio que construyeron juntos moriría en silencio.

—Eres... Eres y siempre serás un idiota. —decía el de ojos esmeralda.

—Si...

—Eres un completo tonto por venir en primer lugar.

—Si...

—También te maldigo por conocerme... Nunca debí de hablar contigo en primer lugar, debí de asesinarte en ese entonces. —a pesar de lo duras qué podrían ser esas palabras, la forma en la que salía su voz mostraba todo lo contrario y eso era algo que él mayor sabía.

—Si, soy un completo idiota...

—Si no te hubiera conocido, este maldito dolor en mi pecho no estaría jodiendo me...

—Además estás llorando... Nunca te he visto llorar.

— ¡¡No estoy llorando, tú estás llorando!!... Tu eres el débil.

—Si... Posiblemente lo soy.

El mayor acariciaba el cabello del azabache con puntas azules, el llanto había cesado pero, sus corazones. Sus corazones aún lloraban en esa brillante noche...

Dioses por favor protejan a mi amado..

Llegó el momento de la despedida, se dedicaron una última sonrisa y una débil mirada. Aunque estas eran marcadas por sus lágrimas aún podían sentir el amor que los conectaba. El amante del pequeño azabache con puntas azules se retiró del lugar lo más rápido que sus piernas le permitían, sabía que si miraba atrás volvería y acunaría al chico nuevamente en sus brazos.

Prometió jamás hacerlo sufrir, esa ya era una promesa rota.

Si vuelvo a nacer, deseo poder estar nuevamente a tu lado...

El Príncipe De Un Imperio PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora