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Anya;
*12 semanas más tarde*
-Gracias, Greta! Salvaste mi vida de nuevo; Ana te ama; siempre se porta como un ángel contigo; son 50 dólares la hora, no?
-Sabes que no necesitas pagarme, Mónica.- sonrío antes de entregarle a la bebe dormida en mis brazos a su madre.
Mónica; haciendo caso omiso a mis palabras, desliza el billete en el bolsillo de mi palazo mientras me acompaña a la salida del departamento.
-Nos vemos en el trabajo, Greta!
-Nos vemos.- le sonrió mientras completo los 10 pasos necesarios para llegar al departamento donde me he quedado desde que llegue.
Entro al departamento de dos habitaciones y rápidamente cierro la puerta detrás de mi; le pongo seguro y además deslizo el primer pasador y luego procedo a cumplir con las demás medidas de seguridad para la puerta.
Me comenzaba a gustar el nombre que Aleksei me había dado junto a una historia fácil de recordar.
Anya había dejado de existir cuando llegue a Methow Valley, y Greta Willis había tomado su lugar.
Los primeros días fueron los peores; tuve que usar toda la fuerza en mi para no volver a Seattle, lloré hasta dormir cada noche hasta qué pasó una semana y tenía que ir a la doctora que Aleksei también había conseguido aquí; la doctora Garcia era una mujer en sus 50 que se había retirado de la vida en la gran ciudad para hacer su magia en un pueblo donde no conocía a nadie; pero aún podía brindar sus servicios y salvar vidas.
Gracias a la infección que había tenido meses atrás ahora tenía que ir cada semana a hacerme análisis y verificar que la infección haya desaparecido por completo; y hasta ahora, parecía que en efecto, ya infección ya no estaba.
Para no volverme loca en un pueblo donde no conocía a nadie; y gracias a la doctora Garcia; había conseguido un trabajo de 9-5 en un centro donde se impartían clases de pintura, origami y taekwondo para niños; lo único que yo hacía era organizar los horarios e informar a los maestros que impartían las clases de la hora y el espacio, tenía que hacer eso y luego hacer que las madres firmaran la hoja de asistencia.
Conocí a Mónica en mi segunda semana viviendo aquí. Ella había tocado mi puerta llorando con su bebé en brazos; la cual se veía perfecta; pero Mónica parecía como si acabara de regresar de la guerra.
Entre lágrimas me pidió que por favor cuidara a Anna, no tenía que hacer nada. Solo asegurarme que siguiera respirando mientras ella se bañaba.
No pude decirle que no; más que nada porque yo también necesitaba una distracción.
Desde entonces Mónica se había vuelto mi única casi amiga en este pueblo, y cuando ella estaba por volverse loca o necesitaba un minuto para ella misma sin Anna; yo intercedía y cuidaba a la bebe por un par de horas. No me molestaba, lo tomaba como práctica hasta que yo me convirtiera madre.
Miro mi reflejo en el espejo de cuerpo completo frente a mi y casi me dan ganas de reír.
Aleksei probablemente nunca me reconocería; mis pechos habían crecido al igual que mi abdomen; ni siquiera un vestido suelto podría cubrir o ocultar el echo que estaba embarazada.
Había comprado ropa cómoda pero que aún así fuera lo suficientemente apropiada para usarla en el trabajo, pero solo había cierta ropa que en verdad fuera muy cómoda, y mucha de esa ropa eran palazos y algunos vestidos. Comparaba ropa más grande de la que necesitaba u la aseguraba con clippers de seguridad; pero mediante pasaban los días de todas maneras llenaba el espacio gracias a lo tan embarazada que estaba.
Ya no derramaba lágrimas a menudo; no había sentido en deshidratarme y empapar mi almohadas de lágrimas ni que mi cabeza y ojos me dolieran por horas después.
Cada vez que sentía a mi hija o hijo moverse pensaba en eso como si me recordara que Aleksei me había echo una promesa.
Promesa a la que me aferraría hasta mi ultimo día.
* * *
Miro con poco interés las revistas que había leído ya seis o siete veces. Siempre imaginé que no tener empleo sería lo peor, pero ahora estaba averiguando que no había tanta acción como me gustaría en la vida de recepcionista tampoco, pero no es que me pudiera quejar cuando estaba siendo pagada 15 dólares la hora solo para anotar, sonreír e informar.
-Hola Greta!
Cierro mis ojos con fuerza al escuchar la voz de la única cosa de la que sí podía quejarme.
Dave.
El entrometido e inapropiado Dave.
El mismo Dave que enseñaba origami y que a pesar de no ser un fracaso en eso; tampoco era el maestro estrella; pero cobraba barato, y tenía más paciencia con los niños que los maestros de los demás grupos, lo que hacía que Dave fuera algo así como permanente en mi trabajo. Los niños no lo odiaban pero tampoco lo querían necesariamente; una pequeña una vez le dijo a su mamá que el maestro Dave olía a queso; y hasta este día era lo mas lindo que había escuchado a alguien decir de él.
-Hola Dave, cómo estás?- pregunto con la mejor sonrisa falsa que tengo en el almacén por el momento.
-Bien! My bien; acabo de llegar de correr; amo correr. Raro, no? No quieres salir a correr un día? No importa si estás embarazada, es más! Hará que ese panqueque se cocine mejor y no sea flojo desde antes que nacer.
Juro que hago lo mejor que puedo humanamente posible para que mi sonrisa se quede en lugar; pero fallo miserablemente.
Él en serio había llamado a mi bebé "panqueque".
No tenía nada en contra de los panqueques pero nunca volvería a comerlos. Nope.
-No soy mucho de correr, pero me alegra que te guste tanto- digo lo más educada que puedo. Mientras más tiempo estaba ahí, más aún de hacía obvio que había salido a correr.
Y también se hacía obvio que había olvidado que existía el desodorante.
-Como estás? Haz escuchado algo del papá del panqueque? Si lo quieres demandar por alimentos, déjame saber. Mi amigo es abogado de familia y de ser necesario puedo hablar con el en persona yo mismo.
-Agradesco tu preocupación; pero no me gusta comentar de mi vida privada en el trabajo.- digo lo más educada que puedo; Dave tiene antigüedad y puede conseguir que me despidan y no puedo permitir perder lo único que me da sanidad mental.
-Dime si me necesitas, Greta; tengo que irme; donde es mi clase?
-En el A11- digo y ni siquiera me molesto en sonreír y gracias a dios el se va.
Daría lo que sea para decirle la verdad.
El padre de mi bebé te pondría en el hospital con solo un maldito golpe.
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Con Un Mafioso?
Teen FictionSexo. Dinero. Drogas. Poder. Esas palabras definitivamente eran las más acertadas para definir su mundo. Un mundo del que él era dueño. Un mundo en él que entre por accidente. Uno al que no pertenezco. Pero del que ahora era inevitablemente par...