Capítulo 8

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Narra Vane

Me enseñó parte de la casa y me presentó a su perrita Luna, una pequeña color blanco y manchas negras, que no tardó en dejarse conquistar.

La casa era agradable, acogedora, con muy buen estilo. A cada paso me contaba alguna anécdota y a cada paso yo solo prestaba atención a sus gestos, a su forma de acomodarse el cabello, a su risa nerviosa, a su caminar seductor, a su voz dulce, muy diferente a la de los informativos, y a su mirada que tenía un no sé qué delirante, no me podía desprender de sus ojos.

-¿Una copa?- Preguntó una vez que nos sentamos en su sofá, a una distancia prudente.

Asentí y me sirvió una copa de un malbec Rutini, punto a favor.

-Así que... chocolates.- Dije para romper el hielo, ambas estábamos nerviosas. -Imaginé cualquier cosa, menos que me pedirías eso.-

-Ay, lo siento, soy adicta, de verdad.- Respondió entre risas. -Además, será mi cena, ha sido un día muy largo en el trabajo.-

-Espera, ¿cómo que cena?-

-Pues sí, no me ha dado tiempo de nada.-

-¿O sea que tu idea era sentarte a ver una película, beber vino y comer chocolates, como único alimento de la noche?-

-Sin el chocolate, claramente.- Dijo entre risas.

-Ah, no, no, eso es inaceptable. Vamos a la cocina.-

-Ay no, ¿cocinar a esta hora?-

-Pero no lo harás tú, la chef Martín se encargará de todo.-

-¿De verdad? ¿Eres buena cocinando?-

-Soy buena en demasiadas cosas, podría probártelo.- Dije en tono sugerente.

-No, si tu no pierdes el tiempo en nada.- Respondió muy tentada. -Evaluemos primero tu desempeño en la cocina.- Dijo al tiempo que me guiñó un ojo.

Se levantó del sofá, cogió su copa y cuando iba a coger la mía, la tomé del brazo, la traje hacia mi y le di un beso suave.

-Tienes razón, no me gusta perder el tiempo.- Susurré sobre sus labios.

Narra Mónica

Me dio un beso delicado, suave, que me provocó algunas revoluciones en el estómago.

Fuimos a la cocina, hizo que me siente en uno de los taburetes, me sirvió una copa de vino y puso manos a la obra.

Hablamos de todo, de música, de la vida, de su historia, de la mía, de sueños, de fracasos, me resultaba una mujer sumamente interesante, además con un sentido del humor fabuloso que me hacía reír a cada dos minutos.

-Mmmm, tienes que probar esto.- Dijo luego de veinte minutos aproximadamente de cocina.

Me acerqué a ella, me dio de probar en la cuchara, era una salsa exquisita.

-Ay, por favor, esto está delicioso.- Dije sincera.

-Te lo dije. Y ahora así.-

Cogió una especie de bocadillos que preparaba al lado, lo untó en la salsa, me lo pasó en la boca de nuevo y de nuevo, el sabor era exquisito.

-¿Qué es esto? Es fabuloso.-

-Es una receta secreta de Vanesa Martín.- Presumió. -Te quedo algo de salsa.- Señaló a mis labios.

-¿Qué? ¿Dónde?-

-Yo me encargo.- No me dio ni tiempo de reacción, se acerco a la comisura de mis labios y me dio un beso.

Vánica. El tiempo todo locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora