EPÍLOGO

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Roma, año 2105

"Volveremos a vernos.

En otros brazos, en otra piel, en otra vida.

Y te prometo que volveré a mirarte

como aquella noche

en la que las estrellas callaron por los dos".

***

El reloj principal del salón marcaba ya más de las siete de la tarde. Dahyun hacía crujir sus nudillos sentada en el sofá, mientras esperaba a que Momo saliera del baño. Siempre igual. Le sacaba de sus casillas su impuntualidad, cinco años de convivencia aún no le habían hecho comprender cómo podía tardar tanto en arreglarse.

Era el día de su trigésimo primer cumpleaños y Momo había preparado una bonita velada para ella. Primero, acudirían a una exposición de una artista emergente recién llegada desde Nápoles, para terminar la noche cenando en el Ristoriante Il Ponentino, en la Piazza del Drago, en pleno corazón del Trastévere, donde celebraron el primer cumpleaños juntas. No era el lugar más lujoso de Roma, de hecho, durante el almuerzo el Menú del Día atraía a turistas que huían de otros restaurantes asustados por el "pane e coperto", pero para ellas era un sitio especial. Dahyun cumplió veintidós años cuando la invitó a cenar aquí por primera vez, con motivo de su cumpleaños y tras apenas tres meses de relación, y ahora a Momo le parecía el sitio ideal para regresar casi una década después. ¿Enamoradas como el primer día? Quizás más. O de una forma diferente. Ya no se amaban con esa intensidad de las primeras veces, pero sin duda lo que tenían ahora era mucho mejor.

El piso de la Vía Rasella donde vivían era un lugar de paso, un alquiler bajo que se podían permitir a pesar de encontrarse en pleno corazón de Roma, a tan solo doscientos metros de la Fontana Di Trevi. La fachada antigua revelaba lo que dejaba en evidencia su interior: era un apartamento ajado por los años, con demasiados siglos de historia a sus espaldas, pero que todavía resistía estoico el paso del tiempo. Era acogedor, templado en invierno y fresco en verano y les permitía desplazarse a pie hasta el trabajo, por lo que ya era mucho más de lo que podían pedir por su precio. Por supuesto, entre sus planes inmediatos de futuro, estaba mudarse a una vivienda mejor; una casa propia a las afueras que pudieran decorar a su gusto y donde ver crecer la bonita familia que querían construir.

Esperaban poder comenzar a cumplir sueños muy pronto. Momo, enfermera de profesión y de vocación, esperaba un inminente ascenso a responsable de urgencias, mientras que Dahyun estaba a punto de cerrar un contrato más que generoso con una importante editorial. Le encantaba que su imaginación fluyera a través de sus dedos y que el teclado de su ordenador fuera el espejo en el que sus palabras encontraran su reflejo. Últimamente se estaba especializando en el tema de la reencarnación; desde pequeña siempre creyó que el alma nunca muere, que vamos pasando niveles hasta llegar a nuestra última vida, algo así como las siete vidas de un gato. Su pasión por este tema lo había heredado de su padre y de los muchos libros que había leído sobre ello.

El último, Historia de dos almas, una bella novela del siglo pasado en la que la propia Roma tiene un papel destacado. Pero sin ninguna duda a su casi obsesión por la reencarnación también contribuían las sensaciones que emanaban en su interior cuando veía determinados lugares en los que nunca había estado y que le despertaban sentimientos inexplicables, como si su alma hubiera estado ligada a ellos en vidas anteriores.

¿Qué cosas habría vivido en ellos? Y sobre todo, ¿cuántas vidas le quedaban? Tras muchas investigaciones sobre el tema, había llegado a la conclusión de que, ya que el alma nunca muere, vida tras vida seguimos amando a las mismas personas y las mismas cosas. Quien es artista, lo seguirá siendo en sus siguientes vidas, no necesariamente en la misma disciplina; igual que ocurre con aquellos que desean hacer un beneficio a la sociedad, profesores, médicos, psicólogos... En el caso de las personas, no siempre se manifiestan con el mismo rol. De hecho, Dahyun aplaudía la teoría de que vida tras vida, vamos cambiando de parentesco hasta completar el círculo. Con una excepción. La otra mitad de nuestro corazón siempre corresponde a la misma alma, ya que ninguna otra encaja totalmente en nuestro puzzle perfecto. A veces, no se nos permite vivir la vida con ella, pero siempre, absolutamente siempre, la encontramos.

Lo que nunca fue - MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora