3

350 43 6
                                        

"Es solo una sonrisa, me dije.

Es solo una caricia, me convencí.

Es solo un cosquilleo, dudé, pero seguí.

Pero ahora, quiero esa sonrisa,

esa caricia, esas cosquillas.

Porque al final,

nada vale tanto como ese abrazo

que, en silencio,

nos pide que nos quedemos un poquito más".

***

Era ella. Sin duda, era ella. Su musa. El amor de su vida. Su fuente de inspiración. La mujer a la que sus pensamientos seguían acudiendo cada noche. La piedra con la que siempre volvería a tropezar. Era ella y, ahora, tras soñarla tantas veces, tras imaginar tantos desenlaces diferentes, tras dedicarle a escondidas, como una vulgar perdedora, todas sus mejores canciones, la tenía de nuevo frente a ella. Y ella, acostumbrada a plasmar en papel sus pensamientos y sentimientos más profundos, no supo que decir. Se quedó sin habla.

Había cambiado tanto... Pero seguía preciosa. Su pelo negro reflejaba un sol que ahora le parecía aún más bonito; sus ojos, estaban hechos del mejor café que nunca podría tomar alguien; su cuerpo, ligeramente más ondulado, seguía joven y derrochando vida en su metro setenta y tres. Habían pasado ocho eternos años, treinta y dos estaciones y casi tres mil noches sin saber nada de ella, y aunque su rostro, su pelo y su ropa reflejaban inevitablemente ese paso del tiempo, la habría reconocido incluso aunque hubieran pasado siete vidas. Nunca se olvida a aquel a quien tu corazón ha pertenecido. Basta una mirada o un olor para que todo se vuelva a derrumbar.

No sabía cuánto tiempo llevaba prendado de su mirada, lo más probable es que hubieran pasado solo unos segundos, cuando la joven interrumpió aquel estado de embriaguez.

—No me lo puedo creer... —no pudo evitar que se le escapara esa risa floja que siempre había sido tan característica en ella—. ¿Chaeyoung? ¿De verdad eres tú? Joder sí, claro que eres tú. ¡Ey! ¡Dime algo!

—Mina... —su nombre regresó a sus labios y en su interior se volvió a abrir la caja de Pandora.

—Es increíble que nos hayamos encontrado, sabía que vivías en Berlín... bueno... imaginaba que seguirías aquí, pero ni por asomo pensaba que nos podríamos encontrar. Salúdame, ¿no?

Era el primer contacto de su piel tras ocho años y las mariposas de ambas volvieron a resucitar. O quizás nunca habían muerto y solo estaban esperando a que las casualidades de la vida las despertaran de su letargo.

—Claro que sí. Estás muy... vaya, no sé qué decir —ahora era ella quien no podía evitar que se le escapara la risa tonta. Volvía a sentirse como un adolescente—. Me alegro mucho de verte, ¿estás bien?

El S-Bahn llegó a la estación y rompió esa mágica conexión que sus ojos habían creado. En silencio, de pronto ambas comprendieron que definitivamente sí, hay trenes que te cambian la vida y, a partir de ahora, para ellas esa metáfora iba a ser más literal que nunca. Un tren las había vuelto a unir. Malditas casualidades. Volvía a ser en un andén, donde algún día sus pasos se separaron, donde ahora se volvían a encontrar. Menos inocentes, menos enamoradas (o eso querían creer), pero con la ilusión intacta de las almas que descubren que aún queda mucho por vivir. Siempre queda tanto por vivir...

En esta ocasión, fue Chaeyoung quien volvió a tomar la palabra:

—¿Vas a Messe Süd? Sube conmigo, ese también es mi destino. Son solo dos paradas.

Lo que nunca fue - MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora